domingo, 7 de noviembre de 2021

MISCELÁNEO QUE ES UNO

 (Todos nacemos misceláneos, que viene de mezcla. No hay ser, que yo sepa, sin mezcla, excepto aquellos que provienen de hermafroditas que se autofecundan y reproducen, aunque sean minoría. La consanguinidad tiene un algo de esto. Me inclino a pensar que mis desvaríos seudoliterarios están más cerca de la mezcolanza o falta de rigor u orden interno que me adorna. Quienes me conocen bien podrán ("quienes me conocen bien, podrán..." o "quienes me conocen, bien podrán...," qué horrorosa duda) seguir mi pobre argumento sin esquema. Que mis vecinos griten en la sobremesa del domingo no me ayuda).

 

Acababa de salir de la terapia para dejar de fumar (mi fuerza de voluntad anda cercana a la de flaqueza) cuando recibí un mensaje en el móvil. Mi amigo tocayo me ofrecía/recordaba su amistad —porque de algún otro amigo le había llegado el soplo certero de que no ando bien de ánimo— en forma de charla, comida o café (es un decir, ninguno de ambos somos cafeteros). Luego supe quiénes habían sido sus informantes, que, curiosamente, no habrán leído en su vida un  manual de autoayuda, "buenismo" ni frases de misterguonderful, ni falta que les hace. Llevan en su sangre un cromosoma rural, de hombre que sabe si va a llover, si barrunta tormenta o si pintan bastos que los hace inmunes a la idiotez con solo asomar la nariz por la ventana. Viven ajenos a las nuevas tecnologías, a la mercadotecnia (lo que algunos llaman marketing porque creen que es más cool y los convierte en más guays) y las competencias digitales y se la sudan los partes meteorológicos que no vengan del calendario zaragozano y el refranero.  Para mi desgracia, dos de ellos ya no trabajan en la empresa que nos hizo conocernos (uno por jubilación y otro porque su primera vocación volvió a llamarlo) y al tercero le quedan siete horas semanales que compartir conmigo. Cuando quedamos a comer me dan caña, me llaman hocico fino, chato y otras lindezas que asumo. En eso también son certeros, los muy cabritos... Y saben que quien hace pareja conmigo en la partida de mus pierde seguro porque a la segunda copa ya no distingo espadas de oros, sotas de treses y me pongo bocazas y "ordaguero". Desde hace más de veinte años, al día siguiente seguimos tan amigos. La única vez que no fue así, uno de ellos y yo lo solucionamos con una charla breve y un abrazo (y algunas lágrimas).

No sé por qué he llegado hasta este punto, que no era el previsto, pero no me pesa. Pensaba escribir sobre la marcha en apoyo a la AECC, a la que he acudido esta mañana, pero me ha salido esto. De vez en cuando hay que saltarse el guion (y más cuando no existe), y no para saldar cuentas sino por el mero hecho de resaltar el valor de la amistad verdadera, la que perdona sin pedir perdón, aprecia sin regalos que se la ganen y tiene un gesto o una palabra en el instante justo. Les diré, por si lo dudan, que no estoy "ordaguero" porque hoy no ha habido chupitos postcomida dominguera, aunque tampoco les habría ganado la partida de mus porque son de pueblo y leen mis ojos con los suyos, nobles, bien paridos y educados. Quizá, cuando están vidriosos de alcohol, se reflejen mis cartas en ellos. Y, aunque alguno me recuerde que su hombro está presto a mi desahogo —lo que agradezco de corazón—, saben que los quiero de verdad y ellos a mí, que me han perdonado mis rarezas (fácil me lo ponen: ellos son más fáciles) y no necesitan ofrecerse como paño de lágrimas porque los tengo a tiro de wasap, de teléfono o de piedra indolora. Por suerte no son los únicos con los que cuento, pero hoy han aparecido en mi texto de los domingos por pura casualidad o justicia sobrevenida y les dedico esta sobremesa silenciosa. Bendito trío. 

PS.- "Que te compre quien te entienda"... decía la fábula del burro. No necesito que me "compren" (qué lamentable uso adultescente de la palabra, con lo fácil que es decir "te entiendo", "lo admito" o "tienes razón" a cambio de nada). Se lo regalo a quienes me entienden.