viernes, 31 de julio de 2009

ALGO HABRÁ QUE COMER...

Como quiera que salió el asunto del cocinismo sala, el deporte de moda, me ha dado la real gana (o gana republicana, que nadie venga a tocar los huevos) de escribir sobre gastronomía, que no sólo de alcohol vive el hombre. Por tanto, os facilito algo facilito: huevos facilitos, perdón, fritos. Se cogen tantos huevos como uno quiera poner en el plato, a saber: si uno, uno; si dos, pues dos, y así sucesivamente. Téngase en cuenta que dos de gallina abultan como 6 de codorniz, y la cuarta parte de avestruz, aproximadamente, dato que conviene tener en cuenta. Se limpian de impurezas los huevos, antes de cascarlos, para eliminar riesgo de contagio por "salmonella", que no es un pez transexual, sino una cagalera asesina. Se pone aceite de oliva, (que es nombre fino de las aceitunas exprimidas), abundantemente, en una sartén (que en inglés se llama "pan", no así al pan, que en inglés no se llama "sarten", sino "bread", cosas de los idiomas). Se calienta el aceite hasta que empiece a echar humo, pero no a quemarse (hay bastante diferencia). Se casca el huevo (de uno en uno, para manejarlos mejor), y se pone cuidadosamente en la sartén (no es extraño que los huevos en la sartén "sarten", incluso brinquen). Se añade sal "al gusto", que no es una marca comercial, sino una cantidad que te guste, aproximadamente lo que viene siendo lo que quepa entre los dedos pulgar e índice, acaso un poco el medio, tambien llamado corazón (de ahí la frase ¿Qué me haces, corazón?, de uso frecuente en últimas filas de cine). A esa cantidad se le llama familiarmente "pizca". Repártase la tal pizca como en una proporción de dos tercios en la yema (lo amarillo) y un tercio (no de Flandes, ya trataremos los "flandes" en la sección postres) en la clara, que como su nombre indica, es más clara, tirando a blanca del todo. Salpicar el huevo por encima con una espumadera, o especie de raqueta metálica (no chaqueta metálica, que es una película), hasta que la yema se endurezca ligeramente. Contad como 10 veces, 9 los canarios, de salpicaduras, a razón de dos por segundo (es importante no pasarse, a menos que queráis comprobar la impenetrabilidad de los cuerpos refritos). Retirar el huevo y hacer el siguiente, sólo en el caso de que los vayáis a comer a pares (recalentar un huevo es tarea harto imbécil, y si se hace en el microondas, más imbécil aún, porque la yema revienta y queda un gotelé muy mono que luego no hay quien quite). El protocolo en la mesa permite untar pan (blanco, no de molde) a discreción (por favor, nunca uséis el cuchillo, es cursi que te cagas). Acompañad los huevos con vino rosado o clarete, que les va estupendamente.
Aviso para neófitos: freir un huevo es peligroso. Buscad un trapo de cocina, rodead el brazo desde los dedos hasta el codo con el paño y protegeos. En caso de quemadura inesperada (hay que ser tonto para esperarla y aun así quemarse), meted la parte dañada en agua fría, sacad otro huevo, retirad la clara y ponéosla en la quemadura de a poquitos. Es fantástico. Nunca cocinéis huevos desnudos (vosotros, no los huevos). Las quemaduras de primer, segundo grado y hasta tercero quedan fatal de cintura para abajo, y en urgencias se van a descojonar de vosotros (la primera que atiende suele ser una enfermera y el mal rato no os lo quita nadie).
Felices huevos.

jueves, 30 de julio de 2009

DRY MARTINI


Una receta para una cita.


Mi receta:


Meta dos copas de dry-martini, humedecidas y escurridas, en el congelador (preferiblemente de la marca Zanussi, 4 estrellas).

Ponga su botella de ginebra favorita en el frigorífico (a ser posible, enchufado para que enfríe más).

Baje a la frutería, compre 50 limones de distintas formas, tamaños y procedencias (los mejores son los limones salvajes del Caribe, de la marca Fa).

Intente ligar con la frutera para ulteriores ocasiones, posibles descuentos y por si falla el plan A.

Suba a casa, lávese el pene con jabón de Marsella, póngalo a escurrir en el tendedero por espacio de 10 minutos y mientras tanto escoja el mejor limón, arrojando el resto por el patio de luces con cuidado de apuntar a las prendas delicadas de la vecina que saca la basura cuando baja a por el pan de buena mañana (menuda marrana).

Con el pene seco, póngase un calzoncillo abanderado (al sentirse enamorado, al cumplir como soldado, abanderaaaaaaado).

Introduzca la coctelera y el agua tónica en el congelador, al lado de las gambas y alejados de los palitos de merluza Pescanova, que dan mala imagen.

Elija compañía en proporción de 1 entre un millón, eliminando mujeres casadas con esposos celosos (éstos no tienen ningún sentido del humor) y affaires pasados con regusto amargo.

Desodorícese las axilas y perfúmese con "fleur du male", o "le male". Si es usted pensionista o parado y no anda sobrado de efectivo, absténgase de perfumarse con agua de colonia de Mercadona, podría arruinarle esa cita y todas las demás.

Cuando oiga el timbre, póngase nervioso y rompa algo, bárralo a toda prisa y córtese con un cristal, cúrese la herida con alcohol, chille hasta quedarse afónico y abra la puerta mientras acaba de adherir un apósito en la herida, preferiblemente arrugado, con cuidado de poner los dedos en la parte adhesiva para que pegue peor o no pegue nada. Ante todo, no llore, y si se le escapan las lágrimas jure que es de pura emoción.Si ha roto la botella de Hendricks, G-Vine o Martin Millers, siga llorando. Si la botella era de Gordon´s, (o sea, si usted es un cutre de mil pares de cojones) apresúrese a rellenarla con jeringuilla y cualquier cosa, como el alcohol que ha quedado en la botella después de la cura de urgencia, o "ten con bio-alcohol"). En este último caso, dé gracias a los cielos.

Salude cortésmente a su invitada, bésele la mano sin dejar rastro de babas ni lágrimas y ofrézcale escoger la música (guarde los CD´s de “producciones efímeras” si quiere que la noche llegue a buen puerto).

Vístase a toda prisa, (está usted en calzoncillos aún), y perfúmese de nuevo con su mejor colonia comprada por internet (http://www.perfumesvalencia.com/ , va en serio, menudo descuento), sin olvidar comentarle a su partenaire lo hábil que es usted para las finanzas, pero obviando precios: sólo se considera de buen gusto mencionar el ahorro expresado en tantos por ciento, pero nunca hablando de cantidades reales. Tampoco dé usted sensación de cicatero, porque eso arruina la velada más prometedora.

Diga con voz elegante, como de Iñaki Gabilondo “no tardo, estaré aquí en un pis pas”, ya de paso haga pis (pero nunca pas), escurra las gotas delatoras de su prostatitis (acaba usted de ponerse calzoncillos limpios y ahí se nota todo), lávese las manos aunque no tenga costumbre y vaya a la cocina.

Saque las copas de cola de gallo (cocktail), póngalas sobre una bandeja de IKEA de las más bonitas, o de las que regala la revista “votre maison” y tome la coladegallera (coctelera) sin que se le peguen los dedos al metal, que estará más que frío.

Saque una docena de hielos (sin formas de caballito de mar, ni anaconda ni otras estupideces, por favor, que esto es una cosa muy seria), introdúzcalas en la coctelera, vierta un chorro de vermú seco, sea generoso, y agite hasta que sienta que los dedos se le quedan entre fríos y congelados: ese es el punto justo.

Escurra, (sí, ha oído bien, escurra, o sea, tire por el fregadero) todo, repito, todo el vermú (nada de guardarlo en un bote de cristal con tapa metálica a rosca para aprovecharlo mañana), abra la coctelera (este es un dato de suma importancia) y vierta la medida de dos copas de ginebra, un poco rasas para que al meter la aceituna no rebase. Agite con amor (olvide su onanismo, que eso no es amor ni nada), y rece un Gloria a tempo adagio ma non troppo (negra= 88). No olvide decir amén, que es el final de todas las cosas. Cuando acabe su plegaria (es de mal gusto pedir al tiempo “que esta tía caiga, por favor”), abra de nuevo la coctelera (espero que la cerrase antas de agitar) y sirva delicadamente, como si no fuese usted, en las dos copas de cocktail.

Ponga una aceituna y una cáscara de limón (ahora sí es momento de hacer figuritas, aunque una culebrilla será suficiente, ya probará usted a hacer esculturas otro día. Tampoco se pase: conozco el caso de un amigo que adornó las copas, una con un pene erecto y la otra con dos pechos perfectamente definidos y recortados en la piel del limón, y dos minutos más tarde se estaba tomando dos dry-martini solito en casa como un campeón, y a la media hora andaba chateando y mandando “esemeses” al 906 456 379, con la palabra ORGASMO, y otros al 906 788 696 con la frase CONOCE TÍAS DE TU CIUDAD, a 1,50 euros por mensaje).

Salga de la cocina sin tropezar y controle esa erección, amigo, que los abanderado ceden cosa mala ante los estímulos indiscretos, haberse comprado unos CK.

Alabe el buen gusto de su invitada al escoger la música (¿cómo coños habrá encontrado el CD de Marisco fresco?), ofrézcale una copa (no, por favor, si una le quedó menos llena, esa es la de usted) y proponga un brindis original y nada manido, algo así como “por nosotros”, haga chin-chin, moje los labios, hágase el entendido y vuelva a beber como los peces del villancico, hasta la tercera parte del contenido (que, considerando la forma cónica de la copa, será como más de la mitad del líquido).

Nunca diga: ¿a que está muy rico, eh, maja, te voy preparando otro pelotazo?, y espere a ver el efecto que causa en ella el sorbo sin hacer ruido ni poner cara de impaciencia. Una buena catadora se tomará su tiempo, y si es un zorrón se lo beberá de un trago y hará ahhhhhhhhhhhhhhhhgssssss después, así que ya sabe usted a qué atenerse cuando la quiera presentar en familia, si llega el caso.

Un dry-martini se bebe de tres o cuatro golpes de garganta para evitar que se caliente, (el dry, claro). Si ella se muestra receptiva, ya sea poniendo cara de gustirrinín o acercándole la copa vacía, no espere a que se lo pida. El summum del buen gusto, clase y donosura es preparar el segundo dry-martini delante de ella (espero que haya tenido usted la precaución de comprar al menos cuatro copas para tener siempre dos en el congelador, que queda muy feo traer las mismas copas escurriendo "fairy").

El resto es cosa suya.

PD.- No olvide enviarme un email comentándome los resultados para mi análisis estadístico

martes, 28 de julio de 2009

CAMBRIDGE

Llevo días con el runrún en el estómago. El domingo estaré a estas horas en la bonita ciudad universitaria británica, y aunque ya me he pertrechado de calzoncillos y pijamas en el Corte Inglés, y tengo preparada la lista de cosas imprescindibles, estoy nervioso. Desapolillar el inglés, comer sin tener que cocinar, dormir en cama estrecha, ir a clases toda la mañana me da mucha pereza. Por el lado bueno, conocer gente nueva, hacer amigos, pasear por la orilla del río, o por los muchos jardines que gracias a la lluvia de las islas se cuidan solos me apetece. Quizá quince días alejado de mis rutinas me ayuden a dejar de fumar.