Un largo y cálido fin de semana en Galicia... antes de que llegue la lluvia. Nadia y Germán nos acogen con los brazos abiertos, las camas hechas y un sol que parece importado de allende Fisterra. La Galicia amable y la profunda en cuatro días, desde la playa de las catedrales al Hell´s kitchen de Fonsagrada: un pueblo semiabandonado con nombre de santo que no es Job pero acaso más paciente.
La casa granja en proceso de acondicionado tiene una trasera que sería delantera de teatro, mirando al verde donde se citan pájaros de buen agüero, incluida Nadia, a la que la crisis ha recortado temporalmente las alas en espera de mejores vientos para el activismo solidario. Germán es ave hiperactiva y migratoria de a cada poco, incluso a lo largo de un solo día, que no es monodía sino polifonía de lo antiguo y lo contemporáneo.
Dejamos guisantes y zanahorias en espera, mientras damos cuenta de otras hortalizas alrededor de la cocina bilbaína. Y lechazo castellano. Nefertiti nos mira clavando sólo sus ojos, es demasiado educada esta gata para usar las uñas, pero con la esperanza de poder hincar los dientes en las sobras. La sobremesa se alarga a la inglesa, con un gin-tonic, el aroma untuoso de la pipa y la lluvia que viene a quedarse.
Tanto da el agua... cuando el vino es bueno y la compañía mejor.