domingo, 15 de marzo de 2015

SINFONÍA DE LA SORPRESA

Cuentan de Haydn, el músico austriaco del clasicismo (me consta que los alemanes consideran a Mozart compatriota, por esas cosas temporales de la política, las anexiones y los tratados que se me escapan por mi alergia al estudio de la historia, aunque desconozco su opinión al respecto sobre papá Haydn) que compuso la sinfonía 94 un día que amaneció con ganas de juerga reivindicativa. Por lo leído, que no visto, las damas de la alcurnia, londinense en este caso, aprovechaban los conciertos de media tarde para echar una cabezada, que ya son ganas de programar el evento social (más que cultural, si una cosa no llevaba a la otra, no sólo antaño sino hogaño) a la hora de la hispánica y exportable siesta (puede que Carlos primero-quinto dejara su poso pseudo español sin darse cuenta, puesto que apenas hablaba castellano, excepto los consabidos exabruptos contra el rey de Francia, enemiga secular mucho antes de la Eurocopa de 1984 y su épico poema "la cantada de Arconada"). Joseph, un tipo simpático y bastante amigo de tocar los bemoles, pergeñó (me salta el autocorrector, vaya usted a saber por qué) su pequeña venganza musical, que no fue la única -véase  "Les adieux"- dando un toquecillo de atención a las nobles desatentas  con un inesperado fortísimo al final del primer período, desarrollo o frase musical (para entendernos, aun no siendo sinónimos). El caso es que no se conoce infarto o angina de pecho, chistes machistas aparte, entre las asistentes al acto, que celebraron la ocurrencia pidiendo un bis, costumbre que hoy en día se considera de buen gusto y además abarata la ratio "precio/minuto", como unas adelantadas a su tiempo mucho antes de la aparición de la telefonía móvil. 
También cuentan que Mozart padre, don Leopoldo, compartió durante siglos autoría con Haydn de la sinfonía de los juguetes,  no por su culpa, sino de los historiadores, pero no viene al caso, aunque lo deje como apunte para investigadores irredentos, si es que aún quedan (en España, lo dudo).
Este prefacio sirve como introito para expresar mi sorpresa ante el inesperado número de lectores que ayer, según dice el contador de visitantes que "blogger" pone a disposición de los aspirantes a escritor, tropezaron por casualidad con mi cuaderno de bitácora. Una media apenas sostenida de veinte navegantes diarios se vio  inopinadamente incrementada a casi cien a lo largo del viernes pasado, y ascendió como tsunami a más de seiscientos ayer mismo. Ignoro qué parámetros, algoritmos, variables o grupos de control rigen semejante contabilidad, y la achaco a veleidades diversas.
Lo cierto es que mi indiscutible vanidad (también aspiro a convertirme en escritor, ¿quién que publique aquí no?) se ha visto alterada y sobrepasada. Agradezco sinceramente su interés a mis ocasionales lectores, y les invito a (ruego) que compartan el enlace con sus amistades si creen que lo merezco.  
PD.- Aún hay hueco para seguidores, con treinta y cuatro no podríamos jugar ni unas semifinales...