Ahora que nos estamos jugando los cuartos en Europa por el "brexit", nada nuevo bajo el sol, unos que quieren entrar y otros salir aun estando dentro, si bien nunca lo estuvieron del todo, protegiendo su moneda "for if the flies", se me vuelve a ir la cabeza -nada nuevo tampoco, menos todavía en domingo, que es el día en que suelo descorchar una botella de buen vino para santificar las comidas familiares-.
Eso de aunar países por interés económico -no hay más- suena bien. Al bueno de Beethoven ya se le había ocurrido la idea romántica hace como dos siglos, y Herbert von Karajan lo recordó cuando alguien le preguntó por un himno para la UE:
-Ya está hecho, amigo mío. Sólo hay que leer.
A mis alumnos les digo que la solución a los problemas del mundo la tienen los niños, o sea, ellos.
-Hay que leer, pero no sólo un periódico, sino el de ellos y el de nosotros. Y no best-sellers, que son lo que quieren que leamos, sino literatura.
Uno me preguntó esta semana si un niño puede parar las guerras, concretamente lo de Siria.
-Ahora mismo no -salvo foto simbólica con premio- pero sí dentro de unos años, si aún hay mundo que salvar.
Los dejé pensando un rato, y luego vino la charla. Estos chicos tienen madera, como poco, de pacientes.
(En mis tiempos de estudiante no nos contaban esas cosas, preocupados por crear individuos individuales que brillasen con luz propia, a mayor gloria de la orden, la de cada uno y la que venía de arriba. Luego sacaban la foto del ex-alumno que llegó a ministro o director general. Las cosas, creo y espero, han cambiado. ¡Qué cojones, no han cambiado! El marketing manda).
Si me dejasen escoger, que va a ser que no, me uniría a Portugal e Irlanda del Sur, Eire. En Lisboa y Dublín me he sentido como en casa. Los portugueses son como gallegos mezclados con castellanos, extremeños y andaluces -y más gallegos-, una pequeña España pegada al Atlántico. Los irlandeses se me antojan mediterráneos por carácter, afilado por lo británico. Percepciones personales, quizá. En el año olímpico español, el 92, un vigilante de la urbanización donde mis alumnos se alojaban durante el mes de julio me dio una impagable clase de historia -que no pagué porque tampoco la pedí-:
-Eamon de Valera era un hijoputa, -sentenció con mala baba, sabiendo que éramos españoles-.
En mi inglés de entonces le respondí despacio, para asegurarme de que me entendía:
-Era hijo de español e irlandesa, así que tú sabrás, que las conocerás mejor.
De Eamon sabía y sé más bien poco, excepto su encarcelamiento en la prisión de Kilmainham, un presidio muy cinematográfico, siendo el último recluso que por allí pasó. Hasta pude ver su celda en una visita guiada.
De las irlandesas supe que eran la raza, versión XX más bella: Maureen O´Hara, la bailarina de danzas irlandesas con halitosis axilar de cuyo nombre no consigo acordarme y Mistress Something, (San Patricio de 2013) son una muestra válida, pese a la opinión del vigilante "tontolhaba". Julianne Moore tira mi tesis abajo, pero proviene de Escocia, así que me la apunto por proximidad geográfica.
Del vigilante sólo supe que me hablaba lo justo a partir de ese día. Sus clases particulares de historia a los estudiantes españoles se toparon conmigo, sin quererlo -él ni yo-.
Portugal podría reírse de nosotros y del flojo infante aquel, el terror de la doncella insatisfecha. (La doliente Juana se fertilizó con semilla ajena, eso sospechan, y Enrique "el impotente" -vallisoletano, aunque no de pro, ni nada paradigmático- fue devuelto a corrales por manso. La Beltraneja podría arrojar luz a tal efecto, o mejor el tal Beltrán y Juana de Portugal, que lo supieron "in situ"). Pero, que yo sepa, no sólo no se ríe sino que nos trata con un respeto y una educación que para nos quisiéramos.
Lo poco que sé de historia no me viene del colegio de los jesuitas, válgame Dios, sino de la curiosidad que mi padre me inculcó y de algunas consultas a wikipedia cuando escribo y me asaltan las dudas, más bien las hordas de dudas. Si aprobé la historia en COU fue porque el cura que la impartía me cogió miedo, tomándome por una especie de macarra sin escrúpulos al que convenía mantener alejado, regalo de aprobado mediante. (Puedo afirmar, porque lo vi, que mi nota original yacía bajo una mancha de Típex, un "muy deficiente" tapado por un "suficiente" de cuando se podía poner un cero a quien merecía un cero, no como ahora, que la "plataforma" escribe 1 donde pones 0, por no herir. Yo lo merecía).
Si algún día nos permiten votar con quién queremos hacer equipo, lo tengo claro: voy con Portugal, aunque venga Cristiano Ronaldo, y con Eire, venga quien venga, menos el vigilante erudito, que habrá emigrado a USA para conocer de primera mano dónde mandan los hijoputas.
Pd.- Para quienes me tachan de tibio, de que no me mojo.
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