lunes, 26 de diciembre de 2022

RAROS Y JINGLE BELLS

 

 Mi amiga Clara dijo un día, no sé si el que me conoció (solo me había visto en foto, teñido de rubio por una promesa en el Camino de Santiago, y le costó identificarme): «para ser amigo del Fuentes y del Niño (Germán es el niño), no eres tan raro...». «Pero tienes tu cosa» —quise entender. 

 A Clarita le debo este blog. Ella lo creó, me pasó el enlace y le puso nombre y clave de acceso. Los cambié por mnemotecnia (no apunto mis passwords, pero tengo mi método), no por desconfianza. Clara sabe marcar distancias entre lo amistoso, lo privado y lo íntimo. 

 "Mi cosa" venía de lejos, pero se manifestó en su esplendor cuando conocí a Germán, y después al Fuentes y a Clara. Sus rarezas se me contagiaron, y tardé en darme cuenta de su importancia. Las casualidades, los hados, la fortuna, la providencia o el destino (según se les quiera llamar, creencias mediante), la vida, en suma, nos va moldeando. Otros amigos, de los de siempre, tenían y tienen lo suyo, y sus opiniones dejan huella. Algunos ni lo sospechan, pero a todos les debo algo, incluso a los ejemplos negativos (hay quienes dejaron su impronta y desparecieron, benditos ellos, que nunca volvieron a dar señales, ni falta que hace: ya no son amigos). El aprendizaje se muestra de múltiples formas. Llevo más de treinta y dos años ejerciendo la profesión de docente sin olvidarlo. Mis chicos, chicas, chic@s (el lenguaje inclusivo choca con la gramática, que será chikes, pero hay que forzar lo inforzable)... que no son tontos pese al Fornite (así lo digo en clase, y se mean), al Quevedo y la Rosalía (los apócrifos, huelga decirlo, que quienes me leéis lo tenéis claro, espero, no daré más pistas), al reguetón y la madre que lo parió sin epidural, aprenden y desaprenden a ratos.

 No sé por qué han salido estos tres (y más que no cito con nombre, aunque estoy seguro de que alguno se sentirá subrayado) en estas fechas de desparrame, cachondeo, excesos (o compensación de defectos) y sendas excusas. Escribo porque ayer fue fiesta grande trasladada a hoy; porque he ido al tanatorio (pasando por aquí y por ahí) a despedir a un señor de sesenta y tres años (tengo cincuenta y siete y me ha dado por pensar...), cuya hija fue alumna mía y hoy es compañera (la vida te pone y quita, esclavos y señores); porque he dormido nueve horas (sin resaca, gracias a San Omeprazol); porque este blog es mi terapia gratis (que no lo sospechaba hasta que hace un año empecé a pagar a un psicoanalista), la de verbalizar y pensar; porque pasé la Nochebuena sin discutir (comiendo y bebiendo poco, que los órganos tienen sus conexiones y es mejor cortarlas); y porque escucho más que hablo. Y leo más de lo que escribo.