domingo, 29 de septiembre de 2019

ENSAYO SOBRE LA IRA

Esta mañana, como suelo, me dirigía a misa con mi esposa, pero las prisas nos obligaron a ir en coche, saltándonos la saludable costumbre del paseo dominical. A poco de doblar la primera esquina, una pareja como de 30 años (cada uno) cruzaba la calle. Aún no sé qué hice mal —circulaba a lo poco que da mi coche en segunda, que es bien poco— y, por alguna razón que no alcanzo a comprender, la mujer esgrimió con virulencia un gesto de desaprobación —más bien de cabreo— regalándome una peineta y unos cuantos exabruptos —no los oí con nitidez, pero tenían toda la pinta—. Mi esposa me avisó del hecho. Pude ver por el retrovisor cómo la chica treintañera seguía con su mosqueo creciente, cuya razón sigo sin entender: cruzaba con su amigo, bien alejados ambos del paso de cebra, y yo marchaba despacio. Quizá entendió que no me detuve para dejarlos pasar. Bajé la ventanilla y saqué una mano que, en mi intención, quería significar algo así como "¿qué te he hecho?", pero parece que fui malinterpretado, por lo que me volvió a retar con otra peineta y, de remate, una más con corte de mangas y una ristra de palabras poco edificantes sobre la concepción legítima. Reconozco que estuve tentado de parar el coche, bajarme y, aunque suene a ciencia ficción, preguntarle educadamente dónde radicaba mi error, ese que había provocado su ira. También lo estuve de tirarme un farol, corriendo hacia ellos entre palabrotas para acogotarlos, pero mi retrovisor interior me hizo desistir, arrojando la propia imagen de un cincuentón nada agresivo y con ojeras, un simple padre de familia de camino a misa.
El trayecto hasta la iglesia (la conversación adyacente, lo cual resulta obvio y esperable), versó sobre el pecado capital de la ira. Mi cabecita de escribiente aficionado me dejó ideas (guiones) para un corto o varios, enfocados desde distintas ópticas: a lo español (Almodóvar o Amenábar); a lo inglés, empalagoso o realista (Richard Curtis o Ken Loach) o al estilo Hollywood (Allen o Tarantino). 
Mi pensamiento subyacente era que uno puede complicarse la vida en función de cómo haya dormido, de lo que le inyecte a uno su acompañante o de la película que haya visto la noche anterior (desde  "La balada de Cable Hogue" a "Un día de furia"). 
Durante la comunión, me dio por pensar que algún curso habrá sobre mindfulness, yoga o "buenismo" que me permita cumplir con las horas de formación a las que me obliga mi empresa cada año. 
Tampoco desecho la idea de rodar un corto, en cuyos títulos de crédito mencionaré a la mujer que lo inspiró.