Cuando era
pequeño solíamos jugar al “real de algo”, ya fuera “de alto”, “de stop”, “de
pillar” o variantes similares. Supongo que real era sinónimo de juego. No había
entonces, o no se manifestaban, los alternativos así que no se planteó
modificar el nombre por “republicano de stop”, ni siquiera en los colegios “del
estado” cuando dejaron de ser gobernados por la mano férrea, temblorosa en sus
últimos tiempos, del caudillo. Así éramos de conformistas, o poco
reivindicativos, los niños de entonces, pobres de nosotros, sin nintendos ni
playstations, abocados a ver a Gaby, Fofó, Miliki y sus secuaces (esos hijos enchufados) en la única y bifurcada cadena de
televisión que además era pública y doctrinal, con sus mensajes políticamente
incorrectos, en los que una niña no podía jugar porque tenía que barrer y
rezar, una gallina era exprimida, un ratón se alimentaba de dulces sin
consultar a su dietista o unos chalados conducían un coche que no había pasado la ITV , “pero no me importa,
porque llevo torta”, vaya con los letristas y sus justificaciones. La cosa consistía en jugar, que
pensar era para los mayores (los menores de hoy en día no dejan de ser
calcomanías o “calcamonías” de sus padres y la tele que ven o la prensa que
leen estos). Hoy mismo he asistido sin asombro a la transustanciación de “el país” al
convertirse en “el mundo”, refiriéndose a un padre que pide ayuda para su hija,
que padece una enfermedad rara, algo sospechoso para los primeros y diáfano
para quienes suelen sospechar de todo y “se documentan”, huelga decir que los
segundos. También existía “la cadena”, o “policías y ladrones” (“polis y cacos”
de hoy) que, siendo un colegio masculino, no contemplaba, afortunadamente, la
variante guay de “polis y cacas” (aún no he leído nada sobre cacofonías
anti-feministas).
Viene esto al
caso, si viene, porque recientemente alguien ha inventado lo que llaman
“mannequin challenge”, que consiste en grabar un vídeo con personas inmóviles y
colgarlo en la ubicua red para cosechar “megustas” y ganar no sé qué premio.
Habría que recordar a los preclaros inventores del asunto que eso ya estaba
inventado, solo que sin grabación, porque pocos tenían una cámara de super-ocho
(la de mi padre era de ocho sin el súper y tenía la manía de filmarnos, sin subvención,
cuando íbamos a bañarnos a Viana de Cega, a pescar o merendar) y tampoco había
dónde publicarlo.
Definitivamente:
me estoy haciendo viejo.