Aquella noche era como todas las noches iguales: hacía frío, fresco, normal para la época y simplemente qué más da cómo hiciera, el caso es estar todo el día hablando del tiempo, quejándose de la lluvia, del viento o de los charcos y de paso atacar al alcalde porque no pavimentó bien el paseo y las losetas saltan a nuestro paso. Pues si quieres, sube a casa, a ver cómo tienes tú el suelo, que da asco, hace más de un mes que no pasas el aspirador, hay que ser vago, que te regalaron uno de esos que barren solos y luego se acurrucan en un rincón como un perrillo, pero ni por esas, que eres incapaz de enchufarlo, bueno, ni de sacarlo de la caja, si es que sabes dónde lo guardaste. Y tiene bemoles que luego vayas despotricando porque la gente escupe en la acera, y los perros hacen caca, coño, si quieres se la guardan en las tripas hasta que revienten. No digo que no puedas quejarte, pero una cosa es eso y otra estar todo el día como una mosca, zumbando, que si no hay derecho, que menuda vergüenza. Mira, una cosa bien clarita te digo: como sigas así no te va a aguantar ni tu padre, que tienes cuarenta años más de los cuarenta que tienes. Scrooge a tu lado era un bendito y mira que hasta Bell lo plantó. Pero es que a ti te habría dejado hasta la mismísima Madre Teresa.
Bueno, hacía una noche de perros, pero de perros callejeros y pulgosos, que dan más ascazo. Pero me dio lo mismo. Cené lo que me pusieron sin rechistar, que era gratis y tampoco estaba tan mal. Si acaso un poco saladillo, pero para eso me bebí botella y media de tinto. Alegría, alegría, que es Nochebuena, ah, no, que ya es Nochevieja, qué más da. El caso es ponerse morado y bien contento de haber pasado un año más, de la manera que sea, que un año son doce meses, doce causas, doce sueldos (y las extras prorrateadas), doce pagos de la hipoteca, otros doce del coche, y doce hombres sin piedad.
¿Qué hago cenando con unos calzoncillos rojos, que me están taladrando la entrepierna? ¿Cómo coño ha ido a parar mi alianza al fondo de la copa de cava? ¿Por qué mi cuñada me busca el morro, "un día es un día", dice? Pues si llega a ser una noche, me mete en un lío. Por cierto, no besa mal, pero lo de la lengua lo veo innnecesario e incluso arriesgado para las fechas que corren (con la cantidad de cosas que se quedan entre las muelas), y su hermana achispada está enseñando el suje... a los otros cuñados. ¿Será un mal genético? Por Dios, que no lo sea, o que alguien le quite la copa a mi suegra.