lunes, 5 de diciembre de 2016

LA TELE QUE NOS EDUCÓ Y OTROS JUGUETES DEL PLEISTOCENO SUPERIOR.

Uno de mis alumnos me preguntó hace unos días qué hacíamos para divertirnos cuando no había más que dos canales de TV, no teníamos internet, videoconsolas ni móvil. Me hizo gracia la cuestión, y respondí tan brevemente como soy capaz:
-Lo mismo que tendríais que hacer vosotros: jugar con otros niños.
Ya sé que hoy en día jugar en la calle no es tan frecuente, y que los niños del barrio son ahora "los de mi parcela", gracias a arquitectos y constructores que optimizan (en cuestiones más monetarias que físicas) los espacios cada vez más escasos que permite el urbanismo municipal, reduciendo el campo de juego al hueco interior que se respeta en cada bloque para ocio del vecindario parcelario y minifundista.
Hasta los seis años viví en un barrio donde casi todos teníamos mote, ya fuera por la profesión del padre (las madres tenían una de la que no han podido escapar actualmente aunque también trabajen fuera de casa, lo cual no arrojaba información útil para identificarnos) o por alguna peculiaridad, como "el cojo", "el rubio" o "la huérfana", motivo por el que hoy nos tildarían de sexistas, fachas o etc. Así había un carnicero, una sastra (mucho antes de la moda pseudolingüística), una peluquera, un carbonero o un barbero, que era el peluquero para hombres incluso imberbes.  Mi madre, sin ir más lejos, era "la rubia del milquinientos" y mi padre "el de la caja", "el pescador" o "el cazador" (según la temporada, como el precio del pescado y el marisco en los restaurantes). Como además las familias numerosas eran numerosas o muchedumbrosas teníamos más amigos y a veces enemigos. 
Desde que mis hermanos y yo salíamos del colegio de las Huelgas (no por nada relacionado con el absentismo, sino por la orden monástica a la que pertenecían aquellas sores de las que sólo veíamos la cara y en muchas ocasiones las manos rápidas y contundentes) hasta entrar en casa pasaba un buen rato. Mi madre nos bajaba la merienda, un bollicao de la época, mucho menos insípido, con pan y chocolate de verdad y jugábamos en la pista de baloncesto, no necesariamente al baloncesto, del cuartel de intendencia que había al otro lado de la calle-carretera, por la que transitaban con su mansedumbre ovejas que dejaban aceitunas en el verde (mi hermano me convenció de que lo eran, pero desde aquel trago amargo jamás volví a confundirlas). Otras veces nos adentrábamos en el refugio (para indigentes) junto al Esgueva, el río transexual que se hizo "la" Esgueva gracias a algún cirujano etimólogo. Allí gasté mi primera vida de hombre gato, tras caer y ser rescatado por Fernando, mi hermano, y Luis Alberto, un vecino ganso (cualidad heredada de su madre, Carmina) y siempre dispuesto a gamberrear dentro del orden que marcaban las manos raudas de su padre, hermano de dos de las monjas que nos educaban. 
Después de sudar la merienda, subíamos a casa y poníamos la tele, que tenía dos canales: el de toda su corta vida desde que se había instaurado en España y el UHF, la 2 actual, al que accedíamos cambiando una clavija en el voltímetro (eso es lo que recuerdo, aunque no encuentre relación entre el voltaje y la frecuencia o la amplitud de onda). En este ponían dibujos animados europeos, que solían ser de todo menos dibujos, más bien muñecos, collages o rarezas que hoy hacen las delicias de los frikis, tan modernos ellos, y que acababan con un koniek, el the end de la pobre Europa de los dictadores, y de Polonia en concreto, por lo que supe después. Luego llegaron los de Disney, Hanna-Barbera, Warner bros (que era brothers, otro descubrimiento posterior) y mucho más tarde los japoneses, que nos sacaban risas disimuladas cuando Afrodita, la "novia" de Mazinger Z, disparaba sus misiles pectorales y se quedaba mastectomizada para el resto del episodio (en eso los japoneses eran muy fieles y no daban posibilidad de tomas falsas de racord). 
De entre todos ellos sobresalían (no me explico por qué) los payasos de la tele: Gaby, Fofó y Miliki, a los que se sumaron los hijos, Fofito y Milikito, que era como el mudo de los hermanos Marx pero sin gracia alguna (su primo hablaba, lo que era mucho peor). Después de llorar con las vicisitudes de Marco y Heidi, precursores del culebrón sudamericano, reíamos (yo no, pero supongo que alguien lo haría) con los tartazos, los golpes y los chistes facilones, incluso para críos, de la trouppe del circo de TVE, a la que se sumaba el pobre Fernando Chinarro, un actor que se encasilló, como Resines, haciendo de sí mismo. (Mi hermana pequeña, Marta, cuenta que una tarde le vio con el resto del plantel de "Los serrano" en un bar de Madrid, tomando cañas, y que se sintió como invitada a la grabación de un capítulo porque por lo visto, o estaban repasando sus respectivos papeles o es que realmente eran así).
El momento estelar de aquella constelación lejana era la canción final, que merece capítulo aparte (será el próximo, al que mi verborrea ha dejado sin espacio, pese a mi primera intención).
No quiero olvidarme de un programa que me encantaba y que trasmitían, creo, los viernes y ejercía en mí de motivador para los partidos que jugábamos en el colegio los sábados: Torneo, presentado por Daniel Vindel, que organizaba competiciones deportivas entre colegios de todo el país. Aún rememoro con cierta envidia la final de atletismo, en la que participaban mis compañeros de curso, qué tíos, saliendo por la tele un día y en clase o el patio conmigo el lunes: Zuasti, Astorqui, Piera, Saquero, De Paz, Oporto, Cítores (con quien coincidí en la mili y después tuve de compañero en el Corte Inglés)... y mi aún buen amigo Núñez, "el hombre tranquilo", que desde su actual domicilio allende el océano esbozará una sonrisa. ¡Cómo disfruté aquél día, coño, viéndoles correr, saltar, lanzar, aunque por un tropezón o algo así no pudieran vencer! Gocé mucho más aquel solo viernes que con los payasos de la tele en todos sus sábados.

Pd.- Dedicado, como prometí, a todos los que os habéis tomado la molestia de compartir en Facebook mi anterior entrada o darle al me gusta: Carmen Conde, Sonia Rodríguez, Pilar Ortega, Pilar Franco, Lorena "Nena", Begoña Alonso, Consuelo Meza, Raquel Del Val, Raquel Alonso, Raquel Lanseros, María Melero, Montserrat Rodríguez, Montserrat Luezas, Ana Soria, Santiago Rodríguez, Pencho Herrero, Javier “Magasax”, Javier García, Juan Carlos González y Ángel López, in order of appearance (según me consta), como en los créditos de las pelis que acaban con "the end" y no koniec.



No hay comentarios: