sábado, 29 de enero de 2011

EL ENIGMA NOSECUANTOS

De un tiempo a esta parte (qué asco de introducción, mal pinta la cosa) los enigmas han tomado lugar preferente en la literatura, y quien dice enigma dice código o algo poco menos que indescifrable. No exagero si digo que en mi biblioteca hay más de seis títulos que empiezan con esa especie de muletilla que se ha impuesto, como si los autores al usarla ya captasen una gran parte de la atención de los posibles lectores. Imagino una conversación en una librería:
-Joer, macho, "El enigma del códice secreto", menudo libraco.
-Pues anda que "El código enigmático", del Brin Down, eso sí que es literatura de la buena.
-Permítanme que les sugiera "Los templarios enigmáticos y sus códigos secretos" de Chrickeal Michton, una auténtica obra de arte-, dice la dependienta.
De pronto el tercer amigo se planta delante de un anaquel con títulos de saldo (de saldo el título y el libro):
-Oye, que por 5,95 tienen "El enigma Vivaldi", "El experimento Velázquez", "La décima sinfonía", "El enigma Stradivarius", "El coleccionista de sonidos" y "El escándalo Modigliani".
La diferencia entre unos y otros, aparte lo obvio, se encuentra en si son traducciones o no (algo cada vez más difícil de descifrar, ya que muchos escribidores leen tantas traducciones del inglés que escriben como si fueran sus propios traductores); si el autor es conocido o de medio pelo (incluso los hay que firman con pseudónimo, quizá porque aún les queda algo de vergüenza torera), y el marketing o los primos que tengan en una editorial.
He leído algunos de los libros que menciono en mi no tan imaginaria conversación de amigos en librería, es decir, los que existen de verdad (véase el final del post). Los compro, los río y los almaceno. Y puedo demostrar que no hay mejor chiste que el que no trata de serlo.

Pd.- Reto a mis cuatro seguidores fieles a que me digan, sin previa consulta en google, cuáles de los títulos que he mencionado son reales, es decir, corresponden a obras publicadas. La respuesta aparecerá en mi próximo texto, que va a ser foto.

domingo, 23 de enero de 2011

SI YO FUERA PRESIDENTE (COMO DECÍA MI PAISANO GARCÍA TOLA)


Si yo fuera presidente de un equipo de algo, dejaría la camiseta como prenda obligatoria, pero permitiría que los jugadores escogieran su pantalón o sus medias, igual que hacen con las botas por motivos publicitarios y económicos. Y si presidiera un partido político, por decir algo, me sentiría mal sabiendo que muchas de mis opiniones o "sugerencias" no se pondrían en duda públicamente , no por su idoneidad, sino atendiendo a la disciplina de partido, esa especie de patrón que obliga a decir amén para dar imagen de uniformidad. Si perteneciera a una peña deportiva, sería desgraciado cuando el equipo contrario jugase mejor que el mío sin poder expresar mi admiración. Si fuese enólgo, me molestaría no poder alabar el vino de mi vecino, como si eso hiciese peor el mío.
Me cabrea que me digan que soy de un partido cuando critico lo que hace mal el de la oposición, o que no soy de uno cuando valoro las virtudes del otro. Creo que no soy de ninguno, porque me gustaría quizá ser de todos y eso no se puede. Tibio, indeciso, me llamaron en una ocasión (o en varias, la misma persona). Libre, le dije.