domingo, 7 de febrero de 2021

QUERIDO JUAN CARLOS:

 Ayer tuve un día malo, muy malo, por tu culpa. Ya sé que queda feo echarte la culpa por morirte, pero es que me hiciste —nos hiciste— una faena de las gordas. Nos dejaste, a mí y a tu legión de amigos, con cara de qué sé yo. Tampoco es cosa de cargarte con responsabilidades en plena tormenta, pero ni nos diste la oportunidad de hacerte una despedida como mereces. Tu perfil de FB tiene solo algunos mensajes pero me consta que la inmensa mayoría de tus contactos anda tan jodida que no sabe a quién dirigirse para hacerte llegar su pena, sabiendo que en el FB este no vas a responder como era tu costumbre. Y es que, por si no lo sabes, tenías un cartel cojonudo. Es verdad que la prensa te ha puesto un año de más y alguna otra cosa errónea, más por falta de documentación que mala voluntad, ya sabes, pero comentan que eras un profesional como la copa de un pino. A mí no me hace falta que nadie me cuente como eras, porque nos conocíamos desde que la pólvora estaba en fase de pruebas. 

 Te escribí un panegírico aquí, en mi blog de cosillas, que ayer tuvo más visitas que el Museo del Prado, aunque te confieso que me trae al fresco el número en sí. Lo leí varias veces antes de hacerlo público y me quedé medianamente satisfecho. A las cinco de la madrugada recibí una alarma silenciosa de mis tripas que me desveló y me tuvo dándole vueltas a la precisión de mis palabras. Me daba la sensación de que había sido, si no injusto, un poco funcionarial tirando a autopropagandístico. Contar que nos conocimos bajo el yugo de la Madre Puri y Sor Inés me parecía irrelevante pero, si alguien pensaba que fuiste un tío de andar por casa, desde luego que no te conoció: lo de andar por casa no iba contigo. 

 A Nacho y a mí, los otros dos cerditos, nos adelantaste por el arcén después de aquella memorable actuación frente al P. Aniano, en la que defendimos con menos credibilidad que un actor de serie B nuestra heroica gesta de pasar una noche "estudiando" arte —tu padre nos miraba y se reía; tu madre nos trajo el desayuno, café con leche y bollos; clarete y chorizo para Nacho, que es de Bilbao—, la asignatura del C.O.U. que tantos buenos ratos —y alguno malo— nos proporcionó. Reconocerás que aquello de "logrando efectos de gran realismo pictórico", frase inventada por Nacho en pijama (que en traje de noche se crecía el vasco), que valía lo mismo para un roto que para un descosido —no Nacho, sino la frase— merecía enmarcarse. Para ti fue el pistoletazo de salida; para Nacho y para mí, apenas una mancha más en el curriculum, que nos encargamos de "engrandecer" en las siguientes evaluaciones. En junio nos dejaste estudiando mientras tú lo pasabas pipa en tu pueblo, con tus amigotes, que si Alberto, que si Carrasco, que si Charo, que si Espe... Aún cojeo un poco del tobillo que me torcí dos años antes, en partido de fútbol "unos contra otros, y los forasteros con tus más amigos". Jugar al tío Maragato en tu peña no fue lo mismo a la pata coja, pero la castaña sí.

 La foto de ayer —lo he recordado esta noche un poco antes de mi primer desayuno a las seis, que las galletas han entrado mojadas antes de empaparse en Colacao— estaba hecha en Vitoria. Tengo el álbum completo de las de Londres, pero no lo encontré, aunque sé que diste de comer al hambriento, o sea, a los au-pairs pucelanos que conocimos, y te retraté frente a Buckingham Palace, con traje y corbata. Miguel, el de Medina, aún me pregunta por ti. A ver cómo le cuento  que te has ido. 

 Hablando de méritos, mi C.V. está lleno de anécdotas. El tuyo de estudios y títulos. Al menos hemos compartido algo: amistad y amistades. 

 PS.- Me acaba de llamar tu cuñado. El martes estaré ahí. Por si la distancia no te permite reconocerme, seré uno de los que, ley mediante, puedan despedirte como mereces: con profusión de lágrimas agradecidas por haberte conocido. Y, aunque sea de soslayo, le daré un abrazo a tu familia y a tus amigos del pueblo. 

Descansa en paz.

Te quiere:

... tanta gente.