La tarde de agosto da para un par de llamadas telefónicas, la corrección de unas pocas páginas de la novela más larga que he escrito (y no terminado) nunca y la reflexión, entre resignado y cabreado, al comprobar que envío muchos más correos que los que recibo. Cierto es que bastantes son de chorradas, pero la chorrada es una excusa para decir que te tengo presente. Y que cuando acabe el verano, me pensaré si vuelvo a mandarte chorradas, y tampoco correos serios.
No va para nadie: va para todos.
PD.- Estuve en Segovia hace diez días. Una noche de luna llenísima y música rara entre amigos.
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