No es explicable por qué mi musa pequeñita me abandona durante meses y regresa con aguijón de abeja enfadada para ponerme en modo "on-fire" en apenas dos días.
Aprendí de mi padre la expresión "hacer encaje de bolillos" como sinónimo de emprender una tarea ardua, complicada y que requiera precisión. Como mi padre (que hoy celebraría su quincuagésimo-sexto aniversario de boda) era poco amigo de vaguedades lingüísticas, hago mía su sentencia. Tengo un baúl lleno de sus consejos, refranes y dictámenes de diferente pelaje que llevo conmigo. La casualidad ha querido que hoy aparezca mi querida Maricruz surcando una ola que ha venido a salpicar mi lenta tarde de viernes. Ella forma parte del escogido elenco de actores que por variopintos motivos se han cruzado en mi trayectoria. Y por mor de la fortuna es bolillera (sugiero que algún malpensado e indocumentado evite los chistes baratos). Así que los bolillos son los protagonistas, y por ende mi padre y Maricruz, que seguro que se caerían bien.
El siglo XXI se llevó de calle muchos logros (que ahora regresan para nostálgicos), por obsoletos. El aceite de oliva fue, durante años, demasiado gordo, quizá por algún excedente de girasol. Los huevos producen colesterolemia en los años impares. El orgasmo clitorídeo y el punto G existen cuando gobiernan unos. Fíate y no (te) corras.
Pese a los consejos institucionales, perviven tradiciones no discutibles, no tendenciosas, no interesadas. Entre ellas está la de hacer bolillos, preciosista manufactura. A quienes les pique la curiosidad, sugiero una vuelta por esta página:
http://www.elrincondelbolillo.com/
1 comentario:
Muchísimas gracias, por tu comentario, y eso que no te llevas comisión, aunque se puede tratar.
Besos, MC
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