No suelo pasar la tarde viendo la tele. Hoy me he saltado esa norma apenas durante unos minutos por culpa de un dolor de muelas. Como ya no sabía qué hacer ni dónde ponerme, he encendido el televisor, ese aditamento casi obligatorio del salón, al que hoy es imposible adornar con la gitana, el toro, la burbuja con nieve o la torre Eiffel. Como mucho, le cabe un pañito de ganchillo en forma de gusano.
Hace dos semanas descubrí, tres años después de comprarlo a la fuerza, (cuando se estropeó mi viejo Sony Trinitron con culo), que el actual tiene un agujerito plano donde puedes pinchar un pendrive para ver películas, fotos, e incluso usarlo como ordenador, o eso me han dicho.
Tras echar un vistazo al teletexto, mi canal favorito, he sintonizado La 2, que se presupone, y presume de, cadena cultural, justo cuando emitía un programa sobre ópera.
El presentador y director es un tal Ramón Gener, un tipo simpático con una forma amena de transmitir su extensa sabiduría musical. Rossini, el italiano que nació un 29 de febrero (casi como yo), ocupaba la última parte. Las obras del bueno de Gioacchino, del que dicen que era un tío majete, aficionado al buen comer (comentan por ahí que los canelones y el tournedó Rossini se llaman así en su honor, porque creó las recetas), son fácilmente digestibles.
Parecía que mi dolor remitía, cuando Gener se puso a explicar junto a un señor que trabajaba los metales en un yunque, la diferencia entre dos sonidos. Pues bien, el presentador aludió a las teorías de Pitágoras y ahí se armó el lío. Aparte de ser incapaz de reproducir las notas que emitían dos martillos de diferente tamaño, dijo en tres ocasiones que la distancia entre dos notas se llama "intérvalo". Casi acierta. Un rato después, mientras acompañaba a una cantante, se refirió a la pieza musical para solista como "la aria" (tratándose de un compositor italiano y no alemán, el error no me ofrecía dudas).
No sé si no habrá en España un presentador que, aparte de tocar el piano, sepa entonar las mismas notas que acaba de dar con su instrumento. Y ya de paso, de tratar con esmero la lengua castellana, sobre todo en La 2.
Vamos: que me duelen aún más las muelas.
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