Hay días en los que la calma lo invade todo. El espejo se alía con uno, la calle te recibe con alfombra mullida, hasta tus compañeros de trabajo parecen más cariñosos. Y no sabes por qué, pero hablas despacio, a media voz, saboreas la comida, bebes con parsimonia, y hasta el bochorno se te antoja agradable. Y te das cuenta de que tras la esquina dejas el esfuerzo de meses luchando por sentirte feliz. No ma hagáis caso, quizá mañana todo vuelva a la normalidad. Pero hoy no voy a correr, para que dure más esta sensación.
PD.- Dedicado a todos mis amigos (huelga decir que a mis amigas). Estoy descubriendo que tengo muchos más de los que creía. Hasta los que se parapetan. ¿Me estaré haciendo mayor?