martes, 10 de enero de 2012

LA AVENTURA DE LA ESCRITURA

De un tiempo a esta parte me he propuesto volver a escribir, no me refiero al blog, sino a algo más largo y continuo. Aparte de muchos relatos breves, a ojo, calculo que tendré más de treinta novelas que no han pasado de conato, la más larga de las cuales alcanzó la cifra de 135 páginas hasta que encontré un descanso en el texto que, sin ser definitivo, me hizo bajar la guardia. Cierto es que coincidió el receso con un hecho personal que me aflojó la pluma, pero eso me lo guardo para mí y otra persona que se sentirá aludida si, como creo y espero, sigue leyendo mi "guaderno" en la clandestinidad.
El caso es que antes de reemprender la tarea escribiente me ha dado por leer no sólo novelas sino críticas literarias, oficiales y de las otras, que las hay a mares, por hacerme una idea de lo que se cuece, vamos. Y heme aquí desorientado, porque no sé si aventurarme como hacen muchos, con lo que de atrevimiento tiene, o dedicarme al macramé o los bolillos, para los que no tardaría en encontrar maestra de categoría.
Las críticas que me han hecho temblar son tan variadas que me impiden encontrar un asidero como punto de partida: gramática, vocabulario, estilo, desarrollos, temática, y qué sé yo, son escrutados por los profesionales en cada libro que cae en sus manos de forma que no hay obra que escape al cincel despiadado. No estoy diciendo que esas críticas se las hayan hecho a ninguna obra mía, sino algo peor: incluso los escritores consagrados, no sé si por los lectores, la publicidad, las editoriales o ellos mismos, son presa de la hoguera en la que arden todas las vanidades. Una sola vez sometí un relato a juicio profesional, y la persona fue amable hasta el punto de hacerme creer que si no fuera porque mi apellido es tan común que no lo reconocería nadie, hasta me podría dedicar a escribir. Todo lo que impedía la publicación en una editorial muy conocida de la que ella era jefa de un departamento que no recuerdo consistía en "exceso de fondo editorial". No satisfecho por su dictamen, insistí en ser criticado con más dureza, a lo que la mujer accedió, indicándome la poca idoneidad de mi vocabulario para un público infantil. Realmente ella no entendió que mi cuento estaba destinado a adultos ni se tomó la molestia de pasárselo a su colega del departamento de mayores. Pese a todo alabó algunas de las que ella consideraba virtudes.
Cuando era más joven le pregunté a una mujer que se declaró escritora cómo se hacía para forjar un estilo propio. Ella me respondió que eso era lo único que no se podía ahormar, porque entonces uno escribiría como lo que no es.
Así pues, he decidido que voy a escribir como sé, como me dé la gana y como me salga.

2 comentarios:

FER14663 dijo...

Mejor "guaderno" que "glandestinidad"...

Anónimo dijo...

Mejor escribe, no te veo haciendo bolillos. Lo de escribir según recuerdo no lo hacías tan mal, o quiza fuera una lectora ávida de tus escritos.