Reconozco, con cierta vergüenza, que no asisto mucho a conciertos, cosa que para un músico resulta un tanto curiosa (algunos me ponen otros calificativos). Por algún motivo que se me escapa, entre muchos, tengo más fobias que filias al respecto, que provocan mi aburrimiento o cabreo al poco rato. El horario suele impedir una cena tranquila, porque te obliga a hacerla a deshoras, ya sea antes o después de las nueve. Por otro lado, hay pocos grupos que me gusten, y la mayoría de los que querría ver ya no existen o simplemente no actúan cerca de mi pueblo. Mi espalda clama clemencia a la media hora, por mor de mi precaria higiene postural, cuando no se trata de la manifiesta incomodidad del asiento. La sonoridad de determinados locales se aleja bastante del mínimo exigible para una correcta audición. Aún recuerdo la "distendida" charla que tuve con un técnico de sonido al que quise hacer ver que cuando un altavoz distorsiona, (o sea, chasca), el público se aleja del escenario y no se entiende la letra de las canciones, es que algo falla en la mesa. Su explicación profesional me resultó incomprensible y opté por acercarme a la barra, que era el punto más alejado de los bafles, y de paso pedirme otro gin-tonic. No me consoló el hecho de que el grupo prescindiera de sus servicios semanas después...
El sábado pasado sucedió algo sorprendente en mi breve curriculum como asistente a espectáculos musicales: me olvidé del asiento plegable de madera, de la cola previa, de la cena aparcada, y me sentí cautivado por el concierto sin excusa alguna.
B vocal tiene esa grandeza de la música hecha por profesionales. Cinco cantantes llenaron casi dos horas sin descanso, con un espectáculo completo: música, humor, interacción con el público y, sobre todo eso: profesionalidad, que se escribe pronto pero se demuestra raramente.
El humor, absolutamente blanco, sin recursos facilones ni de mal gusto, adereza sus voces afinadas y la perfecta sincronía, a lo que suman un engranaje sin fisuras, fruto de los muchos años de estudio y ensayos, esa tontería que se olvida a quienes creen que comprarse una guitarra o un micrófono es sinónimo de éxito, (no voy a dar nombres, que esta es una crítica bienintencionada sin mensajes paralelos), o que un pelotazo en radio-fórmula avala necesariamente la calidad.
Para que todo fuera redondo escribí a su web, los felicité y, oh, fortuna, (como empieza su espectáculo), me contestaron al día siguiente, y de regalo me enviaron el cd que me faltaba para completar la colección con la "condición" de que se lo abone cuando vuelva a verlos, cosa que haré encantado. Y de paso, esta ha sido mi condición, me los llevaré de vinos, o pinchos, o copas, o las tres cosas, que para eso somos colegas desde esta semana.
No tardéis en volver. Aquí os espero.
El humor, absolutamente blanco, sin recursos facilones ni de mal gusto, adereza sus voces afinadas y la perfecta sincronía, a lo que suman un engranaje sin fisuras, fruto de los muchos años de estudio y ensayos, esa tontería que se olvida a quienes creen que comprarse una guitarra o un micrófono es sinónimo de éxito, (no voy a dar nombres, que esta es una crítica bienintencionada sin mensajes paralelos), o que un pelotazo en radio-fórmula avala necesariamente la calidad.
Para que todo fuera redondo escribí a su web, los felicité y, oh, fortuna, (como empieza su espectáculo), me contestaron al día siguiente, y de regalo me enviaron el cd que me faltaba para completar la colección con la "condición" de que se lo abone cuando vuelva a verlos, cosa que haré encantado. Y de paso, esta ha sido mi condición, me los llevaré de vinos, o pinchos, o copas, o las tres cosas, que para eso somos colegas desde esta semana.
No tardéis en volver. Aquí os espero.
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