Llevo varios días sin palabras, mirando la foto de la paloma, como perdida ella, como perdido yo. El tabaco está pasando de mí, ni siquiera me tienta. Mis dolores remiten y me siento como un coche recién pasada la ITV. Sin embargo mi estómago runrunea (el ronroneo es de gatos y mi estómago es más bien perro), porque me conoce desde pequeño y detecta todas mis carencias, querencias y malquerencias. Y lo que me dice no se arregla en el médico del cuerpo (al del alma ya fui). Una vez reparado el chasis y repintada la carrocería, es hora del retoque fino, el que más miedo me da.