El primer encuentro se remontaba, al año 86, quizás el 88, dudaba entre esos años de tantos acontecimientos. Aquel hombre, exactamente igual al que ahora veía por la calle, salvo por los adminículos que le acompañaban, entró en la librería con un maletín de viajante muy gastado con unos cierres dorados relucientes. Saludó con voz grave pero suave y ella correspondió con una sonrisa y ese “buenos días” que tanto le gustaba decir. Ofrecía, aquella figura de yoguin, un tomo como de enciclopedia complemento de su persona, delgado, verdoso y sin interés. Con la sonrisa de rechazar algo se disculpó con la perorata de "no está el jefe, pero si quiere puede esperar". Él recogió el maletín y se deslizó hacia una esquina, allí estuvo algún tiempo entre el ajetreo de la venta matutina, y sin saber como, desapareció. Volvía a verlo, por quinta vez 23 años después. Sus complementos en esta ocasión eran tres bolsas del corte inglés, que contenían ropa posiblemente, aunque llenas nada sobresalía, lo que impedía saberlo con exactitud. Vio el maletín de mano y su traje intemporáneo gris de rayas ¿Qué escondían esas bolsas? ¿y esas barbas?. Lo imaginaba paseando todo el día para gastar el tiempo, descansando en un banco público. Su vida le intrigaba. Lo adelantó para no caer en la tentación de seguirle como en las otras ocasiones. Pasó por su lado y esta vez le miró, y él también mientras le decía “veo que todavía no has encontrado la calma, tendremos que vernos más” ...........
clara brea
desde santiago
primavera dos mil nueve
1 comentario:
Abrió los ojos. Aturdido, la boca seca. La habitación giraba sin control a su alrededor. Parpadeó repetidas veces y finalmente logró fijar la mirada.
El médico forense lo miraba, desencajado el rostro. En su mano diestra un bisturí. La sangre resbalaba lentamente por la afilada hoja...
Pardo Egea
Alcorcón, Madrid.
30 de Abril de 2009.
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