sábado, 6 de febrero de 2021

LÁGRIMAS EN LA LLUVIA. IN MEMORIAM JUAN CARLOS.


 Andaba, en estos días llorones, dando forma al vídeo-homenaje a mis amigos, como simple reivindicación de la amistad, que no es poco. (La lluvia es, según cuentan, inspiradora para los poetas. A mí, como a Cervantes, el cielo no quiso concederme esa gracia —huelga decir que tampoco la de la prosa—). Dada mi impericia en cuestiones técnicas, amén de mi poco interés por aprenderlas, fui eliminando del proyecto aquellas pequeñas cosas que no era capaz de resolver. Una de ellas era poner fechas, medallas y comentarios, pero doscientas fotos son muchas y mi memoria, generalmente fiable, tiene sus lagunas. Para evitar errores, decidí omitir ese detalle, aunque había una persona que, sin sombra de duda, podía lucir el cartel de "amigo más antiguo".

 Juan Carlos y yo nos conocimos en el cole de las monjas, mis primeras monjas. Como compartíamos primer apellido y el segundo estaba muy cerca por orden alfabético, lo que va de Gómez a González, siempre fuimos compañeros de clase, cuando no de pupitre, desde los cuatro hasta los dieciocho años, incluso en el primer año de Derecho, carrera a la que fui por las prisas de haber aprobado selectividad en septiembre, y por no romper la yunta. 

 Vivíamos a cinco minutos, por lo que muchas meriendas las hacíamos en casa del otro, y podría afirmar que compartíamos padres. El suyo me echó un capotazo enorme una vez que el profesor de latín le dijo que yo era una mala compañía para Juan Carlos y salió en mi defensa poniendo la cara colorada al P. Carro, que era un buen hombre pero demasiado impulsivo. Aquella vez no midió bien sus versos dáctilos.

 Nos echamos novia al tiempo —también nos dejaron el mismo día— y seguimos con nuestra amistad a prueba de bombas. Por entonces ya éramos un trío, con el fichaje del tercer ganso —que compartió idéntica suerte de novia y exnovia—, y a veces un cuarteto, con un verso suelto al que manteníamos agarrado tanto como se dejaba. 

 Siempre fue torrecillano militante, y sus amigos teníamos carnet de socios en su pueblo por el hecho de ir de su mano. Logroñés de adopción, su cuadrilla era la nuestra cuando íbamos a la capital de la Rioja, su primer destino como funcionario de carrera, y ¡vaya si corrió! De vez en cuando nos reuníamos los tres —el verso suelto seguía a su bola— para comer en Pucela, con cargo a su bolsillo, pues era de mano presta. 

 Pese a la distancia, que era muy correndero, manteníamos el contacto. Nos vimos por última vez hace un año a la puerta del hospital, un mal presagio. Nada me hacía sospechar que sería nuestro último abrazo, nuestro último beso.

 Llevaba varios años luchando contra la enfermedad sin perder el buen humor. Para él no había vasos medio vacíos. Esta mañana.. apuró el último trago.

 Seguid entrenando, Sanmi y Juan Carlos, ahora que os habéis juntado por orden del que manda de verdad por encima de jefes de servicio y directores generales. Habrá una eternidad para retomar nuestras partidas de mus.   

 PS.- Reviso álbumes de fotos para encabezar la entrada, y encuentro algunas de nuestro viaje a Londres. Creo que eres de los pocos amigos con los que he viajado al extranjero. Por algo sería. 

 

domingo, 31 de enero de 2021

IDEAS Y OCURRENCIAS

   Después del primer whiskey dominical, que erróneamente se consume tras la comida, como me explicó el padre de un amigo un día que le pillé en el bar de debajo de nuestra casa —el amigo y yo éramos vecinos—, me dio por escribir una carta al semanal del periódico, costumbre que mantengo desde hace veinticuatro años, con la vana esperanza de ser premiado con un boli bueno (esferógrafo prémium en estos tiempos modernos). Una vez captado por el sonido con sordina del tecleo en mi portátil, y ya con el segundo whiskey (me niego a escribir güisqui, por mucho que la RAE recomiende su grafía adaptada, porque soy irish que te cagas), pasé de la primera idea a la ocurrencia, tirando del hilo del virus cabrón. Poseído por un 20% de espíritu Bukowski y un 80% de spirit al 42%, agarré el móvil para dar forma a mi plan: hacer un vídeo, o más bien fotomontaje con cierto movimiento, con el que homenajear a todas las personas que sufren la pandemia y se esfuerzan por seguir viviendo y facilitar que lo hagamos todos. Tiré de contactos y, ¡oh, craso error!, en lugar de enviar mi solicitud —una foto con mascarilla— en privado, creando una lista de difusión, creé dos grupos más que multitudinarios, que espantaron a unos cuantos. Del sálvese quien pueda no me libré ni yo, pues al día siguiente pedí disculpas, «las fotos por privado», y salí huyendo de mi propio despropósito. Por ese motivo, es probable que algunos de los más solícitos no vean su foto en el montaje, si bien dejé a un par de infiltradas en uno de los grupos el encargo de que me reenviasen los retratos enviados con posterioridad a mi fuga. Pido disculpas por mi torpeza y mi cobardía. 

     He pasado la semana recopilando fotos, dando forma al vídeo y casi está a punto. Antes de San Valentín espero haberlo terminado.

    Gracias a todos, no solo a los que enviasteis fotos, sino a quienes declinasteis la invitación y recriminasteis mi ineptitud. De todo se aprende. Os avisaré de la publicación de esta entrada en el blog y del propio vídeo en privado, sin grupos.

    PS.- Es normal que la mayoría seáis docentes, músicos —ambas profesiones en muchos casos— y familiares. Que haya un significativo número de arquitectos entre mis contactos es algo que no acabo de comprender. Quizá fuera esa una vocación no detectada, aunque me ha quedado claro que el manejo del ordenador y otros artilugios electrónicos no figuran entre mis habilidades.

      PS2.- No pretendía hacer un vídeo para concurso.