lunes, 29 de diciembre de 2014

GREEN DOG, II

En atención al lector que ha dejado una sugerencia ( y un notable), prosigo con la segunda parte, a ver si me gano el sobresliente:

Cuando Perry (lo acabo de bautizar) se siente acorralado tras su reducción al absurdo con vinagre de módena, ve aproximarse unos objetos voladores que, por estar en USA, se llaman UFOS. El color verde que los ilumina coincide con el suyo en pleno cabreo, lo que le induce a pensar que lo han confundido con uno de ellos y vienen a rescatarlo por error, ya que cuando hablamos de vida inteligente en otros planetas tendemos a considerarla similar a la del nuestro, si no superior, cosa nada extraña ateniéndose a las leyes de probabilidad y a las de Mendel, por aquello de que los guisantes también son verdes. A punto de llegar a la costa disparan unos chorros de láser de última generación o similar, que debido a un fallo achacable a los decimales de la conversión del sistema métrico al inglés y de este al marcianés, impactan en el mar, o sea, hacen agua. La perrita y la lobaza, (vaya usted a saber quién era más loba de las dos) son abducidas sin que los disparos de los marines hagan pupa en el casco de la nave, protegida a prueba de idiotas, pero sí a la loba, que cae herida a los pies de Perry. Instantes después, la nave, gobernada por la perrita, que se ha hecho con los mandos usando sus cánidos encantos con el fqwpfpqcasdnvcñaskdv Peláez, (contramaestre Pworuiwrutz en el idioma extraterrestre, que además rima), parte de vuelta a casa, mientras los soldados americanos celebran su incontestable victoria con profusión de hurras tras los hip, hip de rigor.
-Podrán derrotarnos, pero nunca nos vencerán, -exclama el general al mando a distancia, es decir, desde su despacho, vía internet.
Los soldados, la policía y el séptimo de Caballería de Michigan lloran al tiempo, con lágrimas pero sin perder la compostura. Perry lame las heridas de la loba y ambos, gracias al amor, que lo puede casi todo, quedan liberados de su verdor luminiscente, mientras el mar refleja los restos del fulgor verde mezclados con las notas naranjas del sol, que deja paso a una luna llena, qué casualidad, sobre la que se dibuja el contorno de la nave espacial, que mira que tiene cielo y va a pasar justo delante.

domingo, 28 de diciembre de 2014

MARCHANDO UNA DE CINE... REGALO EL GUIÓN

Un perro vagabundo,  más listo que el hambre que pasa desde que lo largó una familia desestructurada, se cuela en un laboratorio ultra-secreto ubicado en el desierto de Mojave, o Sonora o Walnut Grove (USA), que tampoco es cosa de revelar los ultra-secretos. Un inexplicable fallo (de esos tan comunes en la filmografía yankee, no sé qué coño hacen los ingenieros ni los censores) en el sistema de seguridad le permite colarse de rondón en la cámara acorazada en la que, justo en ese instante, ya es mala suerte, el acelerador de partículas dispara un chorro de fotones, protones y neutrinos, menuda mezcla, de agárrate que vienen curvas. Pese a que lo normal sería  que hubiera muerto en el acto, su naturaleza perruna, curtida en mil batallas callejeras, a veces por un quítame allá esos huesos, la verdad sea dicha, le salva y recibe la descarga poniéndose verde que, ya se sabe, es el color tradicional del láser y la energía nuclear. Antes de que los técnicos se den cuenta, entretenidos con sus tabletas jugando al Candy Crush, escapa despavorido por si pintan bastos.
En su huida conoce a una perrita con pedigree (o perrigrí) de la que se hace íntimo, aunque ella es reticente a pasar de los lametazos por la diferencia de clases. Manteniendo las distancias, se alojan en una cueva unifamiliar que encuentran en mitad de las Rocosas, que los perros se ponen a andar y no tienen freno.
Una noche, ante la negativa de la perrita a mantener relaciones prematrimoniales, el can se cabrea mucho y la pone verde para, acto seguido (o mejor, ante la ausencia de acto) ponerse verde él mismo. Se ilumina la cueva entera y las estalactitas se funden aunque, patas para qué os quiero, alcanzan la salida de emergencia justo a tiempo de evitar una muerte segura y asaz desagradable.
En su carrera frenética deja frito a todo animal que se le acerca: osos, comadrejas, zorros, castores, coyotes, todos caen fulminados antes de hincarle los dientes, abatidos por el poder sobrenatural que le otorgó la descarga. Por ese motivo, la perrita, que tenía buenos vientos, procura no molestarle y accede a sus deseos poniendo cara de estar enamorada hasta los belfos. Sin embargo, una noche, mientras duermen en una barcaza abandonada en el Mississippi-Missouri, que es más largo que el Mississippi solo, ella aprovecha para tomar las de DiegoVille.
El perro, abatido por el abandono, o abandonado a su abatimiento, se lía a trotar y encuentra una loba esteparia, con los ojos azules, también abandonada por su pareja de hecho, que amamantaba a sus pequeñuelos (la loba, no el cerdo del lobo cobardica) en las estribaciones de los Apalaches, con la que se consuela entre toma y toma.
Sin que lo sospeche, todas las fuerzas del orden del país (¿o del país del orden?) andan tras sus huellas para evitar males mayores, que no incluyen la catástrofe ecológica ni la desaparición de las especies animales, porque los gobiernos están por encima de esas majaderías, y esta no es una peli de Walt Disney, sino una cosa seria de verdad, que se note que se preocupan por salvar el mundo.
La loba con su prole y el perro viven divertidas aventuras: que si ahora reviento una gasolinera porque no me aceptan la  master-can para pagar unas chuches (comida para perros); que si robo una avioneta (los perros verdes tienen esos super-poderes y muchos otros) y me doy un garbeo por las cataratas del Niágara; que si muerdo a un barrendero… Pero todo se tuerce cuando reaparece la perrita con pedigree, que pese a todo le echa de menos después de unos escarceos con no más de noventa canes que le hacen poner las patas en el suelo.
El chucho, preso de las dudas y los protones, se retira a meditar en los fiordos, porque en USA también tienen fiordos, y noruegos si les da la gana. Allí es emboscado por los marines y, tras una lucha sin cuartel en la que el mediador del FBI se ve forzado a tirar de manual para convencer al perro de que deponga las armas que no tiene, es hipnotizado por un mago que estaba de vacaciones y reducido al absurdo.
Este cine de evasión tan divertido me está matando.

PD.- Sobre la loba y la perrita se escribirá una segunda parte, si me aburro otro domingo.

lunes, 22 de diciembre de 2014

FELId NAbIDAz + feliD naBidaZ = FELIZ NAVIDAD


De los errores se debería aprender. Recrearse en el fallo, flagelarse por él, fijarse para corregirlo, reírse de la metedura de pata, obsesionarse, proponerse la enmienda, felicitarse por los aciertos, considerarlos casuales, sacar pecho, esconder la cabeza, pedir ayuda, castigarse, inmolarse, premiarse, publicarlo...
La dosis exacta se desconoce. Deseo que cada uno la encuentre. Que el año que viene hayamos dado con la fórmula para seguir aprendiendo a ser felices. Y que sean muy contagiosas: la fórmula y la felicidad.


                                

domingo, 14 de diciembre de 2014

REGALO DE REYES

Mis amigos de "Fuera de la jaula" cada vez vuelan más lejos y más alto. La baja temporal de Óscar como presentador, a quien eché de menos (espero que no tarde en regresar por todo lo que aporta), fue bien cubierta por Guillermo. Había además una cara nueva. Me alegré enormemente de verlos y colaborar con su programa, que versaba sobre los sueños, aunque esta vez me esperaba un premio con el que no contaba, aparte del abrazo de Laura. 
Ya había tocado en un par de ocasiones en ese auditorio-salón de actos. Pero ayer, cuando Nuria me ayudó a descubrir el piano estuve a punto de sufrir un desmayo porque, ¡oh, maravilla, aleluya!, bajo la funda guateada se escondía un auténtico Steinway & Sons D-274, el sueño más grande para un pianista y más para uno como yo, que friso la cincuentena y cada vez tengo menos oportunidades de tocar. Supongo que algunos preferirían conducir un Ferrari, beber Vega Sicilia del 64 o pasar un fin de semana con una actriz de Hollywood. Como ya he disfrutado de (casi) todo ello, (conducir, beber y pasar noches) puedo afirmar que el Steinway deja más secuelas, si bien indoloras, y no hay riesgo de accidente, resaca o susto de muerte a la mañana siguiente. Estuve admirándolo un buen rato, acariciando el teclado (sin pulsar), porque mi cometido sólo era poner fondo a los silencios entre cada intervención de los chicos del CIC. Por suerte, Lucas me pidió que llenase el vacío mientras esperábamos el comienzo del programa. Supongo que un psicólogo sabe qué hacer ante un ataque de ansiedad y estoy seguro de que olió el mío a distancia. Acerqué mi oreja para asegurarme de que era cierto y, como lo repitió, volví a la banqueta para tocar lo que me apetecía, cosas de mis amigos: el Wonder, el Joel, los Supertramp, y otros que pasaban por allí, que era por mi cabeza abarrotada de emociones.
Por la tarde llamé a Germán Díaz, para felicitarle por su cumpleaños, a cuya celebración no pude asistir a causa del programa. Olvidé recordarle que mi segundo Steinway apareció en un concierto con él, en Soria, años después de otro en el paraninfo de la Universidad de Valladolid.  Tras relatar mi experiencia, le dije:
-Tú jamás podrás contar a tus nietos que tocaste una zanfona Steinway.
No pudo quitarme la razón. Obviamente.

jueves, 4 de diciembre de 2014

IN MEMORIAM

   Después de revisarlo, contar y recontar por si arañaba unas décimas, me di cuenta del error. Lo pensé mucho antes de decidirme a subir la tarima. Nos había advertido de que, en vista de los resultados, bajaría el aprobado, o sea, sería benévolo para compensar la dificultad del ejercicio, un examen de evaluación. Aún así, no me sentía satisfecho. Era mucho bajar. El sentido de la justicia que mi padre me había inculcado me obligaba a decírselo.
—Don Jesús: el examen está mal corregido.
Lo dije sin temor, incluso con un poco de mala uva, pero sonriendo. Era un profesor exigente y justo a carta cabal. Mi denuncia le pilló de sorpresa y noté que se puso en guardia, aunque estuviera acostumbrado a las reclamaciones desesperadas de los adolescentes que veían escaparse sus botas de fútbol, sus tablas de esquí o lo que fuera que hubieran pactado en casa a cambio de un aprobado. 
—¿Dónde? —preguntó con su voz profunda, la misma que usaba para las explicaciones tiza en mano cuando no había pizarras digitales.
Señalé con el dedo sobre la hoja en la que figuraban mis más errores que aciertos. Repasó el problema. Se rascó la cabeza. Volvió a revisarlo. No salía de su asombro. Se había equivocado, cosa que no es infrecuente en un profesor ni en nadie. Levantó la vista. Como le veía confuso, le facilité la tarea.
—Me ha contado bien este ejercicio, Don Jesús, y está mal. Me sobra un punto.
Su rostro cambió por completo. Sin duda, pensaba que mi reclamación era para que me saliera a devolver. Apartó el folio y me hizo un gesto para que me acercase más y nuestra conversación fuese confidencial, a salvo de oídos indiscretos, que en ese momento eran los de todos mis compañeros. 
—Si te quito el punto, tendré que suspenderte, —dijo bajando la voz. 
—Póngame la nota que merezco. Ya me esforzaré en la recuperación.
—¿Estás seguro? —insistió.
Mi cara fue la respuesta.
Tomó el boli rojo, tachó mi nota y escribió la nueva con un punto menos, del cuatro al tres. Volvió a mirarme, esta vez con ojos de padre.
—No me esperaba esto. Muchas gracias. 
Me apretó el brazo, lo que interpreté como señal de cariño. Regresé a mi sitio. Mi compañero de pupitre, un repetidor, me preguntó qué habíamos hablado. Se lo expliqué y me miró como si yo fuera bobo.

Al llegar a casa se lo conté a mi padre. En lugar de abroncarme por el suspenso, me felicitó por mi honradez. Sé que se sintió orgulloso de mí, porque mi padre era mucho padre. No recuerdo si acabé aprobando aquella evaluación, pero tengo la vaga idea de que sí, gracias a la benevolencia del profesor, que probablemente compensaría la limpieza de mi cuaderno o mi interés usándolos como argumento en la sesión de evaluación. Durante el resto del curso aprobé y suspendí más exámenes de matemáticas. Cuando fui de los pocos que sacaron buena nota en el control del número e —sigo sin saber para qué servía—, que se había llevado de calle a mis compañeros más aventajados, Don Jesús se alegró aún más que yo, y me hizo una confidencia respecto al mal perder de los empollones de la clase. Nunca hubo más quejas, no había razón para ellas. Sus correcciones posteriores jamás fueron discutibles. Aprobé el curso con dificultades, o sea, raspado.

Años después, cuando ya ejercía de maestro, tuve a su hija como alumna. Al pasar lista el primer día de clase, su apellido me sonó familiar. Luego consulté su ficha de datos, y allí figuraba mi antiguo profesor de matemáticas. Me acordaba del episodio —que no he contado para sacar pecho ni presumir de honradez, sino con lágrimas retenidas—, pero jamás se lo mencioné. Era una estudiante ejemplar, de las de diez tras diez, no sólo en inglés, que era la materia que yo enseñaba, sino en todo. Sus exámenes no admitían discusión: eran perfectos, por lo que no me dio la ocasión de regalarle ninguna nota para agradecerle el trato exquisito que su padre me había dispensado siempre. Le pregunté un día por Don Jesús. 
—¿Le conoces? —preguntó con la timidez que la caracterizaba.
—Claro. Fue mi profesor de matemáticas en segundo de BUP. Dale recuerdos.

Supongo que no se acordaría de mí, pero un día nos encontramos en la calle, éramos casi vecinos,  y al verme cayó en la cuenta.
—No sabía que te dedicabas a esta tarea —me dijo. Sé perfectamente que recordaba el asunto porque su mirada me resultó tan paternal como cuando era su alumno nada destacado. Después nos veíamos con frecuencia y echábamos una parrafada sobre la enseñanza. Y sé que Don Jesús me respetaba casi tanto como yo a él.

En la celebración de las bodas de plata de mi promoción, estuvo en la cena. Nos saludamos con afecto sincero, bajo la mirada escéptica de otros profesores que tuve y cuya consideración no acerté a ganarme, más bien al contrario, aunque no les culpo, porque yo nunca fui un alumno dócil, sino incómodo por decirlo de algún modo. 

Cuando supe que estaba enfermo —le vi después de la operación, paseando con su esposa, su hija y su nieta, que ahora también es una de mis alumnas—, me llevé un disgusto gordo. Charlamos un rato, manteniendo el tipo y, con las mejores palabras que pude encontrar, que no eran muchas, le deseé que se recuperase. Su delgadez y la cara de su mujer me dieron la pista de que la cosa era muy grave.

Acabo de regresar de su misa de funeral, de la que he tenido noticia diez minutos antes de la hora, mientras leía el periódico. Me he vestido a toda prisa. He pasado un mal rato, muy malo. Primero, al llegar y ver a algunos de mis profesores y maestros, porque me he sentido mayor; luego, cuando el director de mi antiguo colegio ha hablado de él al finalizar la misa de despedida; y sobre todo al dar el pésame a su hija. Al verme, me ha llamado por mi nombre, creo que extrañada por mi presencia, y excepto un «lo siento» que me ha salido en un hilo de voz bastante húmedo, no hemos hecho otra cosa que abrazarnos y besarnos. Me ha dado las gracias. Las palabras son poca cosa. Las personas somos poca cosa, pero los gestos nos ayudan. 
Bueno: algunas personas son muy importantes en nuestra vida, aunque ya hayan pasado a otra mejor. Y no tengo duda de que el Carnero, Don Jesús Carnero, ya está disfrutando de ella. Se la ha ganado. 

PD: Me habría gustado que mi entrada número 200 tuviera un cariz festivo. Quizá sea que mi profesor de matemáticas merecía un número redondo. 

domingo, 23 de noviembre de 2014

MÁS DE LA VIDA REAL, AUNQUE A VECES LO DUDO.

Salí ayer a comer en un restaurante de los que se adaptan a la crisis,  con nombre francés y platos internacionales, mientras alguien encuentra la solución y saca partido en las próximas elecciones. Parece que la excusa de que los locales céntricos exigen precios exagerados sólo es argumento para quienes estaban mal acostumbrados. Si jamás compartieron conmigo sus ganancias, no veo por qué ahora hay que compartir sus pérdidas, (¿cuándo se aceptará el vocablo "perdencias", que suena mejor que muchos otros admitidos por los sacerdotes de la RAE?), por vía privada ni pública en forma de subvenciones. Un dos por uno soluciona, por ahora, la liquidez de clientes y empresarios. Más vale poco que nada, creo yo. Ellos ganan (y yo gasto) menos, pero sigue habiendo negocio. En una mesa frente a la mía, cinco mujeres disfrutaban de una reunión familiar. Una de ellas me hizo gestos como de conocerme. En efecto, habíamos sido alumnos de la misma escuela universitaria, y charlamos, después de ubicarnos en nuestro pasado estudiantil, del trabajo y amigas comunes.
De vuelta a casa, entré en una tienda cercana recién inaugurada, como un todo a cien pero con mejor  o más pensada organización. Compré un par de cuadernos, uno de dibujo y otro de escritura, cuyo precio me pareció adecuado para, como suelo hacer, coleccionarlos, (mi poca pericia como escribidor y dibujador así lo aconseja). Si sigo así, no me quedará más remedio que utilizar alguno, aunque sólo sea por hacer hueco. Me da que es una tienda sueca o de la parte de Escandinavia, porque los rótulos me resultaron familiares, los nombres sonaban a otra marca de muebles bien conocida, y el laberinto también.
Ya en la calle, saludé a una pareja a la que suelo encontrarme en las misma zonas y bares de pinchos. Él confesó que tiene idéntica manía de comprar, almacenar y no usar los cuadernos, agendas, plumas estilográficas que yo. Me consuela no sentirme único, aunque tampoco cambiaría esta costumbre por alinearme, como decía una antigua amiga, en un grupo mayoritario. Ir por libre tiene esos pequeños inconvenientes y grandes ventajas.
Lo mejor llegó sin esperarlo, como es norma: una familia se empeñaba en que su hija, de pocos años, saludara a unos conocidos. Ellos insistían, en aras de la buena educación, en que les diera un beso.
-Ginebra, di hola.
Y la niña, quizá por venganza contra sus padres ultramodernos, hacía mutis.
Repasé mentalmente nombres que sonasen parecidos, pero no fui capaz: Jacinta, Genara, Gabriela... Quizá había oído mal. Pero no, no me cupo duda después del tercer intento. 
-Saluda, Ginebra.
Me quedé con la incertidumbre de si la cría era premium o de garrafón. Lo que no dudo es que hay padres que, presas de la modernidad, buscan y rebuscan para ser originales. A ellos les dedico este texto.

PD.- Hoy me niego a poner la tele. Ya he tenido este fin de semana mi cuota de "hechos reales".

domingo, 16 de noviembre de 2014

UN DÍA CUALQUIERA (BASADO EN HECHOS REALES)

Mientras estoy en un atasco insonoro, con mi coche descapotado, como mandan los cánones de la asociación contra el cáncer, me llama mi novia desde su loft con ladrillo caravista en el salón, mármol de carrara en los baños y la thermomix sin estrenar (¿dónde explica el manual cómo ajustar la tapa para evitar salpicaduras?) en la cocina con isla, península y archipiélago. Recién levantada, pero con el maquillaje y el pelo impolutos, no como mis pulmones, que respiran el monóxido, dióxido y hasta trióxido de carbono expelido por los vehículos que me rodean, todos conducidos y ocupados por modelos, se pasea por su casa, en la zona noble de la ciudad, enfundada en un salto de cama que enseña exactamente lo que quiere enseñar, ya sea frente a la ventana abierta, al agacharse para dar de comer a su gato de angora cruzado con siamés, o al arreglarse la uña del dedo gordo de su pie izquierdo, que muestra un ligero desperfecto por culpa de la incompatibilidad de su pedicura francesa con unos "manolos" aún un poco indómitos por recién adquiridos. La cobertura de su móvil Vertu no muestra debilidad en su ir y venir, la señal es invariablemente nítida. Me cuenta que la han llamado de una empresa de publicidad para ofrecerle un trabajo muy bien pagado por media jornada, a precio de jornada doble, que además  puede hacer en casa, porque es muy suya a la hora de ceder sus necesidades perentorias: peluquería, gimnasio, psicólogo, depilación láser y paseos tonificantes y culturales por la ciudad, ya sea un museo o el parque del centro. Entretengo la espera con música de fondo en el coche, que sonoriza la avenida entera, cosa que las bellas transeúntas agradecen con sonrisas indelebles, que significan alabanza de mi exquisito gusto musical y de mi elegante vestimenta. Me comenta de pasada que ha recibido varios wasaps de sus hermanas para invitarnos a un concierto de la filarmónica de Viena y a la cena posterior en los jardines del auditorio, a beneficio del montepío de pianistas mancos. Aunque me empeño en mostrar mi dentadura blanquísima, como si ella pudiera verla, se me encoge el estómago. Pongo la capota, suelto unos pocos juramentos, (no blasfemos), enciendo un cigarrillo y meto a empellones el CD de Camilo Sesto. 
Las películas dominicales de Antena Tres, basadas en hechos reales, tienen esas cosas. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

b vocal

Reconozco, con cierta vergüenza, que no asisto mucho a conciertos, cosa que para un músico resulta un tanto curiosa (algunos me ponen otros calificativos). Por algún motivo que se me escapa, entre muchos, tengo más fobias que filias al respecto, que provocan mi aburrimiento o cabreo al poco rato. El horario suele impedir una cena tranquila, porque te obliga a hacerla a deshoras, ya sea antes o después de las nueve. Por otro lado, hay pocos grupos que me gusten, y la mayoría de los que querría ver ya no existen o simplemente no actúan cerca de mi pueblo. Mi espalda clama clemencia a la media hora, por mor de mi precaria higiene postural, cuando no se trata de la manifiesta incomodidad del asiento. La sonoridad de determinados locales se aleja bastante del mínimo exigible para una correcta audición. Aún recuerdo la "distendida" charla que tuve con un técnico de sonido al que quise hacer ver que cuando un altavoz distorsiona, (o sea, chasca), el público se aleja del escenario y no se entiende la letra de las canciones, es que algo falla en la mesa. Su explicación profesional me resultó incomprensible y opté por acercarme a la barra, que era el punto más alejado de los bafles, y de paso pedirme otro gin-tonic. No me consoló el hecho de que el grupo prescindiera de sus servicios semanas después...
El sábado pasado sucedió algo sorprendente en mi breve curriculum como asistente a espectáculos musicales: me olvidé del asiento plegable de madera, de la cola previa, de la cena aparcada, y me sentí cautivado por el concierto sin excusa alguna.    
B vocal tiene esa grandeza de la música hecha por profesionales. Cinco cantantes llenaron casi dos horas sin descanso, con un espectáculo completo: música, humor, interacción con el público y, sobre todo eso: profesionalidad, que se escribe pronto pero se demuestra raramente.  
El humor, absolutamente blanco, sin recursos facilones ni de mal gusto, adereza sus voces afinadas y la perfecta sincronía, a lo que suman un engranaje sin fisuras, fruto de los muchos años de estudio y ensayos, esa tontería que se olvida a quienes creen que comprarse una guitarra o un micrófono es sinónimo de éxito, (no voy a dar nombres, que esta es una crítica bienintencionada sin mensajes paralelos), o que un pelotazo en radio-fórmula avala necesariamente la calidad. 
Para que todo fuera redondo escribí a su web, los felicité y, oh, fortuna, (como empieza su espectáculo), me contestaron al día siguiente, y de regalo me enviaron el cd que me faltaba para completar la colección con la "condición" de que se lo abone cuando vuelva a verlos, cosa que haré encantado. Y de paso, esta ha sido mi condición, me los llevaré de vinos, o pinchos, o copas, o las tres cosas, que para eso somos colegas desde esta semana. 
No tardéis en volver. Aquí os espero.


viernes, 3 de octubre de 2014

CIRCUNLOQUIOS

Como decía Paco Gandía, no el padre de mi queridísimo amigo Nacho, sino un humorista andaluz de los ochenta, que comenzaba sus actuaciones diciendo: "yo sólo cuanto casos verídicos".

Siete y diez de la tarde de hoy. Llaman a la puerta. Echo un vistazo por la mirilla (no telescópica). Veo a un chaval con chaleco de ONG. Mi vista no da para más. Abro.

-Buenas tardes, caballero.
-Buenas tardes, joven.
-No sé si nos conoce (dando por sentado que he leído el logo que le presenta).
-Por supuesto.
-Estamos haciendo una encuesta a personas mayores de treinta años.
-Tengo veintitrés.
- En ese caso no puedo seguir la entrevista.
Me mira. Me remira. Vuelve a mirarme.
-Feliz tarde.
-Feliz tarde, -respondo-.

Y aún dicen que el alcohol no conserva.

Pd.- Tengo cuarenta y nueve.

domingo, 14 de septiembre de 2014

PEQUEÑA GRAN MUJER

Acabo de escoger el tamaño mayor de letra como homenaje a la persona que, aun cuando hace años que me fui a volar por mi cuenta, sigue vigilando mis aleteos, tantas veces erráticos y demasiado obedientes a los golpes de viento que me descolocan en más ocasiones de las deseables para alcanzar la madurez, que nada tiene que ver con la edad.
Llegar a los ochenta es algo estadísticamente probable. Hacerlo con la mente y el cuerpo en perfecto estado es un premio que, sin duda, mi madre merece. Siempre he admirado a quienes, por encima de muchas virtudes, echan el velo de la humildad, que es virtud de los más grandes. Pero por suerte es este un velo traslúcido y mágico que aporta brillo a lo que trata de esconder. 
Los años y las necesidades de la posguerra la apartaron de la escuela oficial, echándola en la de la vida para asumir responsabilidades que hoy estarían vetadas por los derechos de la infancia, pero su entrenamiento prematuro la convirtió en persona sensata, responsable, cabal, juiciosa y cuantos sinónimos se quieran añadir. 

Veo que me está saliendo un texto deslavazado, pero no pretendo presentarlo a concurso.

Me consta, y aún se me saltan las lágrimas que me quedan al recordar el relato emocionado de su primer encuentro con mi padre (no voy a desvelarlo, aunque sé que despertaría envidias en las más románticas), que se casó por amor, ajena a la conveniencia o el interés.  

Era normal que entre cinco hijos uno saliera rarito, y fue a tocarle a este bloguero de pacotilla. Por eso soy bloguero. Por eso soy de pacotilla. 

Le hice pasar vergüenza con mi brazo sucio en el traumatólogo (le dijo que me había caído en un charco, por salvar mi honor, aunque luego me cayó una bronca). Discutió con otro, le sacó los colores con su fino humor meseteño, que se empeñaba en que mis pies eran normales (si vive, le demostraré con cuatro pasos que estaba equivocado). Les provoqué (mi padre también participó, y mis hermanos) un disgusto cuando de la corrida patriótica que era la mili me devolvieron a los corrales por blando de remos. Y me esperó a la puerta de casa, con el mandil extendido, al uso tradicional, el día que traje mi primer sueldo en billetes usados y sin marcar. Luego me fue devolviendo con creces, tanto en efectivo como en especie, mi pequeña contribución pecuniaria.  
Aprendí los rudimentos de la cocina un año (uno de varios) que andaba yo un poco perdido, al tiempo que a cantar y bailar jotas, en un remedo de "Con las manos en la masa", que veíamos juntos muertos de risa, en sesiones de tele plagadas de culebrones (Cristal, Doña Beija...) y muchas tardes caseras. 
Tras las charlas didácticas y un pelín largas de mi padre cuando pintaban bastos, ella ponía el epílogo con su mirada tranquila y unas pocas palabras. 
Y ahí sigue en casa mamá gallina, siempre pendiente de sus polluelos, y de nuestros polluelos, a los que creo que ya no pone bertorella rebozada porque suelen escoger el menú, dentro de un orden y sin lujos, para no hacer distingos cuando se invitan a comer con la abuela. 

Así que no juego porque desde pequeño supe que ya me había tocado la lotería. Gracias, mamá. Y felicidades, por tu cumpleaños y por las felicidades que nos has regalado, a quien  unió su apellido al tuyo  y al fruto quíntuple de esa unión.

PD.- Hay quien dice que me parezco a ti. Ya me gustaría.

martes, 9 de septiembre de 2014

NO ESTAMOS LOCOS...

Hace unos días me llamó un viejo conocido, periodista de RNE, para ofrecerme, más que pedirme, una colaboración como pianista en un programa protagonizado por locos. Resulta arriesgado, en estos tiempos (que me niego a calificar), el uso de palabras que llevan la mecha incluida, esa que encrespa, pone en jaque o directamente explota por salirse de la norma al uso, de lo políticamente correcto. Pero para mi sorpresa y alegría aún quedan personas cuerdas que llaman a las cosas por su nombre, que conocen la etimología de los vocablos, y saben distinguir el tono. Y esos cuerdos resultaron ser los locos, que ya son mis locos. Aún aturdido por su presencia, a medida que me los iban presentando, expuse mi duda, mi miedo, ese miedo compartido por la mayoría de la sociedad, y les pregunté si podía usar un repertorio con la palabra maldita, en castellano o inglés, para ambientar el programa. Todos, sin excepción, se mostraron más que satisfechos con mi propuesta, y puede que orgullosos de algún secreto modo por ostentar esa categoría que los diferencia, diagnóstico mediante, de la sociedad a la que pertenecen. Recibí la lección magistral con una humildad impropia en mí, una ducha repentina de realidad, y más aún cuando estuvieron charlando, preparando, discutiendo y definiendo el contenido del programa. Hacía tiempo, mucho tiempo, que no me sentía tan envuelto en ideas geniales, en compañía tan lúcida. Lo que les distingue es la valentía para reconocer su rareza, su estado excepcional, su visión diferente, y ponerse en manos de otras personas excepcionales. 
Ah: no son peligrosos, excepto para el stablishment. 

(Me permito incluir una postdata, por si arroja un poco de luz, y subrayar mi favorita. Ellos no tienen dudas, sólo los cuerdos).

PD.-
loco, ca.
(Quizá del ár. hisp. *láwqa, y este del ár. clás. lawqā'f. de alwaq, estúpidocf. port.louco).
1. adj. Que ha perdido la razón. U. t. c. s.
2. adj. De poco juicio, disparatado e imprudente. U. t. c. s.
3. adj. Dicho de cualquier aparato o dispositivo: Que funciona descontroladamente.La brújula se ha vuelto loca

4. adj. Que excede en mucho a lo ordinario o presumible. U. en sent. positivo.Cosecha loca Suerte loca

5. adj. Dicho de las ramas de los árboles: Viciosas, pujantes.
6. adj. Fís. Dicho de las poleas u otras partes de las máquinas: Que en ocasiones giran libre o inútilmente.
7. m. y f. coloq. Nic. y Ur. Entre jóvenes, u. para dirigirse o llamar a otro.
8. f. Hombre homosexual.
9. f. coloq. eufem. Arg., Cuba y Ur. Mujer informal y ligera en sus relaciones con los hombres.
10. f. coloq. eufem. Arg. y Ur. prostituta.
~ de atar.
1. loc. adj. coloq. Dicho de una persona: Que en sus acciones procede como loca.
~ perenne.
1. loc. adj. Dicho de una persona: Que en ningún tiempo está en su juicio.
2. loc. adj. coloq. Que siempre está de chanza.
a locas.
1. loc. adv. a tontas y a locas.
a lo ~.
1. loc. adv. coloq. Con inconsciencia o sin reflexión.
cada ~ con su tema.
1. expr. coloq. U. para comentar la excesiva insistencia de alguien sobre algo.



jueves, 4 de septiembre de 2014

... en el país de las maravillas

(El hombre es, sobre todo, un ser vivo. Por eso, cuando no encuentro respuestas, busco en la naturaleza, la gran obra de Dios. Por desgracia, lo hago a menudo, tan grande es la fragilidad humana). 

Ayer recibí la noticia, no por esperada menos dolorosa, del tránsito de una amiga a esa que llamamos "mejor vida". Para ser sincero y no caer en el tópico del día de las alabanzas, nuestra amistad era casual, no de íntimos, pero muy valiosa por su ejemplo. No es necesario el trato diario para apreciar a alguien, somos demasiados álguienes en este mundo como para subrayar en nuestra agenda a todos los que merecen la pena. Alicia estaba en ese grupo de personas con ángel, con encanto personal, tocadas por la varita mágica de la discreción y los principios basados en la fe cristiana de cuyas fuentes bebimos en desigual medida. 

Como algunas raras especies de plantas,  tuvo una breve vida en la que aprovechó para florecer, regalar su aroma y dejarnos con un marchitar digno, sereno (y cruel). No hay rosa, paradigma clásico de belleza, que huela largamente, ese es su destino, porque la suma beldad es efímera, aunque el recuerdo de esos pocos seres escogidos permanece en nosotros asociado a momentos excepcionales, cuando la obra de Dios se manifiesta con todo su esplendor y su crudeza injusta a los ojos mortales. 

Le tocó cruzar el espejo, como a la Alicia de Carroll, y no tengo duda de que en este instante se encuentra velando nuestra desasosegada existencia desde el país de las maravillas, obsequiándonos con su inquebrantable sonrisa desde el jubileo ganado con sus botas llenas de barro, satisfecha del camino que brevemente compartimos, aunque nos preguntemos por qué Dios quiso entregarle su premio antes de tiempo: quizá porque al salir de sus manos ya la echaba de menos, como nosotros ahora y decidió recuperarla cuanto antes.


martes, 19 de agosto de 2014

EL VINO QUE TE DEBO


No es tarea sencilla acertar en el momento justo con la palabra, con el hecho adecuado o preciso. Eugenio, mi suegro, se fue hace dos meses, invitado inesperadamente (o quizá tempranamente, porque todos lo esperamos pero sin prisa) por El Que Decide. Y ante ese convite no vale decir que no, así que respiró cuanto pudo el aire terrenal y  marchó a llenarse del celestial sin tiempo para  un último verdejo, de lo cual me culpo. Bien cierto es que no quise tener remordimientos, por si un postrero brindis en la cama del hospital hubiera podido acelerar su marcha en forma de efectos secundarios o contraindicaciones con alguno de los muchos medicamentos que tuvo que tragar por las distintas vías que los galenos inventaron para invadirnos el cuerpo de "boticas". Aunque nunca leí en prospecto alguno incompatibilidad con el vino blanco de la tierra, (él no era demasiado aficionado al vino de misa), preferí no arriesgarme o arriesgarlo, si bien sé que, de haber burlado la vigilancia de enfermeras y celadoras, no habría puesto pegas a echar un trago conmigo, por más que sonara a brindis de despedida. Yo  insistía en que se pusiera bueno para alegrar con su simpatía y bolsillo generoso a los clientes (más amigos que clientes), de su antiguo bar, el Moga-Rosa (ese nombre-homenaje a los apellidos de su estirpe), pero no hubo forma porque ya le habían sacado billete de ida. Entre pocas quejas, a días un poco mulón, y mucha paciencia, no hubo más remedio que acompañarle a tomar asiento en el único tren que, mal que nos pese, siempre sale a su hora. Aún me duele mi falta de decisión, y espero que no me lo tenga en cuenta, pero sabe que cada vez que abro una botella de verdejo me acuerdo de él. 

viernes, 15 de agosto de 2014

abandonARTE

A veces sucede que los mejores deseos se convierten en una nave ingobernable  que escapa del control. La pasión nos descentra y el esfuerzo no es suficiente, pese a las buenas intenciones, para llegar al puerto deseado. Un inesperado cambio de rumbo, un golpe de timón, un oleaje bravo nos llevan irremediablemente al naufragio. Desde la arena observamos los restos de la barca, astillados, y nos culpamos del desastre sin hallar la causa exacta, que suelen ser muchas. 
En términos menos dramáticos, he abandonado el proyecto ...ARTE. Esto no significa que no piense terminar el cuadro, pero lo haré sin prisa. Y se lo entregaré a la persona que ha pujado en cuanto esté listo. 


viernes, 8 de agosto de 2014

ensayARTE

Acabo de tener un "deyabí", aunque puede que no sea exactamente eso. Llámese como se llame, me ha venido a la cabeza que este blog fue creado para la leva voluntaria de cantores, y me da en esta generosa nariz que hace mucho que no menciono al Cuarteto Muzikanten, si es que lo he llegado a hacer. 

En un cuento de Coelho, (al que sigo poco por evitar la diabetes), la vecina de al lado se convertía, muchos años y desvelos después, en la esposa del desvelado, atribulado y avejentado autor. Tal fue la historia con mi cuarteto: acabé formándolo con conocidos de la infancia, amiguetes de la adolescencia, colegas de la juventud y amigos-para-siempre de la madurez (si el término "madurez" atiende sólo a edad).
En plena crisis pre-cincuenta, que va aventurando y dejando un rastro nada indoloro, siento la necesidad de hacer algo para no caer en la depresión (o en una depresión, no sé si es genérica como los medicamentos que nos prescriben por ahorrar a la seguridad social). 
Hace un año y medio comencé a ensayar con Eugenio, Toñín y David. Espero que antes de que acabe 2014 podamos estrenar el proyecto (palabra multiusos) en que andamos inmersos: un espectáculo musical-cómico-erótico-festivo que, ante todo, será la exaltación de la amistad, la ilusión y las ganas de compensar a nuestros amigos (no sólo a los de "me gusta") con un buen rato.
Prometemos firmar autógrafos sin poner mala cara, hacer "selfies" con los/las fans y vender cedeses dedicados.
Avisaremos de la gira (me encantaría decir que inminente), la promo, el cedé, el disco de oro, el disco chino (filipino) y el micro mecenazgo (por si vienen, que vienen, mal dadas).
Pd.- Como dice mi cuñado Ramón, "hay que estar ahí".
Pd2.- Del inminente proyecto "Banda sinfónica para petar estadios olímpicos a 200 euros la entrada, -grandes descuentos para familias numerosas-" se hablará en breve.
Pd3.- Besos, que parece que sólo sé pedir.

domingo, 3 de agosto de 2014

vertebrARTE


Prometí, allá por el lejano mes de julio (*), hacer un informe de mis avances en el asunto del cuadro. Cualquiera que se haya propuesto una tarea artística sin fecha de entrega sabe que está sujeta a los vaivenes del estado de ánimo (más aún que con fecha, que también, aunque los plazos tengan su peso). Cierto es que los comentarios al respecto influyen en el ritmo de trabajo que, aunque algunos crean que por ser una actividad ociosa está libre de injerencias, es fluctuante. Por otro lado, que es este mismo lado, un whisky de más o un clarete de menos modifican la percepción del tiempo, la prisa o las ganas. De igual modo, la música de fondo aporta ese plus que en ocasiones, muchas, demanda como contraprestación la pereza. No quiero ponerme pedante, pero un tal Bergson ya habló de la durée (*), algo así como el tiempo cargado de significado o cómo se acortan o alargan las horas según cómo nos sintamos.
Pese a todo lo anterior, el cuadro "cubista - conceptual - abstracto - constructivisa ruso - infantiloide - colorista" crece, aunque no se plasme de forma visible, y mi cabecita sigue desenmarañando el ovillo, o el cabo del que tirar. 
Agradezco las 47 visitas a mi blog, record absoluto, hace unos días. No sé con qué coincidió, pero mi vanidad se ha visto satisfecha.
Ya tengo una puja por la cantidad mínima. Con un poco de suerte, cubriré gastos. En estos tiempos deficitarios, comprobar que una sola persona apuesta por mí en lo artístico, y que de paso una ONG (por determinar) se beneficiará de su generosidad, me parece un hecho extraordinario (propio de alguien extraordinario).

miércoles, 30 de julio de 2014

ilusionARTE

Demasiadas veces se ha abusado del jueguecito de palabras, aprovechando "la coincidencia de la desinencia", como no dijo ningún sabio, sino yo mismo, recién llegado del médico con unos análisis sanguíneos de libro, pese a los impropios excesos propios del verano, y un estado de actividad que aprovecho para seguir con mi proyecto.
Puede resultar, de hecho es, engañoso el primer boceto. Hasta el último brochazo o pincelada, según se mire, nada tiene que ser necesariamente lo que parece. 
Una vez superado el empujón inicial, gracias al Cigales, vino clarete, como llamamos al rosado los de mi tierra, y a la poco conocida obra "Fantasies and delusions" de Billy Joel, el carboncillo traza unas líneas...
(Creo que me ha dado un "ataque de artista", justificando  la intrascendencia de un cuadro como si fuera la vacuna contra los males del mundo).

martes, 22 de julio de 2014

proyectARTE

Cuando uno no puede dejar de pensar en sí, de lamerse las heridas, se impone un cambio de rumbo, un golpe de timón. Cerré por vacaciones este blog hace unos días, para respirar y ya lo he hecho, a borbotones, a bocanadas, a pequeños sorbos. El agua se escapa por pequeñas rendijas, sólo es cuestión de tiempo que la piscina se vacíe.
Hoy toca sacar la cabeza. Y no por mí (o no sólo).
Voy a pintar de nuevo, con un objetivo diferente y asumiendo el riesgo, mínimo por otro lado.
A partir de hoy, voy a comenzar un cuadro. 130 x 97 cm. Hace años me dio por pintar, exponer(me) y mi relativa dedicación fue largamente recompensada.
Mi trabajo tendrá un precio mínimo de salida, para cubrir gastos: lienzo, pintura acrílica y agua. Pinceles, trapos, jabón. Yo pago mis cafés, mi chupito, la música de fondo. Lo demás será una puja al uso: el que más chifle, capador. A partir de 100 euros. Regalo mi mano de obra.
Cada día que trabaje, que no será a diario, iré dejando el informe: la música que pongo, lo que bebo, incluso lo que me pasa por la cabeza. Y por supuesto, el estado del cuadro, con una foto. Así no comprarás a ciegas. Puedes pujar, desdecirte, bajar el precio. Echarte atrás el último día. Yo seguiré pintando. Lo peor que puede pasar es que me quede con mi cuadro, (tengo algunos más en casa). Tampoco es tan malo conservar el producto del esfuerzo propio (muchas veces, lo sabemos todos, se lo queda otro).
Cuando termine, en función de quién sea el "afortunado", acabaremos el trato: tú ingresas la mitad de lo acordado (soy un hombre de palabra) en una ONG, asociación benéfica, salvas una ballena, un tigre, aunque prefiero salvar personas indefensas; luego me envías escaneado el documento que acredite haber satisfecho la mitad del importe, y después quedamos para finiquitar el asunto: te entrego tu cuadro y tú la otra mitad a mí. Yo pago el vino.
Ese es el trato.
fb y mi blog serán testigos.
pd.- las ofertas, en mensaje privado, por no dar pistas al enemigo.


domingo, 13 de julio de 2014

C´EST FINI / CERRADO POR VACACIONES



Tantas cosas hay que no entiendo que procuro no sufrir por no entenderlas, aunque rara vez lo consiga. 

Debido a otras ocupaciones, preocupaciones, aún pendientes de orden en esta cabecita mía, suspendo "sine die" la poca actividad de este blog. 

Gracias a mis pocos pero fieles seguidores. Algunos censados (o cansados), otros/otras no.

Pd.- Me encanta el francés, incluso con acento de la meseta, pero no lo hablo. Me encantan las lenguas, aunque una más que ninguna otra.






Lamento la desilusión, si alguien se hubiera ilusionado.



sábado, 12 de julio de 2014

LIBRITOS PARA ADULTOS

Si algo tiene el verano, las vacaciones, es que se dispone de más tiempo para menesteres que uno no puede atender debidamente durante el resto del año: echar la siesta, ver el mar, comer paella, aburrirse en la playa, divorciarse, comprobar que la prensa es igual en cualquier provincia, y leer casi lo que te caiga en las manos. Sobre este último particular acabo de tener una experiencia que voy a comentar, pues me parece digna de tal honor (modestia aparte).
El periódico local ofrece una colección de "novelas" de fin de semana, todas ellas de igual temática, quizá subvencionado por el gobierno para combatir el decrecimiento vegetativo y fomentar la natalidad. Como el precio era ridículo (aún no sospechaba que iba en relación directa con el propio librito), lo compré para llenar los ratos en que la tablet se está cargando. Y en un hueco entre comida y siesta le eché un vistazo. El argumento es como una especie de matrioska: las amigas de la protagonista le regalan un libro erótico para mujeres, y la autora, ya de paso, escribe otro de igual contenido. Esta tiene un blog para ayudar a futuros escritores (ella se llama y los llama novelistas) que aparece entre los más visitados o recomendados de una lista que, a mi parecer, resulta poco fiable, considerando lo que pude leer hasta que la risa me dejó ver. La cosa tiene su miga cuando la consejera novelista suelta diamantes en su obrita de 124 páginas de tantos kilates como los que voy a copiar:
"Dándome un susto que no esperaba". Los sustos y las sorpresas, cuando se esperan, pierden gracia.
"Trabajo en mi casa particular", no en mi casa ajena ni en multipropiedad (y cuando llueve se moja, como las demás).
"Me sentó como un jarrón de agua fría". Un simple jarro se le quedaba pequeño.
"No dejaba de mirarme con aquella mirada firme". Mirar con el tacto o el olfato no es de recibo.
"Sentí la obligación de aclarar el mal entendido". Si no he entendido mal, sería un malentendido.
"Grité bajito". A menos que vociferase a una persona de baja estatura (que tampoco estaría bien expresado por falta de dos puntos y comillas), la protagonista tiene un cuadro de difícil dictamen para un otorrinolaringólogo.
"Apegándose a mi trasero". Por mucho apego que le tuviera, que lo tenía, con pegarse al trasero le habría servido para sus fines lúbricos.
"Esos abdominales perfectos marcados en su abdomen". Si los hubiera tenido marcados en otra parte, el sujeto sería abominable. 
"El silencio era ensordecedor". Como metáfora tiene su gracia, aunque nos parece un silencio un poco díscolo.
Y la joya de la corona: "La diablilla se lo pasaba pipa pinchándome con su tricornio en el culo". Sin duda se trataba de una diabla guardia civil.

Sólo quiero prevenir a los incautos como yo, y aconsejarles la lectura de novelas de verdad. No voy a mencionar el título ni el nombre de la autora ni su blog. Sería más publicidad y además en este mundo hace falta gente con la autoestima alta (bueno, quizá no tanto).

Pd.- Dedicado a Manuel García Viñó, fallecido el año pasado, y a su "fiera literaria" que se quedó huérfana, cuyo método crítico acompasado me he permitido usar. 


viernes, 2 de mayo de 2014

ENCAJE DE BOLILLOS

No es explicable por qué mi musa pequeñita me abandona durante meses y regresa con aguijón de abeja enfadada para ponerme en modo "on-fire" en apenas dos días.

Aprendí de mi padre la expresión "hacer encaje de bolillos" como sinónimo de emprender una tarea ardua, complicada y que requiera precisión. Como mi padre (que hoy celebraría su quincuagésimo-sexto aniversario de boda) era poco amigo de vaguedades lingüísticas, hago mía su sentencia. Tengo un baúl lleno de sus consejos, refranes y dictámenes de diferente pelaje que llevo conmigo. La casualidad ha querido que hoy aparezca mi querida Maricruz surcando una ola que ha venido a salpicar mi lenta tarde de viernes. Ella forma parte del escogido elenco de actores que por variopintos motivos se han cruzado en mi trayectoria. Y por mor de la fortuna es bolillera (sugiero que algún malpensado e indocumentado evite los chistes baratos). Así que los bolillos son los protagonistas, y por ende mi padre y Maricruz, que seguro que se caerían bien.

El siglo XXI se llevó de calle muchos logros (que ahora regresan para nostálgicos), por obsoletos. El aceite de oliva fue, durante años, demasiado gordo, quizá por algún excedente de girasol. Los huevos producen colesterolemia en los años impares. El orgasmo clitorídeo y el punto G existen cuando gobiernan unos. Fíate y no (te) corras.

Pese a los consejos institucionales, perviven tradiciones no discutibles, no tendenciosas, no interesadas. Entre ellas está la de hacer bolillos, preciosista manufactura. A quienes les pique la curiosidad, sugiero una vuelta por esta página: 

http://www.elrincondelbolillo.com/