domingo, 21 de marzo de 2021

VERDADES "VERDADERAS"




 

 Doce años llevo contando chorradas en este cuaderno de bitácora, blog o guaderno que me facilitó la buena de Clara, la bibliotecaria gallega —habrá otras, pero ella es mi bibliotecaria de referencia, no solo desde que la vi tratar al público en la biblioteca de Villagarcía de Arosa con un mimo y cariño que para sí quisieran muchas, y recomendar bellos libros de los que nunca aparecen en las mesas centrales de una librería— y no me canso. Una vez me cansé, pero volví como quien se pira de casa y luego se arrepiente. A ella, en compañía de una estupenda ginebra gallega, le dedico esta publicación porque es el proyecto más duradero que he mantenido nunca, propenso como soy a la desidia, por no decir vagancia, término que suena menos literario pero es más preciso y justo en mi caso. Aquí, desde esta tribuna sustentada por cuatro palos mal amarrados, como mi cultura tardía, he venido soltando las bobadas que se me ocurrían de domingo a domingo. En una ocasión, que ya me sorprende que solo fuera una, alguien que no dejó su nombre vino a recriminarme que yo hablaba/escribía con patente de corso (ya me jode que suene a Reverte, pero suyo es el mérito de haber puesto ese título a un recopilatorio de sus artículos), vamos, que si me creía superior. Creo recordar que le contesté con una frase que pretendía ser lapidaria, pero el hombre o mujer o lo que fuera que se sintiese aquel día no respondió, y no creo que fuese por la contundencia de la pedrada. Tendría mejores cosas que hacer. Ahora que me acuerdo, otra vez recibí una colleja, aunque le di réplica documentada. Alguien me instaba a que mencionase la autoría de una foto que copié para ilustrar una de mis entradas, facilitándome la fecha exacta e indiscutible. Después de un rato de navegación, encontré la foto con fechas anteriores a la que me sugería, como cuatro o cinco, y le pedí que me hiciese saber cuál era la correcta. Aún mantengo la duda pero nadie me ha denunciado.

 La tribuna, ya sea la que uno se construye con bases dudosas o la que le otorga un plebiscito, una elección o un dedazo, suele confundirnos hasta hacernos creer que somos más listos de lo que somos. La ventaja de hablar ex-catedra desde el sillón propio es que casi nadie te escucha/lee y, si lo hace, suele ser un "amigo" de los que no te llevan la contraria, como si en eso consistiera la amistad. Quizá sea así en los casos en los que la propia amistad se sustenta, igual que el sillón, con cuatro palos cruzados que aportan una seguridad más bien incierta. 

 Cuando envío algo a mis contactos, ya sea una canción, un texto o una foto, tengo la norma de no predisponerlos a la loa con la frase "mira qué bonito es esto que he hecho", porque a ver quién es el chulo que te dice que no le gusta, con la ilusión que le has puesto. Prefiero, aunque duela —y duele, coño—, la corrección amable, la sugerencia cariñosa y documentada al aplauso hueco. De aplausos están las vaciedades llenas.

 Hoy se desmoronó una de mis verdades irrefutables —irrefrutables porque la cosa va de vegetales—. Después de presumir de conocimientos adquiridos en la frutería, corrigiendo a quien osara contradecirme, me entero de que la sabrosa lechuga de oreja de burro, o de Valladolid, es pucelana —aunque vete a saber si mañana aparecerán familiares de Burgos o Segovia— pero no, o no solo, de burro, aunque haya zopencos en todos lados. Aquí —donde también hay un rucio que le da a la tecla—, por razones que, como muchas otras se me escapan, le dicen de oreja de mulo, y no solo eso, sino que la hay verde, negra, blanquilla, amarilla larga, verde larga, arrepollada, de verano, de invierno y de mulo gigante —no sé si el mulo o su oreja, y tampoco si la izquierda o la derecha—.  Menos mal que es una especie híbrida y, por consiguiente —o al menos en el caso de los mulos—, estéril. Si no, la lista de variedades/descendientes sería más larga que la de tránsfugas, teórico-no prácticos o listillos con mando en plaza. En lo que parecen estar de acuerdo los lechugófilos es en que, además de pucelana o antes de eso, es romana. Para que luego digan que el latín no es importante.

 No somos nadie. ¡A tomar por el mulo! 

 PS.- Quienes pensaban que esta era una entrada seria, otra boutade etílica —ya dije que me estaba bebiendo un chorro de ginebra, pero porque no había más—, me conocen poco. Algún amigo de verdad habrá que se esperase el final con retranca.

 PS2.- Lamento profundamente no poder fechar la fotografía que encabeza esta idiotez dominical. La lechuga que tengo en el frigorífico estaba poco presentable, como de la subespecie verde oscuro larga blandurria. Pero de mulo, eso sí (o no).