domingo, 10 de febrero de 2019

MARINATIDESANTIAGO

Nunca me quedó claro cómo escribirlo. Ni el nombre ni el apellido. Es cuestión menor. Para mí era Marinati —aún dudo de la griega o la latina—, todo seguido, tal como se pronuncia. Y lo sigue siendo, porque las personas que pasan por nuestra vida con intensidad que supera el tiempo, llegan y se quedan. 

El omnipresente Onrubia tuvo la culpa, o mejor dicho, fue el responsable —¿cómo podría culpar a Jose (sin tilde, como los de barrio de toda la vida) de presentarme a una de las hermanas de Santiago (injusto sería olvidar al resto del triunvirato, Chola y Maribel, aunque tengan menor predicamento público)?—. 

Alguno me acusa de ir de protagonista en vidas ajenas. Coño, ¿qué quiere usted que haga si tengo la suerte de cruzarme en el camino de personas importantes? Pues enmarcarlas y salir en la foto. Usted, ¿qué haría? Ah, ya caigo: un selfie. Lo mismo que yo, pero me tomo la molestia de ponerlo en letras, sin foto. Cámara tenemos todos. Pluma unos pocos.

El "gubias" (Onrubia, en dialecto Panizo del "corteinglés") me llamó.
—Oye, que necesitamos un intérprete —lingüístico— para Juventudes musicales.
Venían de fuera, de la pérfida Albión, pianista y violinista, y la infraestructura era poca. Ahí suelo caber. Nichos de mercado.

Hice lo que pude, gramática mediante. Me invitaron a la cena posterior. Le caí bien a Marinati, e insistió en recuperarme para la causa perdida (Onrubia es amigo, y me vendió como pianista errático).

De los dos meses y medio como alumno me quedó la sensación agridulce de "los años perdidos". "Nunca es tarde" es la frase buenista. Para mí no, pero decidí probar, por si acaso.

Cuando recuerdas a alguien que te puso en tu sitio, sea el que sea, sin "hellokitties" o "misterguonderfuldeloshuevosful", con cariño y sin acritud, tiene que ser por algo. Y, tengo que reconocerlo, Marinati me puso en mi sitio, sobre todo el día en que me mandó al suelo de una culada, —de la banqueta de un Petroff de gran cola a la moqueta— después de maltratar a Mozart. Entendí la metáfora. Vivíamos una realidad distinta, aunque me dejó compartirla durante unas semanas. 

DEP, Marinati. Te lo ganaste.