Franqueada por fin y por los pelos la barrera de las 70.000 visitas -¡qué difícil es ser leído cuando no hablo de Germán Díaz!-, retomo mi rutina escribidora dominical para evitar mi siesta y quizá provocar la ajena. El verano, como a otros la noche, me confunde. Yo, al contrario que Javier Marías, miro cuántos lectores tengo como el pobre los céntimos de su cartilla de ahorro. Más que vanidad -que también-, necesidad de saber que hay alguien al otro lado de internet, ya que no cobro por ello.
Una amiga charra-zamorana corrige con cariño mi leísmo pucelano, que me parece una preciosa joya distintiva. Le devuelvo el guante, que ella recibirá con idéntico cariño. Carmen, como ella dice, es mucha Carmen en la riqueza y la pobreza, la exuberancia y la realidad (en su caso viene a ser lo mismo), que la humildad le tira de la sisa.
Por si acaso, consulto la gramática de la RAE -primera referencia-, el "panhispánico de dudas" y alguna página web más o menos fiable en la que al menos la gente razona sin faltas de ortografía. Sigo vacilando, pero entre almóndigas, cocretas y tildes diacríticas que dejaron de serlo, lo del laísmo y el leísmo, Cervantes o Delibes mediante, me parece una insignificancia. Sabiendo cómo se reparten los sillones de la academia, -arrojándose al intelecto las cifras de ventas- me sobra con discutir con el autocorrector.
Si me queréis, "irsen". Mejor: si no me queréis, iros.
Pd.- Mireia Belmonte, plata en 400 metros estilos. Otra medalla para una mujer española. Ni una sola para un hombre. La raza hispana manda: las mujeres nadan mientras los hombres las miran desde el chiringuito.
Si me queréis, "irsen". Mejor: si no me queréis, iros.
Pd.- Mireia Belmonte, plata en 400 metros estilos. Otra medalla para una mujer española. Ni una sola para un hombre. La raza hispana manda: las mujeres nadan mientras los hombres las miran desde el chiringuito.