domingo, 17 de abril de 2016

RUGBY: LA FINAL PUCELANA DE LA COPA

Me perdí el partido por vago. Lo fui dejando "para mañana". Nadie pensaba que habría tantos aficionados al rugby, la verdad, y me quedé sin entrada. 
Es de los pocos deportes que no he practicado, más por miedo a que me rompieran, para lo que no necesitaba ayuda, que por otra cosa. En mi colegio, el Sanjo, había un equipo que en 1986 se fusionó con El Salvador, pero no me sentí con fuerzas ni de probarlo, por si las moscas.
Unos días antes del partido releí con calma las reglas, no del deporte en sí, sino de los asistentes, publicadas en la prensa. Bien sabían "Chamizos" y "Queseros" la que se les venía encima. Organizar y celebrar un partido de rugby en el estadio de fútbol tiene sus contras: futboleros y rugbiers no son la misma especie y había que advertirlo. Lo que vale para unos no sirve para otros. 
Viendo el partido me di cuenta de que el mensaje había calado. 
1.- El árbitro no es un muñeco de pim-pam-pum sino un juez respetable y respetuoso (aunque el de hoy les llamaba de tú, algo heterodoxo, quizá por mor de su juventud). Además se oye lo que dice el árbitro cuando sanciona o explica algo.
2.- Lo que hace mal uno lo pagan todos (¿protestas? pues sanción para el equipo).
2.- Las aficiones se mezclan y no pasa nada.
3.- Lo que en el fútbol es agresión, en el rugby es parte del juego.
4.- El vencedor hace pasillo al perdedor, y después al contrario (¡y hasta se felicitan!)
5.- Hay un tercer tiempo, en el que comparten las cañas (no sé quién paga, si el perdedor por cagarla o el vencedor por ser generoso).

Puestos a ser puntillosos, algo he echado de menos en un deporte tan bien reglado como el rugby, tan protocolario, tan elegante y caballeroso, tan ejemplar, tan inglés (que no siempre es sinónimo de ejemplo). Cuando Su Majestad, el Rey Felipe VI, que ha acudido tras la insistencia del alcalde, les ha entregado los trofeos, no he observado una señal de respeto hacia el monarca. El protocolo aconseja, que no exige, una inclinación de cabeza, no digo una genuflexión. No creo que sea cuestión de ideología: había de un lado y del otro, y creo que abundaban los monárquicos, por lo que conozco a algunos jugadores. Ese detalle, nimio quizá, se les olvidó.  
Es el único "pero". Por lo demás, "chapeau". 
Habrá que pensar quién merece el estadio, si el Real Valladolid o el VRAC y El Salvador. Enhorabuena a los dos últimos.

Pd.- Al menos dejarán de llamarnos "Fachadolid". No es poco logro.