lunes, 21 de diciembre de 2009

LA JOYA DEL NEOMOZÁRABE

Corría una mañana de 1968 o 69, y corrían a la par las entonces cristalinas y crecidas aguas del Esgueva. A la par que las aguas, corría atontadamente yo (el atolondramiento en el correr siempre me fue algo muy propio, y aún lo sigue siendo). La humedad, el barrillo y la arena acumulada en las márgenes de cemento facilitaron mi inmersión, cual inopinado bautismo. La intuición, esa ciencia infusa con la que nacemos los seres indefensos, me hizo pedir socorro, e incluso creo que exclamar "que me ahogo". No hubo caso, porque mi hermano y un amigo se encargaron de sacarme del Jordán y llevarme de vuelta a casa, donde mi madre nos abroncó (demasiado poco) y me puso ropa de una de mis hermanas (demasiado cruel). En un aparte, me pidió que no contase una palabra a mi padre cuando llegase del trabajo, cosa que respeté hasta que muchos años más tarde, paseando con él por la orilla del río que me vio renacer, le conté la aventura. Se limitó a decir: "Cómo es tu madre".

Y en efecto, mi madre es como la iglesia de su pueblo: impactante en su sencillez, desprovista de adornos pero a la vez catedralicia con las pequeñas ermitas que somos sus hijos, (los hijos políticos también lo son en la Seo Cipriana), y también sus nietos.

Con paciencia me enseñó a pochar cuando se llamaba sofreir, entre bailes y cantos regionales, sobre todo jotas castellanas, en la cocina de casa, muertos de la risa. Y a hacer masa para croquetas, guisar carne con alcachofas, pollo con verduras, lentejas y más platos básicos de la dieta mediterránea. Remedábamos el programa de Elena Santonja, "Con las manos en la masa", y como ella nos parecía un poco petarda, imitábamos sus chistes malos, las entrevistas de perfil bajo (se notaba que era la esposa del productor del programa, Jaime de Armiñán) y hacíamos la comida como dos chiflados. Luego Arguiñano nos superó, pero sólo en la chifladura.
Todo lo que sé de hacer comiditas se basa en lo que aprendí entonces. Y muchas cosas de las que sé, (de lo que no es hacer comiditas), también se las debo. Así que se lo voy pagando en abrazos los miércoles. Me harán falta muchos miércoles aún para saldar mi deuda. Y en eso confío.

domingo, 20 de diciembre de 2009

MI MADRE, CIPRIANA, TRISÍLABO HAGIOGRÁFICO. POR VARIOS MOTIVOS.


Si alguien no se ha quedado de piedra ante la belleza serena de mi madre (que si hubiera sido actriz tendría más fans que la mayoría), paso a versar (o prosar) sus méritos. El post anterior sólo era el prefacio, pero mi madre necesita, requiere, merece más, mucho más, todo más. Y eso será en el siguiente texto.

LA SEÑÁ CIPRI, LA RÁPIDA

Dice mi madre que nací solo, sin médico de guardia a la vista, lo cual no me choca en absoluto, porque si hay alguien enemigo de lo superfluo (no me extrañaría que a estas horas algún pedante hubiese acuñado el término "hiperfluo"), ese es mi madre (el enemigo, digo). Así que imagino que le parecería que a las siete de la mañana de un uno de marzo presumiblemente ventoso, (y ya se sabe que la tierra solo pertenece al viento, como dicen que dijo un indio, que no era indio por el error de Colón, sino pielroja, o amerindio, minoría étnica acá, mayoría antaño, esto de argumentarlo todo no tiene límite... ah, y polvo somos, o sea tierra, y al polvo volveremos, "pulvis et nullis") no era cosa de ponerse pesada en el parto y me dio a luz a la velocidad de la luz, quod erat demonstrandum. He llegado a pensar en ocasiones depresivas que mi alumbramiento fue un presagio de mi vida, por lo que acabo de confesar, pero en momentos más lúcidos tiendo a mostrarme más justo y equitativo en el reparto de tareas no domésticas. Aunque me bandeé bastante bien solo, y hasta diría que fui un pionero en el arte del manejo propio (léase "me he vuelto loco en la mili" hasta que no pude fingir más), es de justicia (no del ministerio, que estoy hablando en serio) reconocer méritos ajenos. Si mi madre me parió sin protestas ni demora (como ha hecho todo a lo largo de su vida) fue por no dar espectáculo (del latín spectare, mirar, y del castellano, trasero) ni poner más nervioso a quien venía con nervios de serie, o sea, mi padre. He aquí su primer servicio comunitario, por cuanto hoy mismo podría interponer denuncia ante la autoridad por negligencia médica, cosa que no sucedió porque mi adorada progenitora desconocía la ley pero conocía las "mores" y el sentido común. Y más aún, otro servicio de solidaridad: "si soy capaz de parir sola, ¿para qué coño necesito a un médico, con la de madres histéricas que habrá, y las que quedan por venir?". Sea lo que fuere lo que pasó por su cabeza, aquí estoy, vivo y cabeceando.