miércoles, 7 de diciembre de 2016

LOS PAYASOS DE LA TELE (SIN DOBLEZ)

(El título puede inducir a error, pero no tengo intención de comentar Gran Hermano ni Sálvame o cualquier "tertulia" de intelectuales catódicos o "pdotestantes"). 
Los Gaby, Fofó y Miliki (and sons) tenían la costumbre, no diré manía, de regalarnos sus canciones al final del programa, un regalo envenenado, aunque seguro que sin malicia. Los niños coreaban los estribillos de memoria y tras la apoteosis llegaban los acordes del chim-pón con alguna variante armónica musicalmente apreciable, dicho sea de paso, que no todo iba a ser dudoso.
Todas empezaban con un introito instrumental, a modo de llamada de atención, y ocho compases después (como mandan los 40 principales) venía el desparrame de letras ridículas, rimas sin leyendas y mensajes sin codificar. Haré un listado de aquellas que recuerdo, adaptada su interpretación a nuestros días:
"Cómo me pica la nariz": Un pobre niño sufre de hipersensibilidad en el apéndice del apéndice nasal, lo cual le impide hacer vida normal. Años después fue revisada por "Siniestro total", trasladando el picor a zonas  más o menos nobles, que casi dan al traste con la carrera espacial, ahí es nada.
"La gallina Turuleta" (o Turuleca, según versiones y calidad del altavoz de la tele): Manual de explotación animal reflejado en la triste vida de una gallina forzada a poner huevos sin descanso.
"Los días de la semana": A una niña se le arranca su infancia y se verá abocada a acudir al psicólogo por culpa de la insistencia de sus padres en convertirla en ama de casa, aunque parece que su propia madre pasaba de esas mismas tareas y de su padre ni te cuento. Si después de una semana plagada de infortunios y tareas domésticas pero nunca escolares le tocaba rezar, la imagino agnóstica perdida además de inculta. Al menos los padres no asistirían a manifestaciones en contra de los deberes, que bastantes tenía la infausta criatura. (Los de IKEA piden que no los pongamos para disfrutar de las cenas, excepto si el padre trabaja en IKEA y llega  a las tantas o es un cándido comprador de la cadena sueca y tiene deberes como montar el mueble "quetechinguen", con lo que tomará las albóndigas congeladas o pasadas por el microondas).
"El auto de papá": Más que un auto sacramental es un auto demencial. El padre corre que se las pela, pasa de autovías y pone a prueba la suspensión hasta el vómito en carreteras comarcales, aunque insiste en que van de paseo (más bien parece paseíllo). Eso sí: como llevan torta, que es tarta, les importa una higa. Y mucho egocentrismo: que si papapá, y que si pipipí, normal si no paran ni a estirar las piernas.
"Susanita": Un acercamiento a la sexualidad femenina en sus albores, con la figura retórica del ratón chiquitín (que los psicoanalistas interpretan como lo interpretan, convirtiéndolo en roedor más grande).
"Porompompón, Manuela". La niña que no tenía tiempo ni para jugar con el ratón se hace mujer y, cómo no, ama de casa. Manolita es ahora Manuela y cocina que da gusto, lo cual provoca la felicidad de su marido, al que auguramos unos análisis de sangre y orina con más asteriscos que las instrucciones de una teleoperadora para activar el roaming. Al menos, con tanta tarea doméstica, se quedaría en casa sin tener que soportar los baches del auto de papá, que además era feo. 
"Los músicos/instrumentos (de tortura)": No hay payaso que se precie que no sepa tocar un instrumento musical, pero no gracias a las recomendaciones de nuestros queridos payasos. Si toco la trompeta, tarataratareta. Si toco el clarinete, teretereterete...  La única versión real parece la del tambor, que suena porromporrompompom, y eso no lo arregla ni Wagner. Parecía imposible superar el "changlipungli" de la guitarra en "Yo soy un artista",  una canción más antigua, pero Gaby y cía lo lograron con creces. Y eso que eran músicos de honores. Yo también era soldado distinguido en la mili por tocar el bombo en la banda del cuartel, así que no sería para tanto.

Pd.- Algunos ven en "Susanita", "Manuela" y "La niña que se hizo funcionaria para compensar" una versión moderna de Cenicienta. Ya lo dijo el torero: hay gente pa tó.


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