A poco de entrar en San Benito, ya me miran mal por saltarme (sin darme cuenta) el turno para echarme gel hidroalcohólico. También para meter una moneda en el lampadario, que unos días enciende veinte velitas a pilas y otros cinco (Iberdrola sabrá). No sé si hay carril bici para comulgar. Hace años que no lo intento ni con Omeprazol.
Decidí cambiar de itinerario para volver a casa. Antes había dos mujeres a la puerta, pero solo queda una, que cambia de lado para pedir favores pecuniarios de los fieles. Espero que la otra esté bien, pero me da mal fario. Una vez las vi discutir muy acaloradamente con cruce de insultos, pero no quiero pensar mal.
Escojo, por variar, el paseo paralelo al río (no el de Zorrilla, que también lo es pero lo conozco de memoria), que es peatonal-runneral-ciclistal al tiempo. Los corredores miran mal a los paseantes cuando invaden el carril que unos y otros creen suyo a falta de señales que lo aclaren; los ciclistas a los corredores y a los paseantes...; los ciclistas lentos a los rápidos, los corredores rápidos a los ciclistas lentos..., en fin, todos me miran mal, nos miramos fatal. Los patos graznan si me acerco demasiado a la orilla, no vaya a ser que me ponga a nadar y los azulones a los blancos, tiene cojones ir de limpio con la que está cayendo. Los piragüistas miran mal a los patos, y los cormoranes al cocodrilo que campa por sus respetos desde que se le escapó a alguien (yo sé a quién, pero no lo diré) y les quita el almuerzo.
Bueno, no todo es tan grave. He tenido un día tranquilo, de esos en los que todo te la...
Y voy sin mascarilla.