domingo, 12 de enero de 2020

BEETHOVEN, MENUDO TÍO RARO.

Miedo da, en esta época en la que todo es susceptible de ser criticado a dentelladas (que es gratis aunque a veces salga caro como una hipoteca), loar a quien sea. Siempre sale alguno que, Historia en mano —o wikipedia en su defecto, cuando no unas cuantas lecturas sesgadas— viene a corregir lo incorregible de cada quien. «Menudo ladrón», «era bipolar», «compraba a la prensa», «nunca salió del armario», «era un machista» son argumentos típicos para menospreciar la obra de quien se tercie, uno que casi siempre ha destacado más que el crítico que le pone a parir. Sea como sea, este año se cumplen 250 del nacimiento de Beethoven —del que he leído varias biografías, ninguna en PDF—, aquel genio maltratado por su padre, que lo creía el nuevo Mozart —otro que tal bailaba o tocaba (lo que se ponía a tiro, también comentan)—, como si ser un niño prodigio augurase mayor éxito llegada la adolescencia y en adelante. Dicen que el padre, alcohólico y violento, le ataba a la banqueta del piano para que ensayase sin descanso, por ver si le sacaba de pobre (lo mismo de lo que se quejaría Lang-Lang muchos años después). El chico, harto, se marchó de casa para llegar a Viena, donde el mismo Mozart le concedió audiencia (con buenas críticas, en un ratito que le pudo dedicar entre sonata, concierto y ópera). Los periódicos, que ya existían entonces para lo bueno, lo malo y lo peor, alternaban la cal con la arena. Los vecinos, los camareros y las mujeres que frecuentó eran más proclives a regalarle óxido de calcio.
"Für Therese" era "Para Elisa", dicen algunos. Parece que Ludwig tenía letra de médico, aunque su editor, al no ser farmacéutico y, por ende, incapaz de entender su caligrafía, nada kalós y mucho kakós, metió la pata y de paso le enemistó con la tal Teresa. O quizá Teresa estaba al cabo de la calle y le vino bien no verse retratada para que no se enfadase su marido.
Menos mal que Ludwig nació en el siglo XVIII. Hoy andaría repitiendo curso, o con un simple certificado de escolarización, amén de con la plataforma llena de partes por absentismo, visitas al departamento de orientación y clases de apoyo. De la EBAU ni hablamos. Como mucho, le habría dado para estudiar magisterio, y andaría todo el rato enfadado con que sus alumnos no eran capaces de tocar el sol, sol, sol, miB con la flauta, aunque luego se contentase con que todos bordaran el himno de la alegría, aunque fuera transportado a sol mayor.
Quizá sea casualidad que, como era bajito, moreno y casi siempre andaba cabreado, en el cole le apodaban "El español". 

Pd.- Gracias, Alfonso, por tu corrección. Al menos me consta que hay una persona que lee mis textos. También me consta que tengo que estudiar y aprender más gramática. Siempre es bueno que a uno le asalten las dudas, no vaya a creerse que lo sabe todo.