viernes, 30 de diciembre de 2016

EL AGRADECIMIENTO ES GRATIS, QUE NO GRATUITO


No es raro en tiempos de ocio entablar conversación con alguien en un hotel, cafetería, playa o chiringuito, y menos en mi caso acabar haciendo una foto a los niños, pidiendo permiso. Como mi cámara siempre viene de vacaciones conmigo, lo cual supone que casi nunca salgo retratado, me libro del selfie con móvil. Si algún día llevo un palo en la mano será, muy probablemente, un bastón. Tampoco lo necesito, porque quien dispara  ha estado allí y lo sabe, y prefiero poner el temporizador apoyando la cámara en algún sitio o pedirle a alguien que dispare.

El verano pasado fue pródigo en fotos a niños, que después mandé a sus padres y borré de mis archivos, como tengo por costumbre. También hice un reportaje a una orquesta de baile. De todos los envíos no recibí una sola confirmación de que habían llegado, así que ni hablar de las gracias, esa palabra últimamente escasa, y eso que insistí para asegurarme de que estaban en manos de los retratados o sus padres, e incluso repetí el envío.

Una tarde de julio, paseando por Sanxenxo, entré en una tienda de artículos náuticos, y se me ocurrió que podría llenar mis ratos de ocio haciendo manualidades con las cuerdas de colorines que usan los marineros para amarrar sus cosas, no los de pesca de altura o bajura, sino los de velero nada bergantín. Unos cuantos tutoriales de youtube después ya era capaz de trenzar algo parecido a una pulsera, así que volví a la tienda en agosto a comprar más cuerda náutica, que tiene un nombre del que no me acuerdo, aunque una compañera de trabajo me lo dijo, corrigiéndome cuando lo llamé cordino.
-Eso es para alpinistas. Los marinos lo llaman "nosecuantos".
El caso es que me compré unos pocos metros de "nosecuantos de colores" y me puse de nuevo a la faena con la experiencia de un mes. Ya se sabe que antes de vender hay que regalar, no queda otra para promocionar el producto (sonrío cuando leo que los músicos deben cobrar siempre que tocan, como si vivieran, que algunos viven, ajenos al mercado -yo toco a veces gratis, que no es regalo sino inversión-) lo cual volvió a dejarme sin material. Aprovechando que unos amigos fueron por allí a final del verano, les pedí que hicieran el favor de traerme un surtido. Cuando estaban en la tienda, Eolo se llama, me llamaron por teléfono para pasarme con la bella y encantadora joven que trabaja allí y se acordaba de mi doble paso por el local, algo normal considerando la lata que suelo dar cuando voy de compras y que no todas las personas que me atienden reciben con el mismo sentido del humor. Unos días más tarde le envié una pulsera y ella se tomó la molestia de responderme por email,  (le facilité mi dirección, "para que me asegures que no se ha perdido"), dándome las gracias y adjuntando una foto de su muñeca con la pulserita.
Lo que no esperaba era recibir un sobre la pasada semana con una tarjeta de felicitación navideña y unos metros de cuerdas variadas. Fue una agradable sorpresa y por ese motivo le dedico este post intrascendente para el mundo, no para mí. Aún quedan personas elegantes y educadas que roban unos minutos de su valioso tiempo para mostrar agradecimiento, aunque sea por una nimia pulsera de cuerda náutica. Gracias, Rocío, que has sido una inesperada Mamá Noel. Feliz Navidad. 

lunes, 26 de diciembre de 2016

OTRO QUE SE NOS FUE (MENUDA BANDA SE HABRÁ MONTADO EN EL CIELO EN 2016)

Allá por el año 83, más o menos, estuve de vacaciones en Marbella, lo cual podría parecer presuntuoso si ocultara que fui a un camping a unos kilómetros del pueblo, todo lo que podía permitirme con las propinas y algún adelanto a fondo perdido que mi hermano tenía a bien hacerme. 
Con comida de casa (pero no casera), ginebra MG (la que usaba  Buñuel para sus dry martinis, aunque eso lo supe mucho después) y Tang de pera, pasamos una semana Fernando, Sanmi y yo. Hicimos amistad con un vecino de tienda de campaña, el pobre Paul, un iraní aspirante a tenista profesional al que robaron la maleta en el aeropuerto de Málaga. No sé dónde parará el persa, un buen chico, musulmán confeso, al que llevamos por el camino del mal haciéndole comer jamón y beber alcohol. Tuvo la suerte de encontrar a un benefactor asturiano que le pagaba el alojamiento. Este vivía en un chalet de la Marbella de verdad, con piscina y piano de cola, donde nos invitó a merendar una tarde. Fue la única vez que comí chorizo, tanta era el hambre que arrastraba. A cambio toqué unas canciones de Sinatra, un precio nada caro teniendo en cuenta que me prestaba el primer piano de cola que tuvo la mala suerte de caer bajo mis manos. Luego su hijo y un amigo nos llevaron de copas por Puerto Banús, y el alcohol hizo el resto. Al menos la borrachera me permitió librarme de desmontar la tienda: mientras mi hermano y mi amigo Jose (los Fernando y Sanmi de antes) quitaban piquetas y hacían mochilas, yo dormía la mona soñando con una escocesa "curvie" que me había besado, vete a saber por qué altruista impulso, en el último bar que recuerdo, a uno de cuyos inodoros estuve abrazado un buen rato, con mis compañeros de excursión buscándome para llevarme de vuelta al camping en un SEAT Panda alquilado. También soñé con otra británica, Debbie, que escribió su nombre en la barra con la pajita de su bebida impregnada en lo que fuera que estuviera bebiendo, y que bajo su minifalda no llevaba nada más que la piel insolada e insolente. Queda bajo secreto de sumario cómo lo supe, aunque adelanto que fue casi accidental y no hubo efectos posteriores, muy a mi pesar.
En esa última noche, pese a lo etílico de mi estado, quedó grabada una canción, contra la desmemoria que acarrea el exceso de alcohol, que sonaba coreada por las hordas angloparlantes, y eran legión.
La canción era "Wake me up" de un dúo inglés, "Wham!", formado por George Michael y otro tío del que pocos solían recordar el nombre (hoy wikipedia les refrescará la memoria, sin duda): Andrew Ridgeley. El primero hizo carrera en solitario, estuvo a punto (dicen por ahí) de sustituir a Freddie Mercury como solista de Queen y hoy ha fallecido por sorpresa, al menos para mí. Una gran voz. Dios, aburrido de ángeles que tocan la lira, está formando una banda de rock este año que se nos va, con Prince, Bowie y Michael alternando de solistas y otros de renombre pero no de relleno. Y para el chill out ha fichado a Cohen. Quiera Él que no haya más fichajes.