Abrió los ojos. Aturdido, la boca seca. La habitación giraba sin control a su alrededor. Parpadeó repetidas veces y finalmente logró fijar la mirada.
El médico forense lo miraba, desencajado el rostro. En su mano diestra un bisturí. La sangre resbalaba lentamente por la afilada hoja...
Pardo Egea
Alcorcón, Madrid.
30 de Abril de 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario