domingo, 23 de octubre de 2016

GERMÁN DÍAZ, EL SHOW


El siempre joven músico vallisoletano Germán Díaz, de los Díaz de toda la vida, estirpe de señores sesudos, nos obsequió en la noche del viernes con un show (la categoría de concierto hace tiempo que se le queda muy pequeña) para monólogo, zanfona, caja de música, y cromónica. Como sólo tiene dos manos (por ahora, que siempre está inventando y lo mismo un día nos sorprende con unos brazos biónicos) se sirvió de una loop station y un mecanismo automático para la caja de música.
Apareció en escena vestido de alivio de luto: camisa negra con lunares blancos. Se nota la influencia del "brassista pérfidoalbionense" David Herrington y sus camisas imposibles (www.camisasimposibles.com), lo cual se salta un poco, creo que para bien, el protocolo no escrito de presentarse de negro riguroso.
Durante una hora, más o menos, trufó su música con bastantes referencias a las aficiones que adornan su currículum, aunque podría decirse también sin faltar a la verdad que salpicó su monólogo, basado en el anecdotario propio, con unos cuantos temas musicales. Tan surrealista le pareció a parte del público su gusto por la observación de nubes (ya van dos congresos en la granja escuela de Barreiros, Lugo, y agrego un enlace verídico para los descreídos: http://www.germandiaz.net/nubes/) que reía sin parar creyendo que era pura invención, hasta que Germán pidió a su madre, presente en la sala, que corroborase que tal evento había sucedido, no una sino dos veces. Y qué no haría una madre por su hijo... Ilustró este particular con dos temas preciosos, compuestos por él, como pinceladas de un poema sinfónico o una suite que, pese a las nubes, derrocha luz.
Hubo canción de Valentín Clastrier (¿cómo no?), con sorprendentes efectos vocales sin procesar, y otras sacadas de su múltiple discografía, que abarca desde lo medieval hasta lo contemporáneo (http://www.germandiaz.net/discos/), todo interpretado con mimo exquisito  y una facilidad que nace del estudio profundo y sosegado y largas horas dándole a la manivela. Por suerte, últimamente se ha librado de picar la carne a mano gracias a la Thermomix.
Nos obsequió con dos propinas que sudamos a base de aplausos pero en mi opinión le faltó una más: regalarnos su voz verdadera, aunque  antes cantase en difónico un tema siciliano de sus amigos los Fratelli Mancuso que tuvo la cortesía de dedicarme. Una cancioncilla breve nos habría hecho aún más felices, Germán. ¿Para otra ocasión, quizá? Sugiero que los organizadores pongan el vino antes del show, a ver si así se arranca.

Pd.- Terminado el espectáculo, me dijo que había olvidado contar la anécdota del viaje relámpago a Burdeos, pendiente para una próxima entrada en este blog, cuyo título adelanto: DIECINUEVE HORAS DESESPERADAS CON GERMÁN DÍAZ: CONCIERTO PARA MOTOR DIÉSEL, QUESO, TOMATE Y MUCHOS CAFÉS Y CIGARRILLOS.
Por si acaso revisaré el historial, no vaya a ser que lo haya contado antes.