lunes, 21 de enero de 2013

...? VIII


No habían transcurrido cinco minutos, uno de los intervalos mínimos que yo manejaba, cuando hizo su aparición. Me sorprendió verla en aquel coche viejo, vintage como poco, aunque pensándolo bien era propio de artistas destacarse del resto con algo diferente, en este caso su Volkswagen escarabajo descapotable, no uno de los modernos para pijas, sino un modelo de los años ochenta, perfectamente cuidado. Mi oído me indicó que el motor sonaba redondo, lo cual abundaba en la idea de que Sofía era una mujer perfeccionista y cuidadosa. Traía la capota de lona plegada, quizá prematuramente a tenor del tiempo inestable, pero me encantaba la idea de circular a cielo abierto aunque pudiera cogerme un catarro. Se había ajustado un pañuelo a la cabeza y estaba más guapa incluso que un rato antes. Subí al coche y emprendimos la marcha con un leve petardeo del motor, que algún achaque tenía que mostrar. Me abroché el cinturón y le indiqué la dirección:
-Valle de Esgueva.
-Si vas a decir Castronuevo, olvídalo. Cerró hace años.
No podía negar que mi guía de ocio estaba desactualizada, pero tampoco creí que tanto.
-Pues se acabó mi oferta. Era la única que recordaba.
-Yo te llevaré.
Y así lo hizo alegremente, entre pinares y luego viñedos, por carreteras comarcales, hasta que a las tres en punto aparcó a la entrada de una bodega que parecía a punto de derrumbarse. Seguramente vio mi cara, porque se apresuró a decir:
-Tranquilo, hombre. Por dentro  está arreglada.
Bajamos por una escalinata angosta, en penumbra tirando a oscuridad, y Sofía tuvo que sujetarme del brazo para no hacer la mitad del recorrido rodando. Como pez abisal en la sima me fue guiando por pasillos hasta que encontró un habitáculo con una mesa, mucho más íntimo de lo que yo esperaba en un tugurio como aquel. Antes de sentarnos apareció un pariente cercano del conde Drácula, dijo “dos” y se marchó  sin preguntar. Al cabo volvió de las tinieblas con una bandeja, dejó una jarra de clarete y un cesto con pan blanco de cuatro canteros y desapareció de nuevo. Sofía tomó un trozo y lo fue pellizcando, con algún sorbo de vino para completar el refrán:
-Con pan y vino…
-… se anda el camino, -tercié.