Escribo hoy en courier, que no es solo apellido de tenista americano sino tipo de letra francesa, cosa que aprendí ayer —acostumbrado al times new roman, la letra oficial para concursos, casi todos esquivos hasta ahora, menos tres de chorrocientos—. Y lo hago en honor a mis amigos de Malos passos, con los que compartí cocido castellano en Palazuelo de Vedija, previos vinos en Rioseco (Medina de), con otros de la tierra, de Mauro para abajo (a la inversa de las bodas de Caná). Y como lo de justificar no va conmigo ni, por lo que veo, con el caprichoso blog este, lo dejaré así, como si fuera adrede (aunque confiese mi impericia).
Malos passos es, por lo que me contaron, el nombre sacado de una canción de Radio Futura, Escuela de Calor. Espero que Paz me corrija las cursivas si están mal. Por ella resucité mi procrastinada afición a escribir. Lo curioso es que, cuando la conocí por teléfono, supe que era una persona muy especial. Me llamó el día de mi cumple de hace, creo, unos seis o siete años.
—Jo, Paz. No se te pasa un cumpleaños.
La imaginé riendo —le puse cara a su risa—, acaso arrepintiéndose de haber topado con un chalao. Luego supe que no era el primer orate de su lista.
Firmamos el contrato oral, nos vimos para el escrito, y me cayó aún mejor. Modestia aparte —no contemplo la inmodestia—, creo que yo también a ella. Después, todo fue a mejor y me gané su crédito sin aval. Paz es pura intuición confiada.
Durante la jornada (perdona por la rima interna), que comenzó en la Rúa (calle Mayor de Rioseco, frente a la tienda del Fuentes, otro amigo riosecano de pro —por riosecano y amigo), fui conociendo a la plantilla de colaboradores: un fotógrafo, Leica (Panasonic con punto rojo, ahí te pillé, Luis, y lo reconociste, eso te honra) en mano, al que ya considero amigo; un escritor con novela premiada, que, curiosamente, no había ido a hablar de su libro —lo compraré esta semana y te odiaré por haber ganado un Ateneo pucelano con tu primera novela, que ya te vale—; varios de la ribera del Sequillo, poetas y prosistas (cojones con el río este, la de artistas que ha parido)...
Ya en Palazuelo, mi cerebro, o lo que queda de él, se puso en modo on y acertó a reconocer a un tío bajo la gorra del revés, como de cazar ranas. Le sometí a un cuestionario con soluciones inmediatas, y aún seguirá alucinando para bien (a menos que se arrepienta de haberme conocido después de leer los textos en verso que le envié anoche). Otros dos conocidos más estaban sentados a la mesa. Lo de Jesús González también fue para nota.
Que de veinte comensales fuéramos cuatro los que hemos pasado por las aulas de los jesuitas, no en general, sino en el mismo colegio de la plaza de Santa Cruz, no deja de provocarme una sonrisa cabrona (sarcástica, malhadada, hijoputesca, un pelín resentida y un muchín ventajista son sinónimos), sin contar a los que salieron en la conversación y, como nosotros, se saltaron la norma de jesuitae artist muti ("no digáis que pasasteis por aquí"), que los jesuitas son izquierdistas de salón.
(Por otro misterioso capricho, el texto vuelve a alinearse. No me molesto en hacer probaturas). Paz me llamaba porque un amigo común, periodista de RNE, le había dado mi número. Así funcionan las cosas desde tiempo inmemorial, antes de los algoritmos y las escuchas de Siri y Alexa, ese par de cotillas o cotillos). Quería que mi cuarteto Muzikanten —ya extinto— fuera a actuar en la casa de cultura que honra al poeta vallisoletano que da nombre a paseo y estadio de fútbol (don José era un adelantado futbolero y diseñador de espacios urbanos). Perdóneseme la elipsis narrativa, pero no estoy fino ni me importa.
Lo del límite 17.00 horas tiene que ver con el primer partido del mundial, no con una campaña de El Corte Inglés. No es que el fútbol me interese demasiado, pero me servirá para cortar la ingesta dominical de whiski —RAE mediante— (sigo prefiriendo el whisky, y el güisqui me da dolor de ojos: los tres, en exceso, de cabeza). Además, un Catar - Ecuador me parece una velada invitación a la concupiscencia oral. A ello voy. O sea, al partido.
(Por cierto, Diego: ya tienes mi texto para el próximo Malos passos, cuya ilustración será cosa de Antxonio).
Algo me dejo en el tintero, lo sé y me falta. Y para que el wiski no me sobre, aquí lo dejo (o lo quedo en pucelano).
La prevista o pre-vista me indica que se han mezclado tipos, márgenes y yo qué sé. Con que se me entienda...
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