Cuando veo la fecha de mi última contribución al blog, me entra una sensación de vagancia que sólo puedo combatir escribiendo. En esos momentos me acuerdo de todos los blogueros que en el mundo son, con su obligada columna semanal o quincenal, y entiendo que a veces no digan nada reseñable, en lo que se convierte en manual de estilo (o falta del mismo), o simple ejercicio de redacción. Sin embargo me gustaría sentir la presión de la prisa, (la llamaré "prisión") por comprobar si me serviría como acicate o ahondaría aún más en mi falta de ideas preprogramadas o de las otras. Es decir, que cuento algo cuando tengo algo que contar, cuando me lo pide el cuerpo, el alma o la cabeza. En una de esas frases atribuidas a docenas de artistas, "la inspiración existe, pero te tiene que pillar trabajando", se supone que trabajando en ello, porque a mí me vienen ideas u ocurrencias justo cuando estoy trabajando en otras cosas, y así no hay forma. Suelo llevar un cuaderno, no de bitácora, porque no se diseñan abrigos con bolsos tan grandes, en el que apunto mis deberes diarios, citas citables, célebres o recordables y frases de las que tirar cuando hay carestía, a modo de nevera donde los gérmenes no nocivos se conserven y los malos pierdan fuerza. De ese modo, con la perspectiva de horas o días, uso, desecho o reciclo. Y hoy tocaba reciclar, como se ha visto.