viernes, 12 de agosto de 2016

MISCELÁNEA OLÍMPICA

La mayor atracción televisiva para quienes no podemos costearnos tres semanas en el extranjero es la transmisión/retransmisión de los juegos olímpicos. RTVE dedica gran parte de su horario a emitir las pruebas de todas las disciplinas deportivas. Uno descubre deportes que raramente aparecen por la parrilla, como el rugby a siete, que según he leído tiene más de un siglo de historia, o la halterofilia ("arteriofilia", como decía un amigo de mi padre). En mi opinión no todos tienen el mismo mérito. No es igual jugar al fútbol que montar a caballo, porque en el primero sólo necesitas un balón y en el segundo un caballo, que no tienen el mismo precio. Tampoco es lo mismo montar en kayak que en una embarcación a vela. Lo bueno es que todas las medallas nos saben igual desde el sillón, donde nos convertimos en patriotas (a menos que la TV3 se invente, como hizo el sábado cuando un ciclista ganó diploma olímpico, una nacionalidad que aún no existe, tiempo al tiempo), jaleando las pocas victorias que los españoles y sobre todo las españolas obtienen. Me complace comprobar la superioridad de las mujeres de este país sin necesidad de cuotas, que es una forma de demostrar que ni falta que les hace. Quizá sería demasiado riesgo para los machos competir contra ellas en deportes en los que la superioridad física no es determinante, como el tiro con arco, pistola, carabina o al plato. 

Hace unos años se puso en boga llamar preseas a las medallas de toda la vida. Supongo que algún periodista encontró la palabra perdida y le dio vidilla. En esta ocasión hay menos preseas y más medallas, por mor de la moda. Confío y espero que lo de "en plan" desaparezca cuanto antes.

Norafricana (como acaba de decir la cronista de natación) no es igual que afroamericana, ese bonito eufemismo para definir sin ofender a la nadadora negra de EEUU que ha ganado la medalla de oro en cien metros libres, o lisos como he oído antes de frotarme las orejas (sólo faltaba que pusieran vallas en la piscina). Gracias a los negros, perdón, atletas de color, los americanos (otra duda que me asalta, ¿por qué los naturales de EEUU se hacen llamar americanos, como si el resto de naciones del continente no existieran?) se llevan docenas de medallas en atletismo, baloncesto y boxeo, por ejemplo. Para eso no les estorban, supongo.

Tampoco vale o cuesta tanto una medalla si la gana alguien que tiene un sueldo de varios millones de euros como si es quien alterna sus entrenamientos con un trabajo en la policía nacional. Renaldo Neemiah, ex-recordman mundial de 110 metros vallas, se pasó al fútbol americano y comprobó que algunos de sus compañeros corrían más que él, pero es normal, porque los atletas ganan menos que los futbolistas y por eso con frecuencia practican atletismo en EEUU los que no pueden acceder a deportes con mayor atractivo pecuniario. 

Otra curiosidad del deporte patrio es la obsesión por ponerle un segundo nombre a los practicantes (no a los de las inyecciones, que son ATS). Por ejemplo, son leones (y leonas) los/las del rugby; gladiadores (y gladiadoras) si juegan al balonmano; y por encima de todo ello, ostentan orgullosos una camiseta que no es la española, sino "la roja" (bonita herencia nos dejó Luis Aragonés). (Me disculpo por la reiteración en el cambio de género, pero a estas alturas uno no sabe cómo hacerlo sin que le llamen facha o machista). Hace años se oía con frecuencia lo de ondinas, que sonaba a sirena, pero no sé si ondinos es correcto para referirse a nadadores varones, aunque estaría gracioso.

Más peculiaridades: por lo visto, las federaciones respectivas deciden la indumentaria, salvo excepciones con las que no osan meterse (cosas de la religión): las chicas de voley-playa llevan una braguita que atrae y distrae a partes desiguales. Las del voley sin playa, pantaloncitos cortos y traviesos. Las waterpolistas, trajes de baño con menos tela de la necesaria para tapar las partes pudendas en caso de juego sucio y subacuático (para que luego digan que el agua es limpia). Si yo fuera mujer y deportista, lo cual es imposible, me declararía en huelga. El que quiera ver carne o pescado, que se vaya al mercado. 

Me ha salido un "totum revolutum", pero eso son los juegos olímpicos...