sábado, 19 de enero de 2013

ONCE UPON A TIME

Estaba leyendo unos artículos sobre fotografía, y entre publicidad y novedades de la feria de Las Vegas, no la de los caballitos sino la de cacharros electrónicos, me encuentro un texto sobre retoque al estilo clásico.
Antes de que se inventara el photoshop, los fotógrafos no tenían otro remedio que el retoque manual. Habrá quien se ría igual que lo hacíamos de los gadgets que instalaban en el Aston Martin de James Bond, que nos parecían imposibles excepto la caja de chinchetas y los tubos de escape que echaban humo (se nota que en aquel taller elitista de agentes con número nunca había entrado un R-8, de Renault, no de Audi). 
Mi padre llegó un día a casa con un kit de retoque, consistente en una cuchilla, pinceles finos y dos botes de pintura: uno blanco y otro negro. Estoy más que seguro de que nunca lo usó. Y por desgracia no llegó a la era del píxel.

UN MOMENTO, QUE LA ESTÁN PEINANDO

Mientras se acaban de cocer las siguientes entregas del relato,  que previamente produzco y corrijo (no como las anteriores), aprovecho el período de carencia para responder a quienes me han sugerido que el protagonista soy yo. 
No.
Bueno, un poco sí, pero más por mi antagonista en el cuento-novela-o lo que salga, que es una mezcla de muchas mujeres.
En definitiva, ella tiene un poco de todas, las que conozco, las que nunca conocí pero quise y algunas que se quedaron a medio camino entre el saludo y el conocimiento profundo pese a mis deseos.
Y claro, si escribo sobre personas (mujeres) reales, parece lógico que el hombre más real al que creo conocer sea yo. Más que nada, por no contradecirme, pese a ser yo.