Si algo tiene el verano, las vacaciones, es que se dispone de más tiempo para menesteres que uno no puede atender debidamente durante el resto del año: echar la siesta, ver el mar, comer paella, aburrirse en la playa, divorciarse, comprobar que la prensa es igual en cualquier provincia, y leer casi lo que te caiga en las manos. Sobre este último particular acabo de tener una experiencia que voy a comentar, pues me parece digna de tal honor (modestia aparte).
El periódico local ofrece una colección de "novelas" de fin de semana, todas ellas de igual temática, quizá subvencionado por el gobierno para combatir el decrecimiento vegetativo y fomentar la natalidad. Como el precio era ridículo (aún no sospechaba que iba en relación directa con el propio librito), lo compré para llenar los ratos en que la tablet se está cargando. Y en un hueco entre comida y siesta le eché un vistazo. El argumento es como una especie de matrioska: las amigas de la protagonista le regalan un libro erótico para mujeres, y la autora, ya de paso, escribe otro de igual contenido. Esta tiene un blog para ayudar a futuros escritores (ella se llama y los llama novelistas) que aparece entre los más visitados o recomendados de una lista que, a mi parecer, resulta poco fiable, considerando lo que pude leer hasta que la risa me dejó ver. La cosa tiene su miga cuando la consejera novelista suelta diamantes en su obrita de 124 páginas de tantos kilates como los que voy a copiar:
"Dándome un susto que no esperaba". Los sustos y las sorpresas, cuando se esperan, pierden gracia.
"Trabajo en mi casa particular", no en mi casa ajena ni en multipropiedad (y cuando llueve se moja, como las demás).
"Me sentó como un jarrón de agua fría". Un simple jarro se le quedaba pequeño.
"No dejaba de mirarme con aquella mirada firme". Mirar con el tacto o el olfato no es de recibo.
"Sentí la obligación de aclarar el mal entendido". Si no he entendido mal, sería un malentendido.
"Grité bajito". A menos que vociferase a una persona de baja estatura (que tampoco estaría bien expresado por falta de dos puntos y comillas), la protagonista tiene un cuadro de difícil dictamen para un otorrinolaringólogo.
"Apegándose a mi trasero". Por mucho apego que le tuviera, que lo tenía, con pegarse al trasero le habría servido para sus fines lúbricos.
"Esos abdominales perfectos marcados en su abdomen". Si los hubiera tenido marcados en otra parte, el sujeto sería abominable.
"El silencio era ensordecedor". Como metáfora tiene su gracia, aunque nos parece un silencio un poco díscolo.
Y la joya de la corona: "La diablilla se lo pasaba pipa pinchándome con su tricornio en el culo". Sin duda se trataba de una diabla guardia civil.
Sólo quiero prevenir a los incautos como yo, y aconsejarles la lectura de novelas de verdad. No voy a mencionar el título ni el nombre de la autora ni su blog. Sería más publicidad y además en este mundo hace falta gente con la autoestima alta (bueno, quizá no tanto).
Pd.- Dedicado a Manuel García Viñó, fallecido el año pasado, y a su "fiera literaria" que se quedó huérfana, cuyo método crítico acompasado me he permitido usar.
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