jueves, 10 de marzo de 2011

CARNAVALES


No siempre se puede lo que se quiere, sobre todo cuando la economía doméstica manda, nada de grandes transacciones empresariales, sino la de todos los días. Por ese motivo tuve que quedarme en casa, con pena y ganas de ir a Florencia, donde estuvieron algunos de mis compañeros de trabajo. Mientras ellos se empapaban de Miguel Ángel , Galerías de los Uffizi y la Academia, y demás monumentos gloriosos, y disfrutaban de la vista del Arno desde el ponte Vecchio, yo me conformaba con una exposición municipal sobre el Valladolid antiguo, un paseo a la orilla del Pisuerga, que tampoco es mal río, aunque lo tenga muy visto, y unas compras por el casco antiguo de mi ciudad, que es lo que probablemente haría un florentino de visita por aquí.
Reconozco que me estuve acordando durante los cinco días, y hasta llegué a imaginarme y casi verme entre ellos, contemplando el David o admirando la catedral de Santa María del Fiore. En fin, una oportunidad perdida.
Sin embargo, el miércoles, a la vuelta, algunos de los viajeros me sorprendieron gratamente, no sólo diciéndome que me habían echado de menos, sino con algunos regalos que no esperaba, todos relacionados con la música, y lo que es mejor, entregados con cariño que percibí sincero. De remate, hoy me han dado más, porque ayer se le olvidaron a una profe en su casa, y después otro souvenir que yo había encargado previamente, y que han querido donarme con la excusa de mi cumpleaños. Y otra más que no había salido de España, pero al pasar por un mercadillo también vio algo que me gustaría, lo compró y me lo entregó.
Así que me he venido a casa con mis cositas bajo el brazo y una sensación que hacía mucho que no tenía, como de que me quieren más de lo que merezco, y me tienen en más alta estima de lo que creía. Con lo guerrero que soy, hay que jorobarse.
Ahora estoy sentado frente al ordenador, acordándome de vosotros, si dijera vosotras sería más justo, porque sois mayoría, que sabéis quiénes sois, por lo que no voy a enunciar vuestros nombres, como los artistas en el turno de agradecimientos. Tengo la autoestima mucho más alta que de costumbre, gracias a esa selecta parte de mis compañeras, que incluye a algún hombre. Y al que se ofreció a arreglarme los ordenadores también. Y al que me da un abrazo y dos besos aunque es del Barça. Y al que sufre cuando oye voces de azafatas de vuelo. Y al que llamé ayer por teléfono y le faltó tiempo para hacerme un gran favor. Y a casi todos los demás.
Lo repito: gracias.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Un texto muy bonito y muy sentido.
Un saludo

FER14663 dijo...

No hay de qué.
(Pero seguro que lo mereces, chato)