domingo, 3 de marzo de 2019

A VER QUÉ OS CUENTO

Como cada domingo (cada domingo como), después de comer enchufo el portátil. Es darle al botón y me apetece fumar. Beber, a días. Hoy también. Leo la prensa, la de ahí y la de acá, por hacerme idea de qué va la cosa. Los artículos de opinión —que lo son todos, porque quien escribe, opina o le hacen opinar—, esos encuadrados y en lugar preferente, con firmas reconocibles de la marca "palabra de Dios", parecen tener patente de corso, mando en plaza o nihil obstat/imprimatur por la gracia del Altísimo.
Uno se ha entretenido, a falta de otros menesteres, en buscar al escritor español, muy español y mucho español, que mejor defina lo español. Me da que esperaba ser mencionado, pero no me consta que lo hayan recompensado, y mira que es de su pueblo: envidioso, soberbio, con mala leche. Solo le falta una virtud: ser escritor, aunque a ver quién le dice a alguien que publica libros y los vende que no es sino escribidor. 
Otro, que añora el latín, no como lengua original sino vehicular, abjura del bilingüismo, aludiendo a la lengua materna y la madre que la parió. Me pregunto cómo lo harán los europeos del norte, los admirables portugueses, los polacos y tantos otros comunitarios, para hablar dos idiomas, o los balcánicos, que en cuatro semanas chapurrean castellano y en ocho lo hablan mejor que muchos de aquí. Será cuestión de sistemas, métodos o convicciones. Que en España no funciona, es un hecho, pero es lo más cerca que hemos estado nunca. 
Hay un tercero al que, por motivos que se me escapan, le han adjudicado una página impropia. Mejor le iría la de gastronomía, ya que tanto le gusta aconsejar restaurantes y manjares que, dicho sea de paso, solo pueden pagarse unos pocos. 
Y para no tener nada que contar, ya he contado bastante. Cada vez me parezco más a ellos.