jueves, 29 de septiembre de 2016

DON JESÚS MARTÍN, IN MEMORIAM.

El tiempo pasa y, en su carrera, algunos son obligados a abandonar, siempre nos parece que demasiado pronto. Hoy me he enterado, tarde para acompañar a su familia, de que D. Jesús Martín, profesor de lengua y literatura del Colegio San José, ha tenido que ausentarse, cambiando la jubilación laboral por esa a la que antes o después nos incorporamos todos. No tengo dudas de que pasará a una vida mejor, no porque la terrena fuera mala sino porque se hizo acreedor de un premio eterno por su educación, elegancia y cariño en el trato a sus alumnos y la forma en que transmitía su vasta cultura humanística y humana. 

Todos le conocíamos como "el morros", no éramos nada originales cuando poníamos motes, y esa parte de su anatomía destacaba y lo ponía fácil. Ya se sabe que los profes y maestros sufrimos ese pequeño estigma como venganza secreta de nuestros alumnos, aunque no siempre contenga veneno, tal era el caso. Él, que lo sabía, hacía chanza con fina ironía. En una ocasión, uno de mis compañeros se quedó apostado en la puerta para avisarnos cuando viniera y, como era poco discreto, entró gritando:
-¡Que viene "el morros", que viene "el morros"!
D. Jesús se paró bajo el marco, esperó a que nos sentáramos y desde allí nos echó la bronca como solía hacerlo: levantando la voz lo justo para hacerse oír entre el revuelo de carreras y ruido de sillas arrastrándose al comenzar las clases, o para acallar las pequeñas revoluciones que  él mismo provocaba a veces con sus chascarrillos. 
-Venga, Carlos, que ya sois mayorcitos. No hace falta que te quedes como vigía y digas "que viene Don Jesús... o como me quieras llamar".
Nos dio la risa y a él con nosotros, y el resto de la clase transcurrió en buen ambiente, como solía. El muy ladino conocía su alias.

Quizá (él fue quien nos enseñó que era la forma culta, y no "quizás") algunas de las anécdotas que recuerdo, por ser las de muchos profesores durante muchos años, se hayan difuminado o desvirtuado con el tiempo. En las clases solía esparcir algunas semillas de su anecdotario, que las hacía más divertidas. Contaba, entre sintagma y sintagma, su paso por el lejano Oriente y lo aderezaba con palabras en chino. Creo que también estuvo en Texas, de donde su hijo Nacho, que era y sigue siendo amigo, sacó su acento yankee, que gracias a su buen oído podía cambiar a británico e incluso al de los llanitos, mezclando inglés y andaluz.
Otro día nos convenció de la importancia del latín, relatando la vez en que lo usó para comunicarse con un señor que pasaba las vacaciones en el mismo camping que él y su familia, incapaces ambos de encontrar una lengua viva común. 

Como sus hijos varones, Nacho y Javi, cantaban y tocaban conmigo en el coro y orquesta del colegio yo disfrutaba de un régimen algo más cercano y menos académico, lo cual me salvó de algún castigo bien merecido a cambio de una charla conciliadora y cariñosa. Entre él, D. Matías y D. Luis Cantalapiedra, otros dos profesores de los que ya he hablado en este blog, se encargaban de devolverme al redil de los mansos sin recurrir a medidas coercitivas severas. Eran mis tres mentores, y por eso les debo agradecimiento sincero. Usaban la palabra justa, que es un arma de construcción masiva.
Durante la corrección de un dictado, me sacó a la pizarra para escribir la palabra exuberante, que yo había puesto con hache intercalada entre la equis y la u.
-Supongo que con hache te parecería una palabra aún más... exuberante.
-Algo así, -respondí mientras me guiñaba un ojo.
Una bonita forma de corregir sin hacer daño, como debe de ser.

Descanse en paz, D. Jesús. Gracias por todo lo que nos regaló. A mí, mucho.

domingo, 25 de septiembre de 2016

LA CIENCIA DISPARATE Y EL DISPARATE EN SÍ (O DO BEMOL). LA MISCELÁNEA SE QUEDÓ A VIVIR.

Los premios Ig Nobel vienen a ser los Razzies de la ciencia, salvando muchas distancias. Un científico de esos, que suele ser un tipo algo loco (hay que estarlo hoy en día para devanarse los sesos por algo que no da dinero inmediato) decide estudiar cosas aparentemente inútiles, y le dan un "premio" dudoso. Supongo que en ese gremio habrá "frikis" como en todos los demás. Los "frikis" del cine también tienen su premio Razzi, y algunos se reinventan como directores. (Ben Affleck, que es malo y poco creíble incluso anunciando champús contra la caspa, cuando dirige parece otro, y mi admirada por guapa Sharon Stone, miembro de Mensa, con un C.I. superior a 140, según dicen o dice ella, aún trata de reinventarse en algo con bragas, pero no le sale). 
He leído que el Ig Nobel de la paz, "aquí paz y después gloria", se lo han dado a un grupo de científicos que han descubierto la relación directa entre quienes se impresionan con frases lapidarias pseudo profundas y un nivel  de inteligencia mediano tirando a mediocre. A mí, que rastreo ese tipo de frases en Facebook, me sigue sorprendiendo que se compartan las que tienen, y son mayoría, faltas de ortografía o errores gramaticales. ¿Cómo puede ser que un supuesto y sesudo intelectual muestre ante el mundo sus carencias lingüísticas cuando presume de otras virtudes? 
En una ocasión recriminé en privado (los tirones de oreja públicos suelen ser pasto de venganza y trato de evitarlos, porque vienen a semejar una lapidación secundada por "ultras") a una amiga que publicaba una de esas frases: "quien no viaja se pierde mucho de la vida" (más o menos, por resumir). Le dije que me parecía un comentario, aparte de vulgar y poco original, elitista, porque muchas personas no pueden (no podemos) emplear el dinero que no tienen en viajar, a menos que opten por casarse y poner el número de la cuenta corriente en la lista de bodas, "porque para la casa ya tenemos de todo" (-y alguien tiene que pagar el cubierto y el crucero por las Seychelles-, piensan pero no dicen). Mi amiga me dio la razón, cosa que agradezco, aunque no dejó de colgar y compartir sentencias del mismo pelo. Mi única respuesta consistió en dejar de seguirla, o sea, de leer sus comentarios aunque sigamos siendo amigos, o lo que diga Facebok que es serlo.
Esto trae al hilo otra cosa que leí esta semana: "firma para que el programa TAL deje de emitirse". Creo que en cuestiones de gusto que no alteran el orden normal, buscar socios no deja de ser un esfuerzo poco democrático. Cada quién es libre de sintonizar el canal de TV que desee. Mi respuesta en esos casos suele ser inmediata y, a decir de algunos, radical: cambio de canal de TV cuando aparece Sálvame o de radio cuando "suena" Amaya Montero, Jarabe de Palo, rap o raggetón, si se escribe así. Para eso no hacen falta mayorías, partidos ni change.org. No veo lo que no quiero, ni escucho lo que no me interesa, pero dejo que otros lo hagan, en su derecho están. Si alguno argumenta "algo hay que ver en la tele", sonrío mientras la apago y abro un libro o pongo el equipo de música con lo que me gusta, o ambas cosas a la vez.


RECUERDOS DE AYER Y HOY

Éramos cuarenta y cinco alumnos en mi aula de octavo de EGB, y otros tantos en cada una de las cinco clases del curso. Como cada uno tenía sus preferencias deportivas, se sucedían los líos para decidir quiénes ocupaban los campos durante el recreo. Las canastas, las porterías de fútbol y las de balonmano compartían espacio, así que los partidos se convertían en batallas campales, con balones y jugadores de los tres deportes mayoritarios enfrascados en imponer su ley. Tras varios desacuerdos no resueltos ni a golpes (los del baloncesto y los del balonmano se unían contra los futboleros para igualar las fuerzas), los capitanes fueron a contarle el problema al tutor. Este decidió que todos votásemos. Tampoco hubo quórum, pues cada quién barría para su casa, que a veces era su clase y otras su deporte. La siguiente propuesta consistió en escoger a un delegado de cada deporte. Dos votaciones fallidas y vuelta al conflicto. El tutor volvió con otra proposición:
-Elegid a un delegado de deportes.
-¿De todos a la vez? –preguntó uno de mis compañeros, el empollón de la clase.
-Claro. Hablamos de eso: sed deportistas y deportivos.
Como tampoco nos pusimos de acuerdo en quién nos representara, el mismo empollón sugirió:
-Si estos no sirven, pongamos a otros.
Los capitanes se resistían pero al final, quizá pensando en que nadie sería capaz de hacer su papel mejor que ellos, a regañadientes abrieron la puerta a otros candidatos, menos líderes pero más dialogantes. Estos últimos resultaron más simpáticos y ganó el del baloncesto, que era el segundo deporte más practicado, con el apoyo de los balonmanistas. Entre ellos, nuestros nuevos representantes, se pusieron de acuerdo para repartir el uso de los campos en función del número de usuarios. Por supuesto que siguió habiendo problemas, éramos unos críos y nos dominaba el impulso, pero al menos podíamos jugar. Esto sucedió hace muchos años (ya soy cincuentón) y no sé muy bien por qué me ha venido a la memoria, pero incluso sirvió para que algunos cambiásemos de deporte… y acabamos practicándolos todos, hasta mezclando jugadores de las distintas clases. Igual que al principio... pero distinto.