viernes, 14 de agosto de 2009

CAMBRIDGE Y OTRAS HIERBAS BRITÁNICAS, COMO EL TÉ




Pidiendo perdón por anticipado por la ausencia de tildes, que sustituiré por apóstrofes hasta mi vuelta a casa, comienzo este relato épico.


Quince días dan, según dónde y cómo, para mucho o para nada. En este caso que me ocupa, para más que mucho.


Pensaba yo, en mi inocencia cuarentañera, que dejaría de fumar. Bueno, algo he conseguido: casi he dejado de comprar tabaco, menudos precios, aquí sale carísimo enfermar de todo lo que pone en las cajetillas, con texto por delante y fotos por detrás, para que sepas que, aparte de la enfermedad misma, morirás en la indigencia. Eso son medidas coercitivas...


Los castellanos y leoneses del CLIL 2 fuimos confinados a un curso sin extranjeros, quizá para no contaminarlos o como castigo para el profesor, en este caso profesora, por haberse portado mal a lo largo del año. Ni siquiera nos dieron el título al finalizar, porque la JCYL tiene que supervisar la memoria final, no sea que nos hayamos pirado las clases.


Para los no iniciados, CLIL significa algo así como "Dar clases de cosas que no sean la de inglés en inglés". Lo del bilingüismo y tal, vamos.


Os diré que la vida en Cambridge resulta agradable si te concentras en esquivar a los turistas, los ciclistas y los estudiantes que te invitan (luego cobran) amablemente a hacer punting, que es como ir en góndola, pero por el Cam river, con más tráfico que la M.40 en hora punta. Como son chavalitos majetes y futuros lords o sirs británicos, no entienden de regateo, así que es fácil embaucarlos con artimañas hispanas para conseguir rebajas.


Los horarios en UK son estrictos, y aunque confunden la comida con el almuerzo y la cena con la merienda, y para colmo no hay cena, porque ya te dieron de merendar aunque no tuvieras hambre, la cosa se lleva medianamente bien si tienes un estómago a prueba de bombas, que yo no pero casi (pero casi reviento), y comes cuando te sirven y no cuando te apetece. A poco observador que uno sea, se da cuenta de que la carne de ternera del lunch (léase "lanch") se convierte en lasagna en el dinner (léase dina), y las verduras de guarnición en lasagna vegetal. Creo que tiene que ver algo con la evolución de las especies que enunció Darwin, que además era de por aquí y se le respeta mucho, como a Stephen Hawkings, que es como una leyenda urbana, porque todo el mundo sabe dónde vive, pero nadie lo ha visto.


El humor inglés es una especie de juego de palabras que sólo entienden ellos, los british, pero te acabas acostumbrando a reirte por cortesía y sin ganas. De hecho, mis profesores me felicitaron por lo rápido que aprendí a reirme de sus jokes (léase youks) para quedar bien. Incluso me permití ponerme a su altura, inventando sobre la marcha un chiste sobre la becaria de Clinton, a la que llamé, en un alarde de ingenio británico, Monica Blowinsky.


Aparte de las clases en sí (menos una de canciones infantiles, que fue en do), había muchas actividades interesantísimas, como "¿tienen sentido del humor los ingleses?" y más, que me han dicho que estuvieron bien, pero desde el pub no se oía con nitidez, cosas de la acústica, que es muy mala por el exceso de humedad. Por cierto, eso es algo fantástico, porque los parques y jardines se cuidan solos, no como en mi tierra, que hay que regarlos todo el día y encima no te dejan sentarte. En eso los ingleses son más prácticos, y en cuanto sale el sol, aunque sea a 5 bajo cero, se quedan en tirantes y se echan en el verde.


Lo pasé de fábula en el workshop de danzas antiguas, dando paseos y pasitos. La profe me caló enseguida, porque me hizo su ayudante para darle realce al asunto de los "promenades".


Mi grupo de trabajo era variopinto, con mayoría de pucelan@s, y representación de todas las provincias de la comunidad, excepto Soria, que por lo que se ve, existe pero lejos. Incluso había una de Ponferrada, que para los que no lo sepáis, tiene su propio microclima (no mi amiga, que supongo que como todos, sino su pueblo).


Al salir al recreo, cada hora y media, nos dejaban interrelacionarnos con la demás fauna, compuesta por algunos otros de CYL, un grupo numeroso de catalanes, maños, andaluces, valencianos y mallorquines. De allende las fronteras patrias, había representación de Argentina, (magnífica la elección, Gabriela dejó el patrimonio bien alto), Alemania, Irán, Egipto, Holanda, (bella Lieneke, a la par que simpática), y en el comedor también podíamos hablar obligatoriamente en inglés (jajajajaja).


Capítulo aparte merecen los pubs, en los que no se puede fumar, aunque algunos disponen de patios para viciosos, donde puedes poner a prueba tus pulmones, con humo y frío a partes desiguales. Eso sí, beber, hasta que revientes. Guinness es una sabia elección, a golpes de pinta, que además alimenta una barbaridad y se agradece para que las tripas no rujan desde que haces la digestión de la cena hasta la mañana siguiente, que son muchas horas.


Ah, que mis compañeros de curso merecen que los cite, me han aguantado estoicamente, pero digo yo que algo les habré aportado, aunque sólo sean risas, así que va por vosotros, Susana, Marta, Mar, María José, Alejandra, Andrés, Rebeca, JuanGa, Enrique, Pedro, Elena y la sufridora Francoise, que nos aguantó e incluso se atrevió a llevarnos sin bozal a un jardín muy chic, a tomar el tea, (léase ti).


Por aquí aparecieron María, Berta, Waldeska, Carmen, Noelia, Belén, Cristina, Ángel (que no es un hombre ni nada parecido), Bárbara, Olga, Camino, Tomás, Santiago, Lola, Irina (metro ochenta largo de rusa sonriente), Ana y Gemma, José (léase Jose), Laura, Lavinia, Miriam y hasta dos camareros que son españoles y bien majetes. Gracias por aguantarme.


Dentro de dos horas y media tendremos la fiesta de fin de curso, con sangría a dos libras el vaso, que se va a beber otro que no soy yo, porque he probado un vino australiano a mediodía que asustaba de bueno y además, siempre me quedará mi guinness...
PD.- Ya estoy en casa, y he corregido las tildes.