lunes, 26 de diciembre de 2016

OTRO QUE SE NOS FUE (MENUDA BANDA SE HABRÁ MONTADO EN EL CIELO EN 2016)

Allá por el año 83, más o menos, estuve de vacaciones en Marbella, lo cual podría parecer presuntuoso si ocultara que fui a un camping a unos kilómetros del pueblo, todo lo que podía permitirme con las propinas y algún adelanto a fondo perdido que mi hermano tenía a bien hacerme. 
Con comida de casa (pero no casera), ginebra MG (la que usaba  Buñuel para sus dry martinis, aunque eso lo supe mucho después) y Tang de pera, pasamos una semana Fernando, Sanmi y yo. Hicimos amistad con un vecino de tienda de campaña, el pobre Paul, un iraní aspirante a tenista profesional al que robaron la maleta en el aeropuerto de Málaga. No sé dónde parará el persa, un buen chico, musulmán confeso, al que llevamos por el camino del mal haciéndole comer jamón y beber alcohol. Tuvo la suerte de encontrar a un benefactor asturiano que le pagaba el alojamiento. Este vivía en un chalet de la Marbella de verdad, con piscina y piano de cola, donde nos invitó a merendar una tarde. Fue la única vez que comí chorizo, tanta era el hambre que arrastraba. A cambio toqué unas canciones de Sinatra, un precio nada caro teniendo en cuenta que me prestaba el primer piano de cola que tuvo la mala suerte de caer bajo mis manos. Luego su hijo y un amigo nos llevaron de copas por Puerto Banús, y el alcohol hizo el resto. Al menos la borrachera me permitió librarme de desmontar la tienda: mientras mi hermano y mi amigo Jose (los Fernando y Sanmi de antes) quitaban piquetas y hacían mochilas, yo dormía la mona soñando con una escocesa "curvie" que me había besado, vete a saber por qué altruista impulso, en el último bar que recuerdo, a uno de cuyos inodoros estuve abrazado un buen rato, con mis compañeros de excursión buscándome para llevarme de vuelta al camping en un SEAT Panda alquilado. También soñé con otra británica, Debbie, que escribió su nombre en la barra con la pajita de su bebida impregnada en lo que fuera que estuviera bebiendo, y que bajo su minifalda no llevaba nada más que la piel insolada e insolente. Queda bajo secreto de sumario cómo lo supe, aunque adelanto que fue casi accidental y no hubo efectos posteriores, muy a mi pesar.
En esa última noche, pese a lo etílico de mi estado, quedó grabada una canción, contra la desmemoria que acarrea el exceso de alcohol, que sonaba coreada por las hordas angloparlantes, y eran legión.
La canción era "Wake me up" de un dúo inglés, "Wham!", formado por George Michael y otro tío del que pocos solían recordar el nombre (hoy wikipedia les refrescará la memoria, sin duda): Andrew Ridgeley. El primero hizo carrera en solitario, estuvo a punto (dicen por ahí) de sustituir a Freddie Mercury como solista de Queen y hoy ha fallecido por sorpresa, al menos para mí. Una gran voz. Dios, aburrido de ángeles que tocan la lira, está formando una banda de rock este año que se nos va, con Prince, Bowie y Michael alternando de solistas y otros de renombre pero no de relleno. Y para el chill out ha fichado a Cohen. Quiera Él que no haya más fichajes.

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