Me pregunto con frecuencia cómo hace un columnista o bloguero con contrato para cumplir sus obligaciones diarias. El recurso a la actualidad político - económica, que viene a ser lo mismo, es demasiado frecuente y además contraviene mi libro de estilo. La anécdota desde el punto de vista intelectual y moralmente superior de algunos escribientes también resulta abusiva y maniquea. Las lecciones de ética a cargo de doctores en nada tampoco me rozan la fibra. En fin, que supongo al colaborador suplicando que su maquinaria se ponga en marcha y dé a luz un texto brillante, ya sea de forma laboriosa, a base de manual, tablas o disciplina, o tal vez a partir de un chispazo de genialidad que se alarga por espacio de ciento cincuenta palabras o las que figuren en convenio. Como escribo por puro placer, y aún así me asalta la culpa por abandonarme más de la cuenta, no me someto a semejantes ejercicios de productividad pagada, que me recuerdan al soneto tramposo de Cervantes, aquel en el que completaba catorce versos contando cómo se completaban catorce versos sin tener absolutamente nada que contar, excepto los propios versos. En fin, un afortunado desatino por venir de D. Miguel. Pero a mí no me sirve.
PD.- He encontrado al final una foto que resume mi estado.
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