viernes, 13 de mayo de 2011

NEFERTITI


Una noche de verano atropellé a un gato. Lo vi cruzar delante de mi coche, pero el frenazo no fue suficiente para esquivarlo. Por el retrovisor le vi salir apenas alumbrado por los pilotos traseros. Aunque quise creer en las siete vidas que se les atribuye, algo me decía que a aquel pobre ya le habían regalado seis y tuvo que coincidir conmigo en aquella carretera de Argoños a Noja en la firma de su finiquito con la vida. Llegué a casa más que descompuesto. Me costó conciliar el sueño. A la mañana siguiente, de vuelta a la playa de Santoña, fui escrutando las cunetas hasta encontrar al pobre gato inerme. Sentí su muerte de verdad y me amargó parte de las vacaciones.
Desde hace muchos años padezco alergia al pelo de los perros y los gatos, mucho antes del incidente referido. No puedo tocarlos sin sufrir rinitis y picores. Sin embargo, Nefertiti me hizo inmune. Bueno, ella y su familia: Viriato, Homero, Jacinto Benavente… y unos pocos más. Quizá ni fueran familia, porque vete a saber cómo se lo montan los gatos en eso de la procreación. El caso es que todos vivían en la misma casa, la de mis amigos Germán y Nadia. Y no he conocido gatos más nobles y cariñosos, con todo lo que se diga de ellos, y capaces de hacerme cambiar de opinión sobre animales domésticos. Nunca pensé que sería capaz de dedicarle un libro a un animal. Compuse el texto en el tren de Santiago de Compostela a Valladolid, y el montaje con fotos en casa.
La penúltima vez que vi a Nefertiti, una gataza común, blanca y negra, estaba dormida en el tresillo, donde la venció el sueño mientras Nadia, Germán, mi esposa y yo (mi hija andaba jugando por ahí) apurábamos una copa y una conversación. La encontré por la mañana, y al oírme bajar las escaleras se despertó, me miró sorprendida, restregó su cuerpo contra mis piernas y puso cara de querer salir a la calle. Un par de horas después vino a despedirse de nosotros.
Tampoco pensé que sería capaz de escribir el panegírico de un animal. Y aquí estoy. Un conductor, igual que yo hace unos veranos, la ha enviado hoy al cielo gatuno. Confío en que Nefertiti estará en el séptimo cielo. Se lo merecía, sin duda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amigo, bienvenido al mundo de la atracción animal. Como tantos otros yo ya hace tiempo que siento debilidad por estos animales y en especial los gatos. Independientes, cariñosos a la vez y en algun caso me han sorprendido con su actitud de correspondencia de afecto. Aunque no lo parezcan creo que son nobles, eso si, no pierden su instinto animal, de lo cual nos sorprendemos en algunas situaciones. Aunque creo que domésticos, necesitan su espacio, con lo que tenerlos en un pisito de la ciudad no es lo más recomendable, y lo digo por experiencia.
Me ha gustado tu escrito por el pobre animal. esperemos que descanse en ese cielo gatuno.
Un besazo.
Candi