sábado, 28 de marzo de 2015

DE CHARLA POR LAS ALTURAS



Se levanta uno tranquilo, con días por delante para ponerse en paz. Ocho horas de sueño. Silencio de sábado en el vecindario. Y lo que promete ser un día relajado, desayuno y ducha mediante, se convierte en marejadilla tirando a marejada, sin que nadie interfiera. Misterios.
Serán los efectos del eclipse.

viernes, 27 de marzo de 2015

LA 2: LA "CÁDENA CÚLTURAL"

No suelo pasar la tarde viendo la tele. Hoy me he saltado esa norma apenas durante unos minutos por culpa de un dolor de muelas. Como ya no sabía qué hacer ni dónde ponerme, he encendido el televisor, ese aditamento casi obligatorio del salón, al que hoy es imposible adornar con la gitana, el toro, la burbuja con nieve o la torre Eiffel. Como mucho, le cabe un pañito de ganchillo en forma de gusano. 
Hace dos semanas descubrí, tres años después de comprarlo a la fuerza, (cuando se estropeó mi viejo Sony Trinitron con culo), que el actual tiene un agujerito plano donde puedes pinchar un pendrive para ver películas, fotos, e incluso usarlo como ordenador, o eso me han dicho. 
Tras echar un vistazo al teletexto, mi canal favorito, he sintonizado La 2, que se presupone, y presume de, cadena cultural, justo cuando emitía un programa sobre ópera. 
El presentador y director es un tal Ramón Gener, un tipo simpático con una forma amena de transmitir su extensa sabiduría musical. Rossini, el italiano que nació un 29 de febrero (casi como yo), ocupaba la última parte. Las obras del bueno de Gioacchino, del que dicen que era un tío majete, aficionado al buen comer (comentan por ahí que los canelones  y el tournedó Rossini se llaman así en su honor, porque creó las recetas), son fácilmente digestibles. 
Parecía que mi dolor remitía, cuando Gener se puso a explicar junto a un señor que trabajaba los metales en un yunque, la diferencia entre dos sonidos. Pues bien, el presentador aludió a las teorías de Pitágoras y ahí se armó el lío. Aparte de ser incapaz de reproducir las notas que emitían dos martillos de diferente tamaño, dijo en tres ocasiones que la distancia entre dos notas se llama "intérvalo". Casi acierta. Un rato después, mientras acompañaba a una cantante, se refirió a  la pieza musical para solista como "la aria" (tratándose de un compositor italiano y no alemán, el error no me ofrecía dudas).
No sé si no habrá en España un presentador que, aparte de tocar el piano, sepa entonar las mismas notas que acaba de dar con su instrumento. Y ya de paso, de tratar con esmero la lengua castellana, sobre todo en La 2.
Vamos: que me duelen aún más las muelas.

lunes, 23 de marzo de 2015

PULSERITA

Hace unos días recibí un email. Por suerte, parece que ya se ha pasado esa moda de reenviar todo lo que llega sin siquiera mirarlo antes. Pero mi remitente lo filtra, creo. Y sigue fiel a sus amigos, que no es poco. Yo mismo he censurado o eliminado a quienes se quejaban  de mis correos, que por mi parte sólo eran muestra de que los tenía presentes. También a los que nunca mandaban nada ni hacían acuse de recibo. Ya sé que son malos tiempos para perder el tiempo. También sé que no me parece una pérdida (de apenas unos minutos semanales) intentar que mis amistades vean unas fotos bonitas, un power point o un vídeo divertido, aunque cada uno es libre de decidir si merece la pena abrirlo.
El email en cuestión trataba sobre cacharritos útiles, tales como drones, tabletas, móviles con cámara, cámaras con móvil, y otros gadgets, con el título "Lo que se ha inventado y lo que no, pero debería", más o menos. Se lo reenvié al director de la revista "Gadget", un tío muy simpático al que acudí hace dos años, cuando le pedí consejo para comprarme una cámara de fotos. Pese a ser una persona ocupada, se tomó la molestia de contestar a mis correos, breve pero amablemente, y también al último, del que opinaba que era real y ficticio a la vez, añadiendo que algunos de los aparatos no tardarían en aparecer, y otros eran bastante creíbles como para inventarse. Me acordé de las películas de James Bond, un ejemplo de que la ciencia - ficción no lo es tanto.
El viernes me regalaron una pulsera de goma que mide la actividad e incluso la inactividad (basta con apretar un botón al acostarse, es decir, al ir a dormir, que no es lo mismo). Mi hermano, muy aficionado a la tecnología china (si es que hay algo que no se haga en china, aunque no lo declare el fabricante, tenga o no manzanas), me había dado otra la semana pasada, pero resultó ser incompatible con mi teléfono móvil, que es muy antiguo, porque va a cumplir tres años, así que se tomó como algo personal encontrar uno compatible no sólo con mi terminal sino conmigo, que es como decir, con la sencillez y la vagancia unidas.
(No puedo entender, o sí puedo, pero me jode, que los fabricantes nos vendan avances como la duración de la batería, que de sobra tienen resuelta, por más que cada seis meses anuncien descubrimientos con mayor autonomía. Imagino las risas se sus ingenieros, que tienen diseñadas baterías infinitas desde hace años, pero las mantienen guardadas, por esa bobada de "vender de a poquitos". Aún espero en change.org una petición para desempolvar nuestros viejos Nokia sin wassap, esos que duraban semanas sin recarga).
Así que desde el viernes sé las calorías que consumo, los pasos que ando y su equivalente en metros. En cuanto consiga bajarme la aplicación para el ordenador, que tampoco será fácil porque mi sistema operativo es aún más viejo que mi teléfono, me enteraré de mi involución. Lo que más deseo es echar un vistazo al informe sobre mi actividad nocturna: he tenido unos sueños "divertidos" y me gustaría verlos de nuevo aunque, no sé por qué, me da que el aparato este no graba vídeos.