domingo, 10 de septiembre de 2017

MARCO LEONATO, BLOW, CUARTETO MUZIKANTEN...



El amigo Marco Leonato, que grabó nuestro vídeo de promoción en la iglesia de San Cebrián de Mazote, se sorprendía esta semana del éxito que habían tenido las fotos que hizo durante un concierto de Blow, pedazo de grupo rockero vallisoletano, después de compartirlas en FB. Entre agradecimientos casi se disculpaba, con humildad desacostumbrada entre artistas, por considerarse fotógrafo aficionado y no merecedor de tanta loa. Suele pasar, creo, que los comentarios positivos sobre el trabajo de alguien coinciden con este cuando tiene la autoestima bien alta, cuando es realmente bueno o en el caso de que sea justamente lo contrario. -La autocomplacencia es enemiga de la excelencia. El elogio debilita según de quién venga y quién lo reciba. A mi madre le encanta todo lo que hago, pero es mi madre y mira al polluelo con ojos de gallinita orgullosa-. 
Después de un concierto, lo que me deja pensando es la crítica del amigo que olvida serlo durante una hora, explicándome qué le disgustó y por qué, con argumentos basados en el conocimiento. Aunque lo mencione de paso y ni siquiera eso, lo bueno se da por supuesto. Uno ya es mayorcito para separar la paja del grano. -Hace años, un crítico de prensa, ex-cantante mediocre y resentido, aprovechaba cada concierto del coro universitario para hacer y repartir leña contra el director, con el que tenía algún tipo de cuenta pendiente. Era un hombre documentado en lo suyo, pero la inquina le dominaba. Los comentarios técnicos que esgrimía en otras críticas desaparecían cuando el objeto de su ira era mi querido D. Carlos y me dolían más que a este mismo, que las tomaba a chanza. Luego resultó que a sus amigos los ponía por las nubes, vamos, que se le veía el plumero de lejos y sin gafas-.
El miércoles pasado no encontré médico de urgencias, sólo una amiga enfermera de SACYL que no estaba facultada para dispensar recetas en su nombre ni hacer parte de baja que justificara una faringoamigdalitis aguda con disfonía provocada por la cagalera de los nervios. Después de saludar a mis familiares y amigos se me pasó de golpe, así que los fallos de afinación fueron culpa mía. Es lo bueno de no depender de la taquilla.
Gracias a los que vinisteis, a vuestra paciencia, aplausos y críticas, las mejores medicinas.
El próximo concierto será de pago, pero prometo que aunque la sala esté vacía nos esforzaremos por ofrecer una actuación digna, superar nuestras carencias y buscar el nivel de excelencia que podamos alcanzar dentro de nuestras posibilidades. Y si hay fallos, como los hubo esta semana, la culpa no será sólo -algo sí- del empedrado. 
Me encantó veros a todos, absolutamente. Y daros besos y abrazos, mucho más.

Pd.- Gracias, cómo no, a Toño, David y Eugenio por seguir aguantándome. Y sobre todo por ser amigos, músicos y críticos.