sábado, 29 de diciembre de 2012

...? VI


No puedo decir que todo estuviera saliendo según lo esperado, porque ni esperaba nada ni tampoco fluía apenas más que una conversación discontinua, llena de vacíos y miradas al frente, como si el cielo plagado de cirros, cúmulos, nimbos o estratos, que eran los cuatro tipos de nubes que me aprendí de niño, captase nuestra atención o simplemente sirviese de cortinilla para tapar nuestros huecos. Un cigarrillo habría cumplido una magnífica función de ayuda, pero había dejado de fumar. Por fortuna el tiempo siguió a lo suyo, que es correr, y se plantó en las dos, hora de pensar en la comida. Creo que nos miramos con idéntica idea en la cabeza, y me tomé la libertad de levantarme a pagar las cervezas. Sin embargo, Sofía echó a correr  inesperadamente y llegó antes a la barra, donde saldó la deuda reconviniendo mi actitud machista, retrógrada y conservadora. Por lo visto había herido su sensibilidad de mujer liberada, progresista y moderna a rabiar. Me repuse del golpe y contraataqué:
-¿No hubiera sido más justo en ese caso que pagáramos a medias?
-De ninguna manera: llevamos oprimidas tanto tiempo que tenemos mucho que recuperar.
-Espero que no caigas con un jeta que se tome al pie de la letra tus reivindicaciones y acabes arruinada.
-Tendré cuidado-, respondió de forma algo abrupta, como si mi comentario le hubiera traído un mal recuerdo.
Un nubarrón se abrió paso entre las alegres nubecillas blancas, y mi sensación de hambre se mezcló con otra bien conocida de peso en el estómago. Era el estigma familiar del disgusto, ese que asomaba cada vez que algo nos tocaba la fibra o directamente la rascaba. Entre unas cosas y otras, se me arrugó la cara y ella lo notó.
-Perdona, no quería molestarte. Es sólo que tengo un cierto miedo a los guapos que te invitan para llevarte a la cama.
Si esa era su forma de pedir disculpas casi prefería que siguiera pagándome las cañas.





jueves, 27 de diciembre de 2012

...? V



El amor en sus múltiples manifestaciones, y aún más en sus aproximaciones, es probablemente el causante del proceso más misterioso de cuantos suceden en el cerebro humano. ¿Qué fenómeno químico provoca una reacción que, empezando por los ojos, afecta a todo el cuerpo y desemboca en los dedos de los pies? Los biólogos, neurólogos, etólogos, psicólogos conductistas, perro de Paulov y ratas de Skinner, tendrán su opinión fundada. La mía es cualquier cosa menos científica: como dirían los de Queen, es una especie de magia. Sé que carece de rigor, que no es demostrable, pero precisamente el atractivo de algunos hechos radica en su casualidad, en la sorpresa, en la emoción.
-Hola-, susurró como para no sacarme de mi estado de introspección o  embobamiento. -Espero que no se te haya hecho muy largo.
-He estado entretenido con la cámara.
-¿Quieres dar una vuelta, tomar algo...?
-Las dos cosas-, respondí echando una rápida ojeada a su escote y luego a su cara antes de ser pillado.
Comenzamos a caminar de forma errática, con algunos empujoncitos al llegar a cada cruce de caminos, lo cual creo que aceleró la segunda fase, porque a la altura del paseo que conduce a la pérgola nos pusimos de acuerdo. La terraza estaba literalmente asaltada por hordas de estudiantes extranjeros en busca del sol, así que pedimos unas cervezas y esperamos apoyados en la barra hasta que vimos dos sillas huérfanas de mesa, y mi amiga, que aún no tenía nombre para mí, echó una carrerita que me pareció aún más sexy con sus sandalias de medio tacón que con sus zapatillas deportivas air system extra ball when lit and jumping control. Su vestido voló con ella y yo la seguí con las jarras en la mano y los ojos en el límite variable de la tela con sus muslos. Nos sentamos como habían dejado las sillas, en paralelo, mirando al cielo tapizado de nubes y salpicado de pájaros.
-¿Puedo ver de nuevo tus fotos?
Le acerqué mi cámara como quien ofrece la pipa de la paz y ella anduvo trasteando con los cursores, mientras yo descubría funciones que ni sospechaba que existieran.
-Tienes un estilo muy particular-, sentenció. ¿Puedo hacerte una pregunta... íntima?
De repente se me desbocó el corazón, y ante mí se desplegó una imaginaria pantalla llena de cuestiones comprometidas, como mi estado civil, si consumía drogas, si iba a misa los domingos... hasta que ella detuvo el proceso y mis conjeturas estúpidas.
-¿Cómo te llamas?
Resoplé aliviado. Hacía rato que echaba en falta su nombre para que la charla fluyese, así que le disparé el mío.
-Pablo.
-Encantada. Yo, Sofía.
Sofía, Sofía, Sofía, Sofía... canté para mis adentros con la música del María de West Side Story, aunque creo que no fui capaz de aguantar el aire y un par de Sofías salieron nítidos. Me miró y sonrió.
-Aparte de fotógrafo, ¿también cantas?
-Me gusta cantar, pero mis mejores recitales los doy en la ducha. (Y mi mente, como era costumbre, pensó en ofrecerle uno cuanto antes, aunque me aseguré de apretar bien los labios para que no se me escapara ni media frase).
Volvió a reír como la primera vez, con su arpegio descendente, y me sonó incluso mejor, ahora que sabía que la madre de mis hijos se llamaría Sofía.




martes, 25 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD

Este es un pequeño inciso (no contuso) para desear felicidad a todo el mundo, aunque sólo les llegue a los pocos que me lean. De paso adelanto que, si el relato anterior sigue su curso, que lo seguirá, me veré obligado a que este cuaderno aparezca como "sólo apto para mayores" y el consiguiente "acepto" previo, o quizá funde uno nuevo para los relatos y deje este como estaba hasta ahora. Se admiten sugerencias.
Lo dicho: Feliz navidad.