La primera vez que escribí un correo a una revista semanal (más que nada como obligación auto impuesta) hará como veinte años, casi me lo publican como ganador, eso que llaman "carta de la semana". El "casi" obedece a que la galardonada venía a ser la mía fusilada, hasta tal punto que sólo al final, cuando leí el apellido del autor (el nombre coincidía), caí en que no era yo. Releí una y otra varias veces, las comparé, y llegué a la conclusión de que tenía un sosias a menos de cincuenta kilómetros, o tal vez el encargado de seleccionarlas se había hecho un lío con el ordenador mezclando ambas. Desde entonces, mosqueo incluido, sólo he conseguido que entrecomillaran un par de frases y las pusieran en lo alto de la página, lo cual no da derecho a premio alguno. Leer mi nombre no me emocionaba tanto como para sentirme satisfecho sin la pluma, el reloj o el regalo que dieran cada vez.
Otra revista premiaba a los lectores que pillaran erratas, no de imprenta, sino de documentación o gramaticales. Puntilloso como soy, no me costaba encontrar alguna, y semana tras semana fui recibiendo frascos de colonia, libros, calcetines y otras cosillas de poco valor venal que seguramente aportarían sus sponsors. También premiaban relatos reales en base a su originalidad y credibilidad. Una vez conté algo que me había sucedido, pero tan rocambolesco era que quien se encargase de valorarlo lo estimó poco creíble. Por no aparecer cada semana, envié uno a un amigo que lo modificó con su estilo, firmó... y ganó.
Hace tres semanas volví a mandar otro, con cierto afán crítico, a la misma revista semanal del periódico que leo a diario. Se trataba de una especie de resumen de la misma revista. Dejando otras consideraciones aparte, supongo que será difícil para el escritor que selecciona los textos publicar uno que critica a sus compañeros. Aquí lo dejo:
"A Fulano casi lo atracan en su propia casa, motivo para cabrearse como poco. Mengano sigue enfurruñado, a vueltas con el catolicismo y su defensa que tantos enemigos le acarrea. Perantano se interesa por el punto justo del pescado a la brasa. Un baloncestista barbilampiño anda preocupado por el bálsamo labial adecuado para cada ocasión. En Siberia buscan colmillos de mamut, porque mamuts no quedan (así se ahorran matarlos como a los elefantes africanos). Un quíntuple agente secreto se ganaba la vida sirviendo a unos y otros (eso son principios y no los de Groucho). Un fotógrafo capta los residuos (visibles) de su vida. Mientras tanto, un médico investiga el elixir de la eterna juventud. Otros, al comenzar el año, se bañan en agua helada. A estos, viendo el panorama, me siento más cercano. Me temo que nos quedan muchas duchas frías. Allá cada uno con sus cosas".